Si usted piensa que la frase el pueblo unido jamás será vencido es una tontería, vuelva a revisar la historia, porque cuando de erradicar ciertos vicios sociales se trata, nada es más poderoso que la unión detrás de un propósito claro de la mano de una estrategia transparente y puntual. Hace ocho años mientras estaba en Canadá tuve un encuentro con una organización civil de jornaleros migrantes temporales de América Latina que trabajan en la agricultura. En aquella ocasión se organizaban con una estructura horizontal, estratégicamente impecable para lograr su objetivo: mejor paga, trato respetuoso o boicot a empresas.
La semana pasada las y los trabajadores de la agricultura reunidos en una coalición fueron premiados por la efectividad de su estrategia con la que lograron doblegar a las empresas alimentarias de ese país, para evitar que compren jitomate sembrado y cosechado por manos esclavas. Tal y como lo documentó Laura Castellanos en El Universal, las y los jornaleros de origen mexicano, guatemalteco y haitiano crearon, desde 1995 en Estados Unidos, la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW). Su coalición, sin líderes corruptos de por medio, estableció el programa Comida Justa, que plantea cero tolerancia a empresas esclavistas que explotan laboralmente a quienes trabajan en la pizca. Crearon el código de ética para impedir el asalto sexual de las mujeres que laboran en la agricultura. Esta práctica ha sido una constante en los dos países del norte del continente, donde las mujeres migrantes además de hacer el trabajo de pizca de frutas y verduras, son forzadas a preparar los alimentos de los trabajadores y explotadas sexualmente por los capataces. A lo largo de los años cientos de casos de este tipo han sido documentados por organizaciones que defienden los derechos de migrantes, quienes son contratadas por los propietarios de sembradíos que proveen materia prima para grandes productoras de comida rápida, o supermercados que presumen su calidad orgánica, como Whole Foods.
Immokalee es un pueblo en la región de Florida, donde se produce el 90 por ciento de jitomate a todos los Estados Unidos, y fue históricamente el centro de esclavitud laboral en que las y los trabajadores han sido heridos e incluso algunos perdieron la vida en manos de capataces violentos y despiadados.
Durante 12 años la coalición educó a la comunidad, recibió apoyo de diversas organizaciones y de estudiantes para finalmente lograr que los gigantes Taco Bell, Mc Donald’s, Burger King y Subway, entre otros, fuercen a sus proveedores a firmar el convenio de buenas prácticas libres de esclavitud y trata de personas. Deben demostrar que dan un trato digno a las y los trabajadores del campo, sean o no migrantes temporales.
La CIW ha demostrado que las y los jornaleros son capaces de transformar las prácticas empresariales esclavistas que avalan la trata laboral, y lo han logrado porque supieron incidir y comunicar su mensaje. Su constancia y perseverancia, así como la incidencia en todos los eslabones involucrados en la perpetuación de las malas prácticas hicieron historia.
El boicot a las empresas duró mucho tiempo ciertamente; paralelamente esta organización comenzó un trabajo arduo de educación en las universidades, para que sus estudiantes entendieran cómo es la vida de una o un jornalero cuyo trabajo arduo pone en manos del consumidor final salsa, una hamburguesa o una ensalada. Ahora el boicot es contra Wendy’s, que se niega a evitar la esclavitud.
La efectividad de esta coalición nos recuerda cuál debería de ser el verdadero papel de los sindicatos laborales, como avanzar en los derechos para toda la sociedad, fomentar buenas prácticas y educar a la comunidad, (y no ganar cotos de poder para una pequeña élite sindical que a su vez reproduce la explotación y fortalece la corrupción). Su ejemplo es inspirador por donde se le vea.
Es importante reconocer este esfuerzo, porque nos recuerda la utilidad del boicot empresarial cuando se sustenta en una estrategia integral de largo plazo. Y vaya que rompieron con falsos preceptos, para comenzar con aquél de que las y los trabajadores de México y Centroamérica carecen de cultura y por ello pueden ser esclavizados; o que quienes migran por trabajo están dispuestas a cualquier cosa con tal de trabajar. Su ejemplo de inteligencia, honestidad y dignidad revela la importancia de la defensa de los derechos humanos en las luchas laborales; pone sobre la mesa el vital tema de la fuerza laboral migratoria con derechos inalienables y evoca el valor real de una comunidad unida que no fue vencida.
@lydiacachosi
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