O P I N I Ó N
M A N U E L J . C L O U T H I E R
C A R R I L L O
La sobrerreacción y el perdón
A toda acción le corresponde una reacción en sentido contrario y de la misma intensidad. Este es un principio de física que hemos escuchado reiteradamente a lo largo de nuestra vida y que aceptamos invariablemente como cierto en el ámbito científico. Incluso, en algunas ocasiones hemos llevado este principio a la psicología, la sociología y a la política como un intento de explicar ciertos fenómenos sociales y del comportamiento humano. Pero, ¿qué pasa cuando las personas sobrerreaccionamos, ya sea en lo individual o lo colectivo?
Si la reacción sería una respuesta al estímulo proporcionada a la fuerza del mismo y en sentido contrario; la sobrerreacción sería una respuesta anormal de elevada intensidad, desproporcionada a la fuerza del estímulo. Cuando las personas estamos sobrerreaccionando, desproporcionadamente y de manera constante por un periodo prolongado de tiempo, es probable que nuestras emociones estén rompiendo el equilibrio de nuestra salud. Estas emociones pueden ser enojo o ira, tristeza y desesperanza, pesimismo y negatividad, preocupaciones, indignación, rencor o resentimiento, miedo o incluso terror, entre otras. Esta situación nos obliga a buscar ayuda en lo individual para sanar las emociones que grita nuestro cuerpo. El doctor homeópata, Carlos Calderón Ojeda, (que en paz descanse) decía: "La enfermedad es el aviso del cuerpo que algo tenemos que cambiar, cada quien sabe qué".
Así, los individuos tenemos que aprender a procesar nuestras emociones de manera sana, y para ello debemos aprender a reconocerlas y a buscar ayuda profesional para sanarlas, sea este el terapeuta, el médico, el consejero espiritual, según sea el caso.
Pero, ¿qué pasa cuando la sobrerreacción es colectiva? ¿Qué nos está diciendo el cuerpo social cuando sobrerreacciona? La sobrerreacción social es indicativo de que la comunidad viene acumulando una serie de emociones, tensiones y sentimientos. Yo, en lo personal, he venido sosteniendo la idea de que en Sinaloa (y no sé si otra región de México) somos una sociedad enferma. Que la sociedad sinaloense ha enfermado por vivir inmersa tanto tiempo en tanta violencia que se genera por el criminal, el narcotráfico, la marginación social o por el poder mismo. Enfermedad que se genera porque los ciudadanos vivimos con la rabia ante el abuso del poder, independientemente de donde proviene, sea este poder legítimo o ilegítimo, legal o ilegal.
Porque el abuso del poder siempre es injusto y violento.
En mi reciente visita a Bogotá, Colombia, tuve oportunidad de charlar con Leonel Narváez, un sociólogo estudioso de la violencia y la resolución de conflictos. Convencido de que en Sinaloa, al ser una sociedad enferma, necesitamos ayuda, y sabiendo que Leonel estaba promoviendo a través de su fundación una cultura política para el perdón y la reconciliación, decidimos conocer más y aprender sobre la experiencia colombiana para ver si en Sinaloa ésta puede ser una vía de sanación.
Según los estudios de la Fundación para la Reconciliación, una de las principales causas subjetivas de la violencia es el resentimiento, sea éste individual o social. Por lo que el 60 por ciento de la violencia es venganza. Y el perdón frena la venganza. Ellos están convencidos de que en algunas regiones los seres humanos somos analfabetas emocionales y que esto obliga a una alfabetización emocional, por lo que es necesario entender que las ciudades también se construyen por dentro, atendiendo a su gente, en la escuela y en las familias. Sostienen en la fundación que la escuela necesita renovarse y su reto es educar para la convivencia y para la colaboración. Y que siendo ellos, Colombia, una sociedad enojada y rabiosa, necesitan del perdón, porque éste es indispensable para la paz y la salud.
Parafraseando a Nelson Mandela: "Sin perdón no hay futuro, ya que el rencoroso vive atado a su pasado". "La locomotora del desarrollo futuro de Colombia es el perdón", nos dice Fidel Cano, hijo de don Guillermo Cano, fundador del periódico El Espectador, en Bogotá. El perdón, concluye Leonel Narváez, no cambia tu pasado, pero sí tu futuro, al tiempo que nos invita a conocer la experiencia colombiana, para que no tengamos que repetirla en Sinaloa y en México.
Artículo publicado en el periódico El Universal
Twitter: @ClouthierManuel
Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
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