jueves, 17 de octubre de 2013

Lorenzo Meyer - ¿Cómo dibujar un perfil de México en 2023?

En 1970 aún se podía discutir con cierta seguridad y optimismo la naturaleza del futuro mexicano. Por entonces se escribió El perfil de México en 1980, (Siglo XXI), obra donde más de 30 especialistas no dudaron en proyectar el comportamiento de las variables económicas, sociales y políticas que determinaban el desarrollo del país y hacer recomendaciones para mejorar su comportamiento en el decenio por venir.
Si la cuestión fuera especular hoy sobre el futuro cercano de China, por ejemplo, entonces se podría intentar una respuesta verosímil simplemente recurriendo a la técnica ya descrita: proyectar lo que ha sido el desarrollo del país en el pasado inmediato. Sin embargo, ese método es menos útil para responder a la misma interrogante en relación a los países del Medio Oriente e incluso algunos de Europa, pues su comportamiento reciente ha sido bastante errático. Pues bien, hoy México se encuentra en esa categoría de país errático y su perfil futuro es impreciso, para decirlo con suavidad.





La naturaleza de nuestro porvenir colectivo es una interrogante que urge despejar para poder actuar, pero el entorno en que tendría que hacerse este ejercicio es muy diferente del que había cuando se publicó El perfil de México en 1980. Hoy el déficit de predictibilidad es enorme justamente porque desde entonces una y otra vez las dirigencias del país abusaron y malgastaron las posibilidades del cambio.
. En una discusión académica en torno a las grandes interpretaciones del sistema político mexicano en los últimos años, un ponente sostuvo que fue el gobierno de José López Portillo (JLP), el que presentó el último gran proyecto de futuro colectivo cuya raíz aún se encontraba implantada en el terreno abonado por la Revolución Mexicana.
A mediados de los 1970 la confianza en el entonces llamado "milagro económico mexicano" empezó a perderse. El mercado mundial estaba cambiando, la inflación corroía al "desarrollo estabilizador", el déficit en el intercambio con el exterior aumentaba y, finalmente, la devaluación de 1976 hizo que se tambalearan las predicciones académicas de 1970. Sin embargo, los descubrimientos petroleros en el sureste y un aumento en los precios mundiales de ese combustible, llevaron a que JLP y los suyos llamaran a la sociedad mexicana a recuperar la confianza: "la solución somos todos". Gracias a su petróleo -a su exportación-, México volvería a tener acceso al crédito internacional, seguiría adelante el proyecto de industrializarse basado en un mercado protegido, pero en expansión -el PIB crecería a un ritmo promedio del 8% anual- y la autosuficiencia alimentaria inyectaría recursos al campo, lo que a su vez reforzaría la seguridad nacional. El "Pacto de San José" en virtud del cual México y Venezuela aportarían petróleo en mejores términos que los del mercado mundial a Centroamérica y el Caribe, se vio como una base para que México creara en esa región una zona de influencia. En fin, que según JLP el reto del futuro era saber manejar la prosperidad. La utopía duró apenas el tiempo que transcurrió entre su elaboración y la caída del precio mundial del petróleo. Lo real fue la depresión, la petrolización, el déficit y la deuda externa. El llanto público de JLP tuvo razón de ser.
Al final, lo que quedaba de las proyecciones oficiales y del espíritu de la Revolución Mexicana se evaporaron y el verdadero desafío para toda la sociedad mexicana fue como manejar la catástrofe.
El horizonte del sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (MMH) nunca se despejó. La primera mitad la pasó tratando de salvar la nave semidestrozada del modelo económico heredado y la segunda mitad tratando de poner los cimientos del México neoliberal, globalizado y en retirada respecto de su proyecto en Centroamérica.
. Carlos Salinas y su grupo de tecnócratas volvieron a prometer un futuro brillante si México se deshacía definitivamente de los tabús y las visiones arcaicas de la Revolución Mexicana -en particular de su nacionalismo-, aceptaba un Tratado de Libre Comercio de la América del Norte y, finalmente, abrazaba incondicionalmente la modernidad, cuyas últimas tablas de la ley estaban contenidas en las recomendaciones del "Consenso de Washington": amarás al mercado por sobre todas las cosas, privatizarás, no incurrirás en déficit fiscal ni estatizarás, destruirás los aranceles, te globalizarás, etc.
El proyecto del salinismo en esa, su primera fase, se vino abajo en 1994. Primero políticamente -levantamiento del EZLN, asesinato de Luis Donaldo Colosio- y luego económicamente -huida de capitales, devaluación, caída del 7% del PIB, inviabilidad de los bancos entregados al grupo salinista, Fobaproa, etc.
. Ernesto Zedillo simplemente no tuvo posibilidad de hacer realidad, ni siquiera por un breve momento, su slogan de campaña: "Bienestar para tu familia". No tuvo más proyecto que sobrevivir al naufragio del régimen autoritario, para terminar cerrando el primer y largo capítulo del PRI y su presidencialismo autoritario -71 años- aceptando la pérdida de la presidencia misma en 2000.
. La promesa de Vicente Fox en el 2000 no fue de carácter económico -siempre fue claro que mantendría el proyecto económico heredado- sino político. El "No nos falles" de la noche del 2 de julio de 2000 implicaba un compromiso para usar a fondo la enorme legitimidad generada por la primera elección genuinamente competida y con resultados creíbles de nuestra historia, para dejar definitivamente atrás al autoritarismo, fincar responsabilidades a los represores y corruptos del pasado, dignificar a la política y avanzar en la democratización de toda la estructura institucional. Nada de eso ocurrió, pero la posibilidad de un triunfo de la izquierda en 2006 llevó a terminar con la transparencia electoral de seis años atrás.
El segundo presidente panista, Felipe Calderón (FC), asumió el poder en medio del escándalo tras justificar su dudoso triunfo con el tristemente célebre "haiga sido como haiga sido". Así, lo que pudo haber cristalizado en una genuina fuente de confianza -la transición democrática- que alentara a la economía, quedó en una simple alternancia de partidos, pues tras el fracaso de la única política sustantiva de FC -la guerra contra los cárteles de la droga- el viejo PRI y sus tradiciones retornaron a la presidencia y al país.
La elección de Enrique Peña Nieto (EPN) se hizo a la vieja usanza. Su propuesta de unir a los tres grandes partidos en un "Pacto por México" sorprendió, pero a estas alturas la imaginación y la confianza del ciudadano en el futuro difícilmente podrían ser despertadas por los 95 compromisos de ese Pacto, mismos que casi nadie podría recordar, y cuya puesta en práctica en medio de una economía que no crece, ha generado ya disensos notables.
. Si en 1970 se pudo pensar, con datos y cierta confianza, en la naturaleza de nuestro futuro, hoy tarea semejante parece un imposible. Marchamos, pero sin confianza -la agotaron las promesas violadas- pues realmente no sabemos hacia dónde.


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