¿Cuáles habrán sido los deseos y las propuestas de la primera dama, Angélica Rivera, para 2014? ¿Habrá pedido como deseo aparecer más en público al lado de Peña Nieto? O al contrario, tal vez, uno de sus deseos consistió en ser todavía más de bajo perfil que el año que pasó? ¿Qué tanto le interesará la política a nuestra primera dama? ¿Qué tan enterada estará respecto a las reformas, la energética y la de educación? ¿Qué leerá nuestra primera dama? ¿Estará al tanto de las columnas políticas donde critican a su marido? ¿Hablará de política y de la situación en que se encuentra nuestro país, con su marido, en la intimidad? ¿Comentará las noticias con sus hijos?
Preguntas como las anteriores, seguramente, se formularán muchos ciudadanos, porque en realidad conocemos más acerca de la vida de la actriz, que de la primera dama. Lo cual personalmente lamento.
Aparte de Margarita Zavala, de quien guardo el mejor de los recuerdos (a pesar de que no está muy enterada de la vida y trayectoria de los Beatles), hacía mucho tiempo no me inspiraba tanta simpatía la esposa del presidente de México. Reconozco que en el caso de Angélica Rivera, lo que proyecta su imagen y su comportamiento al cabo de un año me resulta muy positivo. Me parece una mujer muy bella, carismática, simpática y con una enorme capacidad de comunicación. Además, tiene otra cualidad, es muy discreta, y como diría doña Lola, siempre está “en su lugar”, es decir, no es protagónica, y cuando ha dado discursos, es mesurada, clara y por añadidura resulta muy cercana. ¿Qué más se le podría pedir a una primera dama, sobre todo después de las que hemos tenido?
Dicho lo anterior, no puedo dejar de preguntarme, ¿por qué si la primera dama mexicana cuenta con tantas cualidades, no aparece a la luz pública más seguido? ¿Por qué no haría más declaraciones por ejemplo respecto a temas sociales como la violencia contra la mujer, la explotación de los niños o las abuelas marginadas y abandonadas? Estoy segura que a muchos ciudadanos nos gustaría verla y escucharla aún más. No sé en qué columna política leí que las apariciones o “desapariciones” de la primera dama tenían que ver con una estrategia política. Imagino que los “imagólogos” de la Presidencia opinan que no es conveniente que nadie “le robe cámara al Presidente”. Hemos de decir que no están lejos de la razón. Veo en YouTube el spot de Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera invitando a la opinión pública a participar en el más reciente “Teletón”, y en efecto, es evidente que ella manda el mensaje mucho mejor que él. El lenguaje corporal de la primera dama es mucho más natural, cálido e incluso aún más profesional que el de Enrique Peña Nieto (sus ojos se ven pequeñísimos al lado de los de Angélica), quien aparece acartonado (siempre con su particular gesto de unir los dedos índice y pulgar como para subrayar su dicho), y como si estuviera preocupado de que su esposa le estuviera, en esos momentos, efectivamente, “robando cámara”.
Jamás, cosa rara en México, donde se crítica y se hace mofa de todo, especialmente si tiene que ver con los personajes políticos, he escuchado un comentario negativo respecto a la primera dama: “me encanta cómo se viste”, “se ve que no es ni arribista, ni ambiciosa, ni mucho menos chocante como era Martita”, “cuando acompaña al Presidente al extranjero, siempre la elogian los diarios locales: en Francia, la adoraron”, “es cierto, hacen muy bonita pareja, pero ella es mejor en todos los sentidos de la palabra, le creo más”, “aunque sea muy Televisa, me cae bien”, “me gusta mucho su juventud y la imagen que nos da como mujer guapa, bien vestida, con mucho gusto y se le ve también muy carismática”.
Por último diremos que el ex presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, quien también tiene una esposa artista y particularmente bella, asumía que Carla Bruni podía cantar en público e incluso salir en un papel menor en la película Midnight in Paris, de Woody Allen. He allí a un mandatario muy seguro de sí mismo.
Ojalá que Enrique Peña Nieto no le corte las alas a su “Gaviota”.
Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/las-alas-de-la-gaviota-1388653236
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