jueves, 2 de enero de 2014

Jesús Reyes Heroles - El retraso de México

Ahora que México inicia este año con la perspectiva y con la posibilidad de que el país cambie y siga esforzado en cambiar, cabe reflexionar sobre la causa raíz de muchos de los "retrasos" que todavía marcan a México. Tomo el concepto de un artículo de Jorge Castañeda, pues pienso que motiva reflexiones adicionales.
Sin adoptar la posición extrema de buscar el retraso de México en las costumbres de nuestros orígenes indígenas o en las prácticas introducidas durante la Conquista, es menester considerar un plazo un poco más largo. ¿Cuáles son algunas de las principales causas del retraso de México hoy y qué implican para 2014?





Una fundamental es que faltó una política poblacional efectiva hasta el primer lustro de los 70. La población crecía a una tasa de 3.6% anual, lo que generaba una explosión demográfica que se reconocía como excesiva y amenazante para el futuro de México. Sin embargo, el gobierno actuó tarde, después de agotar su máxima inicial de "gobernar es poblar". La consecuencia fue un aumento aceleradísimo de la población (joven), que si bien en principio es un activo (bono demográfico), también representa demandas directas para el gobierno, que tiene que ofrecerles educación (media y superior), y/o empleo digno y bien remunerado.
La respuesta fue otra: el crecimiento fue insuficiente para ese reto (5.9% en promedio 1971-1976), se detonó la inflación (5.2% en 1971, 15.7% en 1976), y se masificó demagógicamente la educación. Así, la falta de una política demográfica oportuna (para 1976 la población todavía crecía 3% anual) provocó una educación masificada y de mala calidad, que está en el origen de muchos de los problemas que ahora busca resolver la reforma educativa del presidente Peña Nieto.
Otra causa raíz del retraso mexicano fue la extensión durante 20 años del modelo económico proteccionista. La apertura comercial se pospuso cuando menos una década, lo que arraigó un aparato productivo ineficiente y los correspondientes intereses creados, que mantuvieron sus prebendas, y fue hasta 1986 cuando México ingresó al GATT e inició un período de apertura comercial unilateral.
Ese enfoque proteccionista abarcó al sector agropecuario. Fronteras cerradas, administradas por cuotas y cupos, con permisos de importación otorgados discrecionalmente y con corrupción, perpetuaron un sector agropecuario sin sustento competitivo. Todavía hoy las políticas hacia ese sector no han podido liberarse de esas ataduras, ya que se siguen favoreciendo más políticas de apoyo a la producción que de reforma estructural del campo, esto es, que actualicen la tenencia de la tierra, que otorguen apoyos efectivos para su capitalización y que eviten el extraordinario despilfarro y contaminación de 77% del agua en México.
En lo político, el cambio también se pospuso. Paradójicamente, la crisis política que desembocó en el conflicto de 1968 no encontró respuesta en una reforma por parte del nuevo gobierno en 1971. Para "atender" la crisis política, se cambió el paradigma económico y se abandonó la estabilidad financiera, sin que durante 1971-1976 se hubiera impulsado algún cambio relevante del sistema político mexicano. Eso también es causa de que todavía se sigan promoviendo cambios electorales y de gobernabilidad, cuya solución debió iniciar años antes de 1977.
El retraso de México también responde a un vetusto federalismo, que se ha acomodado a diversas crisis políticas, en ocasiones apuntalando el autoritarismo y en otras permitiendo el atrincheramiento de fuerzas políticas caciquiles y organizaciones cuasi feudales. El enorme poder, discrecionalidad e impunidad de los gobiernos estatales y municipales sigue siendo un lastre político de gran peso, soslayado hasta ahora por el proyecto reformista del presidente Peña Nieto. Esto también se retroalimenta y explica por qué durante 2013 la administración no impulsó una reforma fiscal integral (Federación, estados, municipios y seguridad social).
La situación del federalismo mexicano también explica el lento avance hacia una nueva estrategia de seguridad pública, que no puede concebirse sin una revisión a fondo de las funciones, capacidades y responsabilidades de los tres ámbitos de gobierno, a fin de estar en condiciones de enfrentar el nuevo espectro de la criminalidad en México.
Esa reformulación del federalismo mexicano, que se ha venido posponiendo por lustros, es una de las principales causas raíz de las deficiencias de las políticas públicas en lo fiscal, en seguridad pública, educación y salud, así como en otras políticas públicas de corte transversal.
Esperemos que 2013 sea recordado como el año en que inició la gran transformación de México, pero es claro que lo mucho que se avanzó no puede considerarse suficiente para superar el retraso de México, que tiene muchas causas añejas.



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