Genaro Góngora Pimentel |
Es algo especial, histórico, una “costumbre” si puede llamarse así, que es, como tantas otras cosas, herencia española.
En la plaza de toros la gente se encuentra expectante, ya preparada anímicamente por la música que en esos casos se toca, para entusiasmar al público… ¿aires españoles?
La salida de los personajes, con sus “trajes de luces” precedidos de la fama que los rodea, es lo que sigue. El diestro, torero o matador de toros. Para los torerillos, por ejemplo, “manolete” el diestro de Córdoba era un semidios.
Por fin se queda sólo, es un decir, en medio del coso de la plaza de toros, “el torero”.
El toro, enorme, astado, ya furioso pues le han picado para ese efecto con unas grandes y gruesas agujas, sale en busca de alguien a quien atacar.
El público grita entusiasmado al torero quien le aconseja algo, quien lo otro le aconseja, lo mismo pasa en las peleas de box.
Después de un trabajo de engaños con “el capote” y de haberle clavado unas banderillas, el toro se encuentra bañado en sangre, le brota por el lomo. Más herido no podía estar. Es de verse la sangre manando a borbotones. Entonces, sólo entonces, el torero está preparado para matarlo. El estoque que le habrá de enterrar lo traerá ya preparado. Si logra hundirlo hasta la empuñadora, será bienvenido por el público con gritos de ¡ole!, ¡ole! y ¡torero!, ¡torero!
De esta manera todos habrán gozado y estarán muy satisfechos, mientras el toro agotado y cubierto de sangre es sacado arrastrándolo sobre la arena, como si fuera uno más de los cadáveres que vemos todos los días en las ciudades de México. Sólo le faltaría, pintada en su cuerpo una “Z”, para justificar lo sanguinario del caso y la impunidad del crimen.
Los animales sufren, sienten, tienen miedo y recuerdan. Al menos algunos de ellos. Incluso un perro distingue entre un tropezón y una patada. Nosotros podemos entender que un gato tiene el derecho a no ser torturado. Como seres pensantes nos podemos identificar con el dolor y el miedo de un animal torturado. ¿Tiene un animal el derecho a no ser torturado? Nosotros, los humanos, tenemos el derecho de vivir en una sociedad que no tolera la tortura de los animales.
Aquellos que torturan animales son más propicios a también hacerlo a los seres humanos.
Las sociedades que tratan la vida de los animales con respeto, tienden a tratar también la vida humana con respeto. Es preferible vivir en una sociedad que busca limitar el sufrimiento de los animales que en otra que se enorgullece de la muerte y el sufrimiento de ellos. Justificaciones se han dado tantas para permitir la muerte, el sacrificio y la tortura de los toros, de los perros a los que se utiliza para satisfacción del público en las peleas de dos mastines, hasta la muerte y la invalidez en su caso de alguno de ellos, etcétera.
Busquemos la prohibición de las corridas de toros, unamos nuestros ánimos a los países que las han prohibido, incluso en la misma España, en la provincia de Cataluña, sin duda la mejor de ese país.
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