20 Sep. 13
La simultaneidad es la marca del momento que vive México.
La suma de cosas que están en curso en nuestro país -por su gravedad, por su trascendencia, por su velocidad y por potencial conflictivo- dibuja en el horizonte un cóctel impredecible.
Los fenómenos naturales Ingrid y Manuel que irrumpieron, al mismo tiempo, en territorio nacional -provocando la gigantesca devastación que hoy tenemos ante nosotros- acentúan la idea de que todo está ocurriendo bajo un mismo techo, en el mismo momento y con la misma fuerza. El agolpamiento de sucesos y procesos abiertos construye la percepción de que el todo, en algún momento, se puede salir de control. Demasiada carne al asador.
El gobierno de Peña Nieto ha decidido, en este primer tramo, impulsar reformas constitucionales y secundarias en los temas más trascendentes, complejos y espinosos: petróleo, educación, impuestos, bancos y telecomunicaciones. (No queda claro si se incluirá corrupción.)
Ha dicho que su propósito es lograr que en cuatro meses se transforme a México de raíz en estos y otros asuntos fundamentales. Ciento veinte días que moverán -o convulsionarán- a México. A saber.
Se agrega al panorama el mapa de crisis y emergencia que se vive en más de la mitad del territorio nacional por lluvias, deslaves e inundaciones.
La persistente movilización de los profesores disidentes en contra de la reforma educativa ha dado materia para desatar la más furiosa de las campañas mediáticas en contra de aquellos que se oponen a una reforma cocinada al más puro estilo "Fast track". Desde los medios más poderosos de comunicación se ha inoculado, en una parte importante de la población, un sentimiento de odio y desprecio en contra de un sector de la sociedad que decidió manifestarse y que, a su vez, decidió romper los límites y confrontar con acciones extremas al propio Estado mexicano. El potencial de encono y confrontación social es real y, además, ha sido alimentado.
La tentación autoritaria para someter al disidente quedó dibujada en el operativo del viernes pasado que permitió dar paso a un grito desangelado.
Difícil imaginar hasta dónde estará dispuesto el magisterio disidente a llegar, una vez que la reforma constitucional y sus leyes secundarias fueron promulgadas con gran velocidad dentro de un Congreso disminuido y sometido a un mandato cupular.
Al tiempo que continúan las movilizaciones de la disidencia magisterial se aglutinan fuerzas políticas y sociales para oponerse a otra reforma que promueve el gobierno federal, con impresionante campaña de comunicación de su lado, en materia energética y petrolera. No es difícil imaginar que la disidencia magisterial y la petrolera se toquen, se manifiesten juntas o, por lo menos, de forma simultánea.
La iniciativa presidencial para una reforma energética -igual que las otras reformas que están hoy a la mesa- es presentada sin que se conozca el alcance total de la misma ni las pretensiones más amplias de sus promotores.
Igual que se hizo con la educativa y con la de telecomunicaciones, la energética se enuncia en sus términos más generales pero no se presentan elementos de lo que serían sus normas secundarias. El modito del sexenio repite la fórmula de no contar de una sola vez toda la historia. Tal como lo planteó ayer aquí José Woldenberg: "En relación con la reforma energética faltan piezas. ¿No sería bueno ponerlas sobre la mesa?".
La reforma hacendaria y la de telecomunicaciones tocan, en la misma sentada, un conjunto de intereses y poderes que no se manifiestan en las calles pero que tiene otras maneras de defender lo que considera prerrogativas, privilegios y derechos adquiridos.
En el mismo plato, irrumpen en puntos de la República grupos de autodefensa que en su expresión genuina encaran los vacíos de la autoridad ausente o coludida. Poblaciones que se arman para ocupar los espacios de un Estado fallido y que, en este cóctel, representan un verdadero desafío.
La simultaneidad del momento mexicano incluye la ocupación de espacios y símbolos.
La justicia en un mismo tiempo: libera a Caro Quintero, exonera a Raúl Salinas y deja preso a Alberto Patishtán. La indignación es general.
Este fin de semana concurrirán a un mismo espacio físico, el Zócalo de la capital, los seguidores de Andrés Manuel López Obrador en su defensa por el petróleo; muy probablemente la disidencia del magisterio o la disidencia de la disidencia del magisterio, y los ciudadanos de a pie que acudan a llevar víveres y donativos en lo que han instalado como un gran centro de acopio, no se sabe si por razones logísticas o para hacerle un favor al Presidente.
El cóctel mexicano pues, de pronóstico reservado.
Fuente Reforma
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