Desalojado el Zócalo de unos 500 maestros de la Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, ¿resuelto el problema magisterial que alteró la vida cotidiana de la ciudad de México durante 25 días? En absoluto. El conflicto social continúa y este miércoles será su Día D. El probable detonador, paradójicamente, es el desalojo, y lo que fue una derrota táctica el viernes, puede convertirse en una victoria estratégica el miércoles.
La explicación de esta dinámica está en que el gobierno federal no termina de entender la cosmogonía de los maestros oaxaqueños, ni comprender que su movimiento tiene un fuerte contenido ideológico. El epílogo del viernes es un ejemplo. Los líderes de la Sección 22 se dicen traicionados por la Secretaría de Gobernación y, visto de manera objetiva, tienen razón. Sistemáticamente, les han incumplido los acuerdos.
La movilización hacia la capital fue porque la consulta a sus bases sobre la Reforma Educativa que pidieron a la CNTE el 15 de mayo en una reunión con el Pacto por México, no sólo fue ignorada, sino que se incorporó una ley reglamentaria no discutida previamente, la del Servicio Profesional Docente. Luego, el adendum que negociaron para la desmovilización, no se los dieron en tiempo y forma el 1 de septiembre, como habían acordado con las autoridades, porque el responsable de entregarlo, el subsecretario de Gobernación, Luis Enrique Miranda, los dejó plantados. Los dos factores de traición, según los maestros, fortalecieron al ala radical de la Sección 22.
En Gobernación tampoco alcanzan a ver la dinámica en la Sección 22, que compone más del 80% de la CNTE, de cuyo total aproximadamente 70% son moderados. La toma de decisión no es cupular, y los líderes tienen que poner los acuerdos a consideración de los dirigentes locales, primero, y después llevarlo a las bases en una plenaria. Ante ello, es notable el descuido en Gobernación que soslayó que al movilizarse fundamentalmente los radicales a la ciudad de México, la asamblea resolutiva de la CNTE quedó en manos de los rudos. Al estar en manos las calles de la ciudad de México de los radicales, las negociaciones se volvieron cada vez más complejas, las votaciones más negativas, y la confrontación más beligerante. De ahí la escalada en las demandas, hasta llegar a lo imposible para reventar el diálogo, exigir una cita con el presidente Enrique Peña Nieto.
La reacción del gobierno prueba que no entienden la dialéctica de los radicales. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, los recibió 15 minutos el jueves, y con un lenguaje que percibieron amenazante, les dijo que tenían que desalojar el Zócalo a la una de la tarde del viernes, pues si no, los expulsarían por la fuerza. Durante la noche del jueves al viernes se fueron poco más de cuatro mil maestros, pero el núcleo duro radical permaneció en el Zócalo. Uno de los líderes, del ala moderada, confió en esos momentos que no les habían dado opciones. Si se retiraban los dirigentes, los acusarían de traición. Para ellos, y se lo hicieron saber a sus bases, era mejor ir a la cárcel. Un enlace informal entre los líderes de la Sección 22 y Gobernación, pidió a Osorio Chong una tregua de al menos dos horas para que pudieran terminar de salir varios miles de maestros y persuadir a los radicales de hacer lo mismo. Había intransigencia, pero ante la posibilidad de que pudiera haber muertos, aceptó retrasar la operación policial tres horas. Quince minutos antes de que entrara la Policía Federal al Zócalo, salieron los líderes, encapsulados por maestros para evitar una provocación, y hacia una nueva ronda de pláticas en Gobernación, que no llegó a ningún lado.
El repliegue al Monumento a la Revolución, a escasos dos kilómetros del Zócalo, es táctico. El Estado Mayor Presidencial ocupa hoy en día el Zócalo para impedir que este miércoles, en una nueva megamarcha que tienen programada, lo reocupen. Pero si ven el espacio, los maestros volverán a acampar ahí. Será simbólico, porque lo más importante de la movilización de este miércoles es la reacción en el norte del país. Si salen maestros y otras organizaciones sociales a manifestarse en forma significativa en los estados de la frontera norte, donde la CNTE no tenía fuerza, tendrá una victoria estratégica, pues su protesta habrá detonado respaldo nacional. Si no es así, el viernes volverán a hablar los dirigentes con las bases y propondrán el retiro a Oaxaca para iniciar la resistencia, mientras esperan crear nuevas condiciones sociopolíticas para la insurrección.
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