Soy de una generación que nos pone los pelos de punta cuando escuchamos que el gobierno incrementará el déficit en sus cuentas y se endeudará más. Mi juventud la viví en un país hecho trizas por culpa de gobiernos irresponsables —los de Echeverría y López Portillo— que gastaron mucho y mal. Varios lustros de crisis recurrentes: caídas del Producto Interno Bruto (PIB), falta de empleos, devaluaciones de la moneda, inflaciones anuales de hasta tres dígitos, altísimas tasas de interés, bancarrota de la banca y pérdida generalizada del valor de los activos. Vaya que sufrimos aquellos años. De esa amarga experiencia aprendimos que, si los dejan, los gobiernos en México se ponen como locos a gastar en cosas superfluas, sin medir las consecuencias, endeudando el futuro del país. Que, por tanto, conviene un gobierno con finanzas equilibradas, que gaste lo que ingresa, sin déficit, y con poca deuda. Ese es el credo de muchos de mi generación.
El asunto viene a colación porque, después de muchísimos años de que los gobiernos compartieran esta visión de prudencia y responsabilidad en el manejo de las finanzas públicas (por lo menos los de Zedillo, Fox y Calderón), hoy el gobierno de Peña está proponiendo incrementar el déficit público para reactivar la economía. Es cierto que estamos pasando por un mal momento. La pregunta es si el gobierno reactivará la economía y la generación de empleos productivos con un programa anticíclico de mayor gasto público.
El gobierno cree que sí. Por eso le está proponiendo al Congreso elevar el déficit en sus finanzas de tal suerte que los llamados Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP), que es la medida correcta para ver la diferencia entre los ingresos y gastos de todo el sector público, sea equivalente a 2.9% del PIB, “0.5 puntos porcentuales más que lo previsto, debido principalmente al estímulo contracíclico”. Y para 2014, el gobierno quiere que incrementar aún más los RFSP a 4.1% del PIB.
Yo no tendría problema si tuviera la certeza de que el aumento en el gasto público efectivamente reactivará la economía. El problema es que no existe dicha certeza. Todo depende de un concepto que se conoce como el “multiplicador del gasto”. Los keynesianos creen que este multiplicador es mayor de uno, es decir, que el PIB acaba creciendo más de lo que se aumentó en términos relativo el gasto público. En este sentido, conviene que el gobierno gaste porque lo hace mejor que el sector privado. Pero hay otros economistas que piensan que el multiplicador es menor que uno, es decir, que el incremento del gasto gubernamental genera una caída en el PIB a consecuencia de una disminución en otras partes de la economía (consumo, inversión o exportaciones netas). El gobierno sustituye a los privados con un gasto menos productivo. Por tanto, no conviene incrementarlo.
Todo depende, entonces, de cuánto sea el multiplicador del gasto en México. Hay algunos trabajos académicos que muestran que en economías como la mexicana (en desarrollo, abierta y con un tipo de cambio flexible), el multiplicador tiende a ser bajo. ¿Cuánto? ¿Mayor o menor a uno? Un trabajo preliminar de Carlos Guerrero de la EGAP sugiere que podría ser 1.2, aunque con una tendencia a la baja. El problema es que no hay una investigación definitiva que calcule el multiplicador en México (yo, por lo menos, no la encontré). Luego entonces, dudo de la eficacia de un gobierno que pretende gastar más y elevar la deuda. Me inclino a pensar que el remedio no solucionará el problema y que incluso podría agravarlo. Admito que este juicio está sesgado por un trauma generacional.
Héctor Aguilar Camín utiliza una analogía muy afortunada al respecto. Compara al gobierno mexicano con un borracho que, después de varias crudas espantosas, se dio cuenta del daño que estaba haciendo y decidió dejar de beber durante muchos años. Pero ahora, le están proponiendo tomarse una copita. No es, me parece, una copita sino más bien una buena botella (más de cuatro puntos del PIB de RFSP no son cualquier cosa). A muchos nos pone nerviosos. Hace preguntarnos si no habrá regresado al poder el viejísimo PRI, ese manita rota que generó terribles crisis económicas.
El Congreso, donde el PRI no tiene mayoría, tendrá que pensar bien si conviene o no incrementar el déficit y la deuda públicas tal como propone Peña. Y, por cierto, valdría la pena que alguien en la academia calculara el multiplicador del gasto en México para reafirmar o superar nuestros traumas generacionales.
Twitter: @leozuckermann
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.