A su manera, con sus estilos, en lenguajes diferentes, peroLópez Obrador y el PAN unificaron, a querer o no, una resistencia político-social-legislativa contra dos de las propuestas más importantes del gobierno peñista: las reformas energética y hacendaria. La oposición revivió el domingo pasado.
Sí, las arengas de AMLO en la plaza pública para iniciar la llamada “desobediencia civil” —su arena natural, su fuerza política—, así como el “volanteo ciudadano” del panismo —su origen de protesta durante los años dorados del priato—, resurgieron como diques político-sociales para contener esas reformas. López Obrador y su resistencia pacífica: cercar a las cámaras de Diputados y de Senadores; no pagar luz ni más impuestos; utilizar redes sociales; no ver a cierta televisora ni comprar en determinada cadena de tiendas, como medidas de presión ante una eventual aprobación de la reforma energética, se encuadran en una serie de planteamientos —son sólo eso—, que para toda democracia son necesarios y obligados.
Como necesarios y obligados son los contactos ciudadanos del PAN, encabezados por su presidente,Gustavo Madero, y secundados por quienes se han erigido como las cabezas calderonistas contra la reforma hacendaria: Mariana Gómez del Campo y Javier Lozano, como piedras angulares del papel que hoy debe desempeñar la tradicional oposición de derecha, interrumpida por doce años de gobierno (2000-2012). ¿Por qué son necesarios y obligados estos contrapesos al poder presidencial y al partido en el gobierno? Por casi nada: para evitar el regreso de la dictadura política que gobernó a México durante 70 años. Para evitar la vuelta de la “dictadura perfecta”, acuñada por el admirable Vargas Llosa.
La alianza virtual lograda entre AMLO —contra la reforma energética— y el PAN —contra la reforma fiscal— el domingo pasado en el terreno natural de las oposiciones: las calles, son buenas noticias para la incipiente democracia mexicana.
¿Por qué?
Por dos razones fundamentales:
Primero, porque la tentación del autoritarismo del PRI —acostumbrado a gobernar durante siete décadas sin contrapesos ni diseñado para la democracia y bajo una naturaleza más para imponer en lugar de consensuar de manera democrática— siempre ha estado latente, ya sea como gobierno o como oposición, cuando se opuso a ultranza a las reformas planteadas por Fox y Calderón. Sí, esas mismas reformas que hoy el PRI reclama.
Segundo, porque si queremos consolidar la democracia mexicana, es necesaria una oposición viva, actuante, demandante, cercana a los ciudadanos. Un bloque opositor fortalecido en sus carriles populares y legislativos, presionando, advirtiendo, sin necesidad de la violencia y con la herramienta más poderosa que pueda tener el ser humano: la palabra. Respetables los ciudadanos que acompañaron a AMLO durante su mitin en contra de la reforma energética.
Respetables los ciudadanos que saludaron y escucharon aMadero, a Mariana, a Lozano, a todo aquel panista que se les ha acercado y explicado los motivos para rechazar la reforma hacendaria: no al IVA en las colegiaturas ni a las hipotecas ni a la compra-venta de casas, puñaladas todas para una clase media cada vez menos en esa media y más empujada a la clase baja.
Es la calle y son las cámaras.
Es la protesta pública con los ciudadanos, pero también es el voto decisivo: el de diputados y senadores.
El PAN ya definió postura frente a la reforma hacendaria: votará en contra. Sin fisuras. Aquí el PRD está titubeante. Error grave sería que los amarillos se aliaran al PRI y sacaran juntos, en el terreno legislativo, la reforma fiscal. Sería una traición a sus propios principios: primero los pobres, sí, pero es la clase media la que con sus impuestos alimenta y sostiene, en gran medida, a los pobres del país. Mucho cuidado. El PRD también ya marcó su línea con la reforma energética: Cuauhtémoc Cárdenas, Jesús Zambrano, AMLO, y compañía, la rechazarán, sobre todo el renglón de inyectar inversión privada a Pemex.
Y así como el PRD no debe aliarse con el PRI en la reforma hacendaria, el PAN tampoco debe hacerlo en la reforma energética bajo las condiciones absolutas del gobierno. Siempre habrá opciones. Un buen principio sería eliminando las prebendas al STPRM —soporte financiero del PRI—, y a su líder, el multimillonario Romero Deschamps. Primero esto y luego hablamos.
Y que nadie se asuste con que AMLO y los panistas salgan a las calles a protestar o a convencer a ciudadanos de los contras de las reformas gubernamentales. A nadie conviene el silencio, la sumisión. El sometimiento.
Esos tiempos ya pasaron.
Twitter: @_martinmoreno
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