jueves, 17 de octubre de 2013

Sergio Sarmiento - Pagamos más

Nuestros políticos dicen que si los mexicanos queremos tener servicios públicos similares a los de Suecia o Suiza debemos pagar impuestos como en esos países. Yo no sé si realmente la calidad de los servicios públicos mexicanos mejorará si damos más dinero al gobierno, pero bajar los impuestos a los niveles de Suecia o Suiza sí me parece atractivo.

En Suecia la tasa de impuesto sobre la renta a las empresas es de sólo 22 por ciento. En Suiza, el país más competitivo según el Foro Económico Mundial, es incluso menor: 21.1 por ciento, tras sumar el 6.7 nacional y el 14.4 por ciento cantonal. Corea del sur, un país que ha venido de atrás para rebasarnos ampliamente en desarrollo, cobra 22 por ciento de impuesto a la renta nacional y 2.2 por ciento local (OECD, Tax Database).




Los países emergentes, los que quieren labrarse nuevos mercados y nueva prosperidad, gravan incluso menos. Chile cobra a las empresas 20 por ciento de impuesto sobre la renta; la República Checa, 19; Hungría, también 19. Irlanda logró su gran despegue económico en la década de 1980 gracias a una reforma que redujo la tasa de impuesto corporativo de 50 a 12.5 por ciento, que se mantiene hasta hoy.

En México vamos en sentido contrario a la tendencia internacional. La tasa de impuesto sobre la renta personal y corporativa subió de 28 a 30 por ciento de manera “temporal” en 2010 y ahí se mantiene. El promedio simple de la tasa corporativa del impuesto sobre la renta en los países de la OCDE ha bajado en cambio de 47.5 en 1981 a 25.4 por ciento en 2012 (taxfoundation.org).

Fuera de la OCDE países como China, con el que competimos directamente en el mercado estadounidense, cobran 25 por ciento de impuesto sobre la renta, aunque con exenciones muy importantes, sobre todo para nuevas inversiones. Si una empresa hace una nueva inversión en China tiene garantizados cuando menos cinco años sin pago de impuestos.

Para 2014 el gobierno mexicano propone subir la tasa a las personas físicas de 30 a 32 por ciento y eliminar muchas de las deducciones que había en la ley. La suma de las dos medidas generará un aumento importante de la carga fiscal para mexicanos que no reciben ningún servicio del gobierno: ni siquiera seguridad, educación o salud.

La tasa nominal para las empresas no aumenta con la miscelánea fiscal para el 2014. Permanece en 30 por ciento. El gobierno de Peña Nieto, sin embargo, añade un impuesto de 10 por ciento a los dividendos lo que, sumado al reparto de utilidades también de 10 por ciento, sube la carga fiscal total de una empresa en México a cerca de 50 por ciento. Es una de las mayores del mundo. La única forma en que las empresas pueden operar en México es si mantienen sueldos de hambre. Esto es, al parecer, lo que busca el gobierno.

La mayoría de los países del mundo están peleando por atraer mayores inversiones productivas y así generar empleos para dar un mejor nivel de vida a sus ciudadanos. Esto lo han entendido naciones como Suecia que para generar inversiones han bajado sus impuestos corporativos (aunque mantengan altas tasas a las personas físicas, cautivas que no pueden buscar mejores tratos en otros países como las empresas).

Nosotros estamos subiendo las tasas no sólo a las personas físicas sino que estamos llevando los impuestos corporativos a niveles que ya no son competitivos en el mundo. En su afán de llenarse los bolsillos de dinero, la clase política mexicana está dispuesta a sacrificar la inversión productiva, la creación de empleos y el bienestar de los mexicanos.

Reservas

Cuando un grupo de empresarios le hizo notar al secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que eliminar la deducibilidad de las reservas quebraría de manera automática a todas las aseguradoras, la respuesta del secretario fue: “No nos habíamos dado cuenta. Lo corregiremos”. Mucha de la reforma fiscal parece haber sido hecha con esas mismas sólidas bases.

 www.sergiosarmiento.com

Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=198278

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