lunes, 12 de agosto de 2013

Giovanni Papini - Subasta de países *


Giovanni Papini
1881 - 1956

Subasta de países

Nueva York, 1.° enero

Ayer por la tarde bebí demasiado y esta noche he tenido un sueño extrañísimo.

Me parecía que me hallaba bajo una cúpula inmensa construida de hierro y cristal, colocada sobre la Tierra sin columnas ni pilastras, como una esfera gigantesca cortada por el ecuador.

El pavimento no era de madera ni de cemento, sino de barro apisonado y a trozos húmedo. En medio se levantaba una especie de palco cubierto de manifiestos con letra dorada. Un hombre bajo, casi enano, vestido con un redingote rojo, iba de un lado a otro del palco, con un martillo en una mano y una campana en la otra. En torno al palco, algunas docenas de personas, casi todas mujeres, y estas mujeres, casi todas viejas, encorvadas y vestidas de luto.



Por las conversaciones de mis vecinos -aunque hablasen en voz baja- pude comprender que se trataba de una subasta. El hombre escarlata vociferaba, tocaba la campana y agitaba el martillo, pero sus palabras se confundían con los ecos de la enorme bóveda de cristal.

Al cabo de un rato se hizo el silencio -o me habitué mejor al ruido- y pude comprender el discurso del enano.

-Lote 32. Se vende al mejor postor el reino de Persia. Superficie, dos millones de kilómetros cuadrados; diez millones de habitantes. Excelentes ciudades de arte y de comercio; puertos en el océano Indico y en el mar Caspio. El país produce petróleo, fruta, tapices, opio, poetas y bailarinas. Quinientos setenta kilómetros de ferrocarriles. Precio inicial de subasta: cuarenta y siete mil millones.

Nadie levantó la mano, nadie hizo oferta. El subastador esperó un poco, con el martillo levantado, luego tocó la campana y dijo con voz cansada:

-Lote número 33. Se vende al mejor postor la República de Liberia. Casi cien mil kilómetros cuadrados de superficie; dos millones de habitantes. País exportador de productos tropicales y susceptible de desarrollo. Abundancia de café, de goma, de marfil, de nueces y de aceite de palma. Precio inicial de subasta: cuatro mil seiscientos millones.

Dos viejas se consultaron en voz baja, pero luego encogieron la cabeza y bajaron los ojos. Nadie dio señales de querer adjudicarse la República de Liberia. El subastador, con el mismo rito, gritó:

-Lote número 34. ¡Atención! ¡Importante! Se vende al mejor postor la Unión de Repúblicas Soviétícas con todos sus territorios y dependencias en Europa y en Asia. País vastísimo, recursos inagotables. Más de veinte millones de kilómetros cuadrados poblados por ciento cuarenta millones de habitantes. Ocasión magnífica, gran perspectiva para todos los capitalistas de todos los países. Tierra fértil, subsuelo riquísimo. Grano y legumbres a bajo precio: petróleo, antracita, hierro, cobre, platino, piedras preciosas a voluntad Ocasión única para empresarios y especuladores. Posibilidad de pagos a plazos. Precio base: novecientos setenta y tres mil millones.

Nadie, como de costumbre, se movió. El enano vestido de encarnado parecía muy agitado.

- ¡Novecientos setenta y tres mil millones! -continuaba aullando-. Es un regalo. Negocio seguro. Las estadísticas oficiales a disposición de los compradores. Facilidades de pago. ¡Novecientos mil millones únicamente! Todo comprendido; suelo y subsuelo, ciudades y ferrocarriles, puertos y minas, bosques y lagos, hombres y mujeres. Únicamente con el petróleo se rescatará en diez años el capital invertido. ¡Ocasión maravillosa, que no se presentará más! Valor, señores: ¡únicamente novecientos mil millones! Único y definitivo: ¡ochocientos cincuenta!

Un joven gordo que se hallaba cerca de mí se sentía visiblemente tentado. Le vi avanzar hacia el palco y hablar al oído del subastador. Pero se separó casi en seguida.

-Demasiado obstinado -dijo-. Por seiscientos cincuenta y hasta por setecientos yo hubiera hecho el negocio.

Et subastador agitaba la campana y anunciaba un nuevo lote:

-Lote número 35. República de Nicaragua. Ciento cincuenta y seis mil kilómetros; seiscientos cincuenta mil habitantes. País pequeño, pero de gran porvenir. Produce y exporta grandes cantidades de azúcar, café, madera, nueces de coco, pieles y oro. Precio de subasta: setenta mil doscientos millones.

No conseguía moverme de allí, aunque yo hacía como los demás, es decir, no compraba nunca nada. Me parecía que la subasta continuaba sin descanso durante horas y horas. Las viejas vestidas de negro iban por parejas en torno del palco, escuchaban atentamente las cifras anunciadas por el subastador y las comentaban sonriendo. Los hombres estaban menos tranquilos, pero nadie se atrevía a alzar la mano. Uno solamente, que parecía un tratante de bueyes, se decidió al final a comprar la República de Andorra por cuatro millones y medio.

-Me servirá para la caza -dijo a la vieja que tenía al lado, como para excusarse.

El subastador había dejado el martillo y se enjugaba la frente con un pañuelo rojo grande como una toalla. Parecía extenuado, pero dispuesto a continuar hasta que el atlante de la Tierra se hallase en la última página. Sonó la campana más fuerte, para un nuevo lote, pero por fortuna me desperté de aquel sueño monótono y absurdo.

Tomado de Gog






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