viernes, 20 de septiembre de 2013

Raymundo Riva Palacio - La Autopista del Sol

Desde que se inauguró, la Autopista del Sol ha sido un dolor de cabeza. Para quienes la transitan, por los hoyos, deslaves, riesgos y contratiempos; para el Gobierno Federal, que siempre es criticado y obligado a repararla; y para las empresas constructoras, que nunca terminan de dejar esa vía espectacular y transitada, en condiciones aceptables. Por eso, que “Manuel” le haya arrancado pavimento, cortado su ruta, y provocado que miles de paseantes a Acapulco se quedaran varados, es un mero déjà vu. Cincuenta y tres mil millones de pesos invirtió el gobierno de Felipe Calderón en los cuatro últimos años para ampliarla, modernizarla y rehabilitarla, y otros miles de millones más tendrá que gastar el gobierno de Enrique Peña Nieto para reabrirla y rehabilitarla. Y todo, uno puede pensar, por el capricho y la necedad de los políticos en la administración de Carlos Salinas.





La Autopista del Sol fue uno de los grandes proyectos de infraestructura del salinismo. Inició sus obras en 1989 con capital privado y entregada al Grupo Mexicano de Desarrollo, cuyo accionista principal es la familia Ballesteros –desarrolladores también del anegado Punta Diamante-. Se hizo sin ningún proyecto ejecutivo, algo que siempre se escondió a la sociedad. El entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, Andrés Caso, decía en privado que ese proyecto ejecutivo lo tuvieron que ir haciendo sobre la marcha, porque si se hubieran realizado todos los pasos requeridos para una obra de esa naturaleza, “no se hubiera podido entregar la autopista en el gobierno de Salinas”. La autopista fue entregada en una ceremonia espectacular sobre uno de los puentes colgantes en 1993, fecha desde la cual se iniciaron sus problemas.

El Instituto Mexicano de Transporte, dependiente de la Secretaría de Comunicaciones, documentó que al construirse sobre un terreno muy complicado por su orografía, la Autopista del Sol tenía un alto número de cortes y terraplenes de considerable dimensión. “Producto de la situación anterior y deficiencias en el diseño de los taludes y de sus estabilidades, la autopista presenta numerosos problemas en zonas de cortes y terraplenes, presentándose derrumbes a lo largo de la carretera, especialmente en los periodos de lluvias”, establece el instituto en un documento, “Siniestralidad vial de carreteras en áreas urbanas, caso Autopista Cuernavaca km 98-99”.

Apenas se había inaugurado, y la autopista estaba llena de baches, derrumbes, y la maravilla obra de ingeniería, como la presumían, era un desafío para el automovilista. Incluso, ha provocado muertes como resultado de accidentes en la carretera al volcarse por un bache o un desnivel inesperado que hace volar el vehículo. El trazado ha sido criticado sistemáticamente, sin saber que también parte de él, fue cambiando su ruta original a contentillo de los políticos, que con gritos y presiones obligaron a que la vía original se modificara.

El trazado original de la autopista, según exfuncionarios que conocieron su primer diseño, iba a pasar a cinco kilómetros de Chilpancingo, la capital de Guerrero que en aquellos años era gobernado por José Francisco Ruiz Massieu. 

El gobernador, excuñado del entonces presidente Salinas, ejerció toda su influencia para que la autopista tocara la capital. Si no pasaba por Chilpancingo, argumentaba, desaparecería. Políticamente estaba en lo correcto, como lo demostró con los años que el trazado no cruzara Iguala, que se deprimió económicamente. Pero en términos de ingeniería, decían los expertos, fue insensato. No sólo se modificó en ese tramo, sino en decenas de kilómetros antes y después de Chilpancingo, para hacer la autopista lo más racionalmente posible.

“Manuel” fue un ciclón que se volvió mortal al juntarse con “Ingrid”, su gemela en el Golfo de México. Desde 1958 no se registraba un fenómeno meteorológico similar, por lo que el daño, de sí, iba a ser considerable. ¿Qué tanto? En la Autopista del Sol, de acuerdo con el secretario de Comunicaciones actual Gerardo Ruiz Esparza, significó 14 “cortes graves” en el tramo de Chilpancingo-Acapulco, y al menos 20 derrumbes y deslaves, donde el registrado en el túnel “Agua de Obispo”, en el kilómetro 300 de la carretera México-Acapulco, destruyó los dos túneles por los que pasa la autopista. ¿Qué tanto fue la violencia de la naturaleza y qué tanto la irresponsabilidad de una obra moldeada por  caprichos?

No se puede establecer aún, aunque ciertamente, ningún desastre puede atribuirse directamente al capricho de los políticos que modificaron el trazado. Pero en el conjunto de los factores, el forzar la ruta y la premura con la que se terminó la vía hacia Acapulco, sí comprenden un conjunto de variables que llevan a la Autopista del Sol a ser una de las obras paradigmáticas de las necedades de los políticos, cuyas consecuencias se viven hoy en día.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa


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