A Jesús Zambrano –el líder nacional del PRD–, se le pueden cuestionar muchas cosas, pero nadie lo podrá acusar de incongruente con sus principios. Tampoco nadie podrá señalarlo como insensible o de extraviar ese fino olfato político que lo llevó de la guerrilla de los “enfermos” a ser uno de los padres del “Pacto por México”.
Por eso –porque es congruente y sensible con los símbolos del poder–, el jefe nacional del PRD no acudió al mensaje por el Primer Informe de Enrique Peña Nieto; evento que provocó escalofrío entre no pocos de los asistentes. ¿Por qué?
Porque lo feo del gobierno de Peña Nieto, del regreso del PRI al poder presidencial y del Primer Informe es que –a pesar de todo lo que hagan y todo el maquillaje que le pongan–, “el nuevo PRI” no se puede sacudir ese tufo de los años 60 y 70 en donde los informes eran una grosera competencia de aplaudidores, en donde el culto a la personalidad del presidente se cortaba en el aire y en donde todos buscaban un segundo de la mirada presidencial.
En primera fila, muchos de los mismos políticos y comunicadores de hace 50 años, como si la escena del Primer Informe fuese una instantánea en sepia de los años 60 o 70. Bueno, hasta el otrora punzante Alejandro Martí –el del lapidario “¡si no pueden renuncien!” parece sucumbir al embrujo perfecto del poder absoluto; elogios y más elogios de Martí al gobierno de Peña.
¿Hoy habrá alguien capaz de decir que no a Enrique Peña; habrá una voz crítica que le diga al Presidente que no todo es miel sobre hojuelas en sus primeros nueve meses de gestión; que la realidad está lejos del aplauso de focas que quién sabe qué celebran? Por lo menos hubo uno, Jesús Zambrano.
Y es que no hacía falta más que sentido común para entender que en los nueve meses del gobierno de Peña Nieto aún no se ha gestado un nuevo gobierno. Y no, a pesar de lo rabioso que aplaudan los aplaudidores, lo cierto es que en muchos frentes aún no hay resultados. Más aún, son muchos los casos en los que el único cambio del gobierno de Peña Nieto es la reversa.
Entre lo malo de la administración del mexiquense –por lo menos hasta hoy–, es que resultó una soberana mentira que la reforma laboral aprobada al final de la gestión de Calderón y en los previos del arranque de la de Peña, impulsaría la creación de por lo menos 400 mil empleos. ¿Dónde están? También fue una mentira la cacareada Gendarmería, que será reducida a un pretexto para no reconocer que se equivocaron.
Más grave; que con el regreso del PRI al poder presidencial también regresa el fantasma de la crisis económica. Hoy el flagelo de la desaceleración económica, la inflación, la devaluación y el desempleo preocupan a todos. ¿De verdad sabían hacerlo los señores del PRI? ¿Ahora que nos van a decir?
Otra de las caras feas de la gestión de Peña Nieto es la inseguridad y la violencia. Sí, sin duda que se han producido cambios, se han reducido los niveles de violencia y el manejo de la información permite tranquilizar a los ciudadanos.
Sí, pero la violencia sigue ahí; hoy entidades como Morelos ocupan el primer lugar en secuestros, el DF tiene metido hasta el tuétano al crimen organizado, no pocos municipios del país se han contaminado con al virus de las mal llamadas autodefensas –que en muchos casos no son más que criminales engañabobos–, y crece peligrosamente otro flagelo; la ingobernabilidad.
Hoy buena parte del país es víctima de revueltas, paros, plantones, rebeliones, alzamientos, secuestros de policías, militares, marinos y… no pasa nada. No aparecen el Estado y sus instituciones. ¿Tienen dudas? En Sonora lleva meses el paro de una carretera por la disputa del agua de la presa El Novillo. ¿Y la autoridad?. Parece que a nadie le importa.
Pero también es cierto que no todo es feo y no todo es malo. Si, resulta incuestionable que el mayor éxito del gobierno de Peña Nieto es el llamado Pacto por México. Sí, ese acuerdo político es un ejemplo global del buen desempeño de una democracia sin partido dominante. En efecto, los resultados del Pacto son alentadores, por donde se le vea. Y lo que falta –si se consigue–, será aún más importante.
¿Pero qué creen? Que al presumir el resultado del Pacto por México como un logro de su gobierno, en rigor, Enrique Peña Nieto está saludando con sombrero ajeno. Sí, porque si bien el Pacto es un acuerdo político único, invaluable y que prestigia internacionalmente a México, también es cierto que la paternidad es del PRD y del PAN, no de Peña.
Pero además, esperar resultados de un gobierno de seis años en nueve meses es, por decirlo suave, una soberana tontería. Falta dar tiempo y esperar que los colaboradores sean los adecuados. Al tiempo.
Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/pena-el-bueno-el-malo-y-el-feo-1378195721
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