R I C A R D O R A P H A E L
Nuevo ciclo, nuevo Gabinete
Se cierra el ciclo de la política, en singular, para dar paso al de las políticas, en plural. Difícil medir el porcentaje de tiempo dedicado hasta ahora por Enrique Peña Nieto y su equipo más cercano a los acuerdos fabricados dentro del Pacto por México.
Dntuitivamente podría afirmarse que fue mucho. Nada se presentó como más importante que acordar con las dirigencias de PAN y PRD las reformas educativa, de telecom, fiscal, anticorrupción, transparencia, electoral, política o energética, entre otras.
Vale recordar aquí el discurso pronunciado por el jefe del Ejecutivo el 2 de septiembre de este año para confirmar la importancia de la apuesta celebrada a favor de las reformas estructurales y también el desafío autoimpuesto por el Presidente para que fuesen resueltas en muy breve plazo.
Al final, la iniciativas aprobadas variaron por su calidad. Unas exhibieron buena factura, mientras otras tienen como metáfora la de una calle pródiga en baches y quebraduras. No podía esperarse mejor cuando la prisa era tanta y el Congreso renunció explícitamente a su responsabilidad para mejorar la virtud de los productos enviados desde la muy exclusiva mesa del Pacto por México.
Ya vendrá mejor temporada legislativa para corregir los errores y perfeccionar las leyes. En algunos temas, como por ejemplo el educativo o el electoral, es obligado que la calle vuelva a pavimentarse con mejor inteligencia y parsimonia.
Para cuando ello ocurra la euforia reformadora de 2013 habrá quedado atrás y la velocidad impuesta desde Los Pinos no será ya pretexto para la mala hechura.
Agotado el periodo de la política, sigue ahora otro de distinta naturaleza. La energía y agenda dedicadas a los acuerdos habrán de dejar lugar para que el gobierno se estrene en la gestión de sus propias políticas públicas.
Hasta hoy sólo el programa Sin Hambre lleva sello riguroso del peñanietismo. No existe otra política que presuma herraje de la actual presidencia. Un programa que, por cierto, ha merecido críticas graves por su diseño clientelar y su propósito propagandístico. Prácticamente ningún aplauso ha obtenido por parte de quienes entienden sobre políticas de lucha contra la pobreza alimentaria.
Más allá de esta iniciativa, es difícil decir, por ejemplo, cuál es la política de seguridad del gobierno, cuál la turística, la ambiental, la metropolitana, la industrial o la dedicada a mejorar la agricultura. Sin menospreciar los buenos deseos inscritos en el PND, las políticas públicas de esta administración aún no han sido presentadas en sociedad.
Si a partir de enero de 2014 el Gobierno de la República no exhibe músculo programático, el pactismo del año previo será olvidado. Cabe en este escenario preconizar cambios en el Gabinete presidencial. El equipo necesario para pactar es distinto al que se requiere para ejecutar.
Una cosa es subir o bajar los acuerdos para que cuadren las expectativas de los negociadores y otra muy distinta es diseñar una política, asignar presupuestos, saber gastarlos, evaluar y vender sus beneficios.
A 13 meses de arrancada la administración todavía son pobres las pruebas sobre su habilidad para celebrar esta segunda tarea. Tampoco abundan los elementos de juicio para presumir talento entre los actuales integrantes del gabinete en lo que toca al arte de las políticas públicas.
Podría especularse que así lo planeó Peña Nieto. Colocó en puestos sensibles para la negociación a profesionales experimentados: ex gobernadores y ex legisladores bien curtidos en el manejo fino de los egos y los intereses más mezquinos, en el malabarismo que a veces regala zanahorias y otras propina garrotazos.
Ahora que el ciclo de las reformas se cierra cabe pensar que lo mismo ocurrirá con el mandato entregado a algunos de esos personajes. Para sustituirlos, acaso veremos llegar a la primera línea de mando a operadores con menos experiencia en el arte de la negociación pero más energéticos a la hora de ejecutar las políticas.
Una pregunta se impone después de echar un vistazo al ciclo que se cierra: ¿serán estas políticas de tan pobre factura como algunas reformas legislativas originadas en el Pacto por México (la electoral), o se acercarán a los mejores logros que ese conjunto de acuerdos también obtuvo (la de transparencia)? La clave para obtener respuestas estará en los nuevos nombramientos
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