martes, 3 de diciembre de 2013

Rafael Loret de Mola - ¡Pobres olvidados!

En 2005, algunos empresarios mexicanos, deseosos de obstaculizar el posible tránsito de Andrés Manuel López Obrador hacia la candidatura presidencial –estaba en juego, además, su célebre juicio de procedencia, esto es su desafuero, que no dio lugar a cauce penal alguno-, cuestionaron severamente lo expresado por el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal: Sólo si se supera la pobreza será posible abatir la crecida imparable de los índices de criminalidad. Enseguida, los clásicos fariseos adujeron que, con ello, insultaba a quienes tenían escasos recursos y eran, en muchos casos, más honrados que el resto de la población en su conjunto. 

(Desde luego no cayeron en el lapsus del venezolano Nicolás Maduro Moros, quien pretende ser un clon de Hugo Chávez Frías, cuando expresó que “esos capitalistas son tan ladrones como nosotros”... y no se mordió la lengua). 





Años atrás, en la década de los ochenta de la centuria pasada, el entonces presidente de Cuba, Fidel Castro Ruz, habló fuerte contra el agio internacional y pidió a las naciones de Latinoamérica que declararan una moratoria –Juárez lo hizo en su tiempo provocando con ello la irritación de los oligarcas extranjeros preparados para una nueva ocupación de nuestro territorio-, para poder enfrentar a los acreedores cuyos réditos inmorales asfixiaban a los pueblos. 

Inmediatamente los dueños de los grandes capitales, y sus prestanombres en México, pusieron el grito en el cielo señalando que una política como esa tendería a fracturar la “economía mundial” con efectos devastadores... para ellos, claro. Pocos meses después, el Papa Juan Pablo, el Magno, opinó en el mismo sentido pero ya cuando cada país había negociado su deuda unilateralmente –el señor miguel de la madrid, ya extinto, sirvió de cabildero del Fondo Monetario Internacional para evitar que el argentino Raúl Ricardo Alfonsín, considerado ahora una especie de héroe civil en su patria, implementara su iniciativa en pro de un club de deudores entre todos los pueblos al sur del Bravo-, indicando que era una inmoralidad atroz sembrar hambre para mantener al auge la macroeconomía. En la misma línea de Castro... pero sin uniformes militares de por medio.

Así sucedió con López Obrador quien, por supuesto, desdeñó las críticas, no fue a la cárcel como tantos desbordados pedían, y fue legitimando su aserto al calor de los hechos: de los hatos más miserables salen los cooptados por los sicarios al servicio del crimen organizado, desde narcotraficantes hasta bandas de raterillos que pululan por las ciudades con mayores concentraciones humanas. No es un misterio ya, sin la demagogia rutilante de cuantos, sin ensuciarse los zapatos, presumían miserable “estigmatizar” a los pobres –cuando hay tantos decentes y resistentes-, para encubrir el meollo de la violencia imparable. La realidad los ha desnudado a todos, a los farsantes, a los demagogos y a los sumisos. 

Eso sí: callaron, lastimosamente, cuando el Papa habló en términos similares condenando a la maldad en el mundo y a los enfrentamientos entre los seres humanos que se gestan en la desesperación. De hecho, ninguna Revolución en el mundo hubiese tenido cauce sin las permanentes injusticias sociales, el estigma de la postración y el horror sostenido de la explotación de los poderosos sobre los débiles. Recordemos las huelgas de los mineros de Cananea, Sonora, y los textileros de Río Blanco, Veracruz, como los primeros verdaderos conatos, en 1908, de la Revolución maderista, traicionada poco después con la impudicia del embajador estadounidense, Henry Lane Wilson, tan beodo como “el chacal” Huerta, como elemento central de una trama denigrante.

El Papa Juan Pablo y ahora el Pontífice Francisco –los dos no italianos, por cierto-, fueron mucho más allá de las recomendaciones de la Curia Romana siempre activa para velar por los intereses financieros multinacionales del Estado Vaticano, el más pequeño del mundo y uno de los grandes consorcios económicos del globo terráqueo muy alejados de la doctrina superior en contra de quienes acumulan riquezas y las arrebatan a los pobres. La condena del actual Obispo de Roma no deja lugar a dudas y exhibe al agio internacional, en el que se basan las interrelaciones infectas entre los acreedores poderosos y los deudores saqueados, con una sentencia adicional en contra de las naciones que actúan como rectoras del universo capitalista y hunden a los pueblos que, sin poder pagar, caen en la improductividad, primero, y en la desesperación, después.

En su “Exhortación Apostólica” a la que designó “La Alegría del Evangelio” –en su humildad optó por no calificarla como encíclica-, Francisco apuntó:
“Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa”.

Con ello, naturalmente, condena el acaparamiento excesivo de riqueza así sea como consecuencia de una dilatada carrera de negocios, incluso no ilícitos, con redituables ganancias y la consiguiente derrota de los competidores. La llamada “libre empresa”, de modo alguno, de acuerdo a este sentido de la ética que debiera ser universal, no puede fundamentarse en la miseria de las mayorías a cambio del triunfo de la audacia o de la fuerza multinacional porque, de ser así, también los grandes cárteles reclamarán el mismo juicio para vindicarse a los ojos de Dios. Esto queda muy en claro. 

El golpe es tremendo contra el capitalismo cuando Francisco estima: “En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”.

Fagocitar, para quienes no entiendan el término, significa, nada menos, “absorber una cultura dominante aspectos de otra, haciéndola perder su potencialidad crítica”. Esto es lo mismo que la expansión e injerencia de las potencias sobre las naciones satélites en aras de una supuesta “coordinación” tendiente a someterlas. Como en el caso de México respecto al mercado de las drogas en donde las hipocresías saltan, una a otra, sin el menor respeto de los fuertes a las soberanías ajenas. Tal ocurre con nuestro México, en esta hora devastadora, en la que las fuentes oficiales comercian con nuestra riqueza energética, haciéndonos perder, con vista hacia el futuro, cuanto nos es esencial para garantizar nuestra estabilidad social. Es esta misma línea, aunque no se aprecie más que de manera superficial, la misma que sigue el superior gobierno para suavizar las protestas cívicas aduciendo que bajarán las tarifas de luz y el costo de las gasolinas; pero, ¿y después, cuando dejen de percibirse los ingresos generados por la industria petrolera cuya expropiación, en 1938, colocó a México en la ruta del desarrollo aunque luego fuera traicionada? La misma perspectiva del salinismo cuando vendió paraestatales para obtener un superávit que, en poco tiempo, se tradujo en una mayor pobreza.

Total: para eso estaba la derecha; bastó a los fox –todos ellos en minúsculas-, modificar los parámetros de medición de la pobreza para hacer creer que el número de depauperados iba hacia abajo en los tendenciosos registros de la economía macro. Nunca fue así: sólo que, por decreto presidencial, quienes ganaban dos dólares al día, una miseria, dejaron de estar situados entre la pobreza extrema; como para darnos, a todos, atole con los dedos. ¡Qué vergüenza para la inteligencia del colectivo cuando dejó pasar esta enorme afrenta!¡Y más todavía al registrarse que, a lo largo de los sexenios foxista y calderonista, el ingreso de cada familia mexicana, pobre o rica, había disminuido doce por ciento, uno por ciento al año, en una caída hacia la nada! Tal es el vergonzoso legado.

De allí, la sentencia mayor del Papa Francisco, que coincide en mucho con aquel análisis de hace ocho años emitido por el denostado López Obrador:
--”Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”.

¿Quién se atreve ahora a contradecirlo?

Debate
No es vergonzoso rectificar sino tropezar dos o más veces con la misma piedra o caer en la necedad con tal de exaltar la soberbia. Nuestro gobierno no sabe negociar porque NO acepta ningún otro argumento salvo el suyo. Y lo peor: igualmente la oposición, específicamente la más radical –López Obrador y su MORENA-, caen en el mismo escenario claramente antidemocrático, esto es jamás reconocer virtud en el contrario sino sólo defectos, arrogándose tener la razón absoluta en cada controversia. Pero ninguno, ni los miembros del gobierno ni los militantes disidentes, son pequeños dioses terrenales sin simples seres humanos. ¿Es necesario recordárselos? Pues, sí.

De no ser así, cabría una puesta de acuerdo que nada tuviera que ver con los chantajes derivados del defraudador “Pacto por México” con un año de vida tan improductiva como pueril. Los opositores tienen un instrumento más para poner sobre las cuerdas al presidente Peña y éste, sencillamente, no pasa la línea a pesar de su inclinación evidente –lo demostró hace un año-, hacia el autoritarismo aunque se encuentre inmovilizado, ahora, por los mismos poderes fácticos que pretendió combatir.

Dos entidades federales están en estado de ingobernabilidad y otras más apuntan hacia el mismo derrotero. Veintidós gobiernos están en los límites presupuestales sin poder solventar, siquiera, las “colas” de los desastres naturales que tan bien hicieron ver al presidente, y a su guapa mujer –la primera dama con mayores candilejas sobre su rostro en el mundo-, cumpliendo, al fin, las tareas sociales que no tuvieron previstas en el arranque de la gestión administrativa en curso.

WEB: rafael-loretdemola.mx
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com

Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/pobres-olvidados-1386056867

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