Nuestro principal problema como partido no es organizativo, aunque debemos renovar las normas de convivencia interna para dar un cauce civilizado a nuestra natural pluralidad, y abrir el partido a otros sectores con los que compartimos ideales y aspiraciones de cambio democrático.
Los dos problemas principales que tenemos son: 1) la necesaria actualización de nuestro programa para proponer fórmulas viables que permitan retomar la senda del crecimiento económico y la creación de empleos, con políticas redistributivas del ingreso a fin de atemperar la abismal desigualdad social y mejorar la calidad de vida de la población en su conjunto. Y 2) la clarificación de nuestra línea política para dejar atrás ambigüedades y subrayar nuestro compromiso con la legalidad, la vía electoral y el cambio pacífico.
Hoy al país lo caracterizan varias paradojas. Una primera es que mientras que la sociedad se desplazó en su peso específico hacia la izquierda, el viejo PRI regresará a la Presidencia de la República con evidentes riesgos de regresión autoritaria. Su comportamiento ante la reforma laboral calderonista, el anuncio de la apertura indiscriminada de Pemex al sector privado, así como la reelección de los dos liderazgos más desprestigiados del país por seis años más (Elba Esther Gordillo en el SNTE y Romero Deschamps en Pemex) son datos irrefutables.
Otra paradoja es que mientras que el PAN fue colocado en tercer lugar por el electorado, sin fuerza suficiente en el Congreso de la Unión para sacar adelante sus propuestas, Felipe Calderón estrenó la figura de “iniciativa preferente”, a tres meses de dejar su mandato, buscando colocar a sus adversarios políticos en una especie de “callejón sin salida”. El PRI, queriendo eliminar lo que signifique desmontar estructuras corporativas del sindicalismo antidemocrático, no quiere que se desgaste esta figura para que Peña Nieto la pueda usar ante un Poder Legislativo en el que tampoco ellos cuentan con mayoría.
Y una tercera paradoja es que, habiéndose colocado el PRD y la izquierda como segunda fuerza nacional (en las cámaras de Diputados y Senadores y en gobiernos estatales), se nos plantea la urgente e impostergable renovación, precisamente porque será la mejor manera de enfrentar exitosamente esos riesgos, como retos, con una agenda democrática.
Al abrirnos a la sociedad, haciendo eco de las propuestas de los más diversos y amplios sectores que exigen y esperan un cambio democrático; y al ampliar y flexibilizar nuestras normas de afiliación y organización al mismo tiempo debemos dotar de contenidos claros la necesaria reforma hacendaria de carácter progresivo, evitar la evasión fiscal y terminar con los privilegios en la materia.
Y, por supuesto, poner sobre la mesa la urgente reforma educativa y la de medios electrónicos de comunicación.
Estas son las verdaderas reformas estructurales que permitirán democratizar la economía y la sociedad y que abrirán oportunidades de desarrollo integral a los jóvenes de ahora y a las generaciones del mañana.
Estas reformas, junto con las de carácter político (mayor y real equilibrio de poderes) y la electoral, son las que permitirán recuperar la vigencia del Estado mexicano frente a la actuación y amenaza de los poderes fácticos, especialmente el del crimen organizado.
Todo esto se puede lograr si se construye un gran acuerdo nacional. Contribuir a ello es el reto del Partido de la Revolución Democrática en su próximo Congreso Nacional.
Presidente nacional del PRD
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