martes, 3 de septiembre de 2013

Salvador García Soto - Segunda toma de posesión

Esta vez no hubo sorpresas. A diferencia del 1 de diciembre del 2012, cuando conmovió con un discurso político distinto y de compromisos puntuales, el presidente Enrique Peña Nieto centró su mensaje del primer Informe de Gobierno en la promoción de las reformas que impulsó a través del Pacto por México, y tras pedir el apoyo de la población a los cambios constitucionales ante cuestionamientos de lo que llamó “minorías”, definió claramente que para su gobierno no habrá más prioridad en lo que resta de este año que continuar con su plan reformista, aunque para ello “tenga que hacer valer todos los instrumentos democráticos del Estado” para garantizar su aprobación.





Fue, más que un informe o un balance de resultados, una clara definición del presidente de que no se detendrá el proceso de “transformación” que, dijo, ha iniciado su administración con reformas ya aprobadas como la educativa, la de telecomunicaciones y de competencia económica, y las que comienzan a discutirse en los próximos días: la política, la financiera, la energética y la fiscal. Un discurso puntual y bien estructurado, donde, sin embargo, prevalecieron los verbos conjugados en futuro (“lograremos”, “alcanzaremos”, “creceremos”, “mejoraremos”) en vez de los indicativos de acciones ya realizadas o concretadas, más allá de enumerar cifras de inversión en programas sociales y estrategias que “pusimos en marcha”.

Aunque esperada e impecable, la retórica del primer Informe pareció más bien la de una segunda toma de posesión del Presidente. Omitiendo entrar en detalles de los problemas más inmediatos de su gobierno, caída de la economía y percepción de inseguridad y violencia en amplias zonas del país, Peña Nieto se dedicó a posicionar su mensaje de que, una vez aprobadas y en marcha todas sus reformas, entonces sí vendrá el “México en paz, incluyente, con educación de calidad, prosperidad y responsabilidad global” que volvió a ofrecer como el “rumbo” para el país, tal como lo hiciera hace nueve meses, cuando asumió el cargo.

Del que será en este 2013 el peor crecimiento del país en los últimos 20 años, según los pronósticos oficiales y privados, el presidente culpó completamente, en una sola línea dedicada al tema, “al entorno exterior que frenó nuestro ritmo de crecimiento”; de la inseguridad dijo que su estrategia está funcionando y ha disminuido los homicidios violentos en 20% además de permitir la captura de 65 capos del crimen organizado, mientras que la palabra empleo apenas fue mencionada dos veces en todo el discurso, sólo para hablar de la futura creación de fuentes de trabajo pero no del déficit que este año dejará en la materia.

Aun en el tema de las reformas, que acaparó la mayor parte de su mensaje, el presidente hizo distinciones. A la reforma política, que impulsó más la oposición que su gobierno, le dedicó sólo una pequeña mención de tres líneas en su texto, mientras que la reforma educativa le ocupó 14 párrafos, la energética seis, la financiera cinco y a la hacendaria dos párrafos completos.

Peña aprovechó para fijar varios mensajes directos cuyos destinatarios, sin ser mencionados por el Presidente fueron bastante claros: “El Gobierno de la República no tolerará que nadie pretenda hacer justicia por sus propios medios”, dijo en clara alusión al problema de los grupos de autodefensa y policías comunitarias. “La democracia respeta a las minorías pero, en todo momento, las minorías deben respetar la democracia, a sus instituciones y las libertades de todos”, dijo en referencia directa a los maestros de la CNTE que se oponen a la reforma educativa.

Y finalmente, el que puede considerarse el mensaje central que resume todo el sentido de su discurso de ayer en Palacio Nacional: “Como Presidente de la República, respetaré los derechos de todos, pero también estoy decidido a usar todos los instrumentos del Estado democrático para impulsar la transformación que reclama la gran mayoría de los mexicanos”.

Luego la promesa de que la turbulencia que está generando el “vencer inercias y resistencias” valdrá la pena porque este 2013, dijo, “será el año de grandes transformaciones. El año en que México se atrevió a despegar”. Es como si el gobierno de Peña Nieto, dicho por el mismo Presidente, finalmente fuera a comenzar a partir de lo que ocurra en los siguientes 120 días, plazo que él estableció para lograr sus reformas que calificó de “históricas”.

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