sábado, 24 de mayo de 2014

Jaime Sánchez Susarrey - Retroceso

Jesús Zambrano, presidente nacional del PRD, escribió un artículo sobre la reforma político-electoral que me conmovió (El Universal, 22/V/14). Vaya, casi derramo las lágrimas.

Cito: "Los asuntos electorales no son ya más asunto exclusivo de los partidos políticos. Son ya propiedad de la gente. Por eso esta reforma electoral es para la democracia, para el bien de la gente".

Sin embargo, pasados tres minutos, bueno, seis, pude controlar mi arrebato de entonar el Himno Nacional (y la Internacional), volví en mí y me puse a revisar los beneficios de la reforma para la gente... común y corriente.

El resultado fue, por decirlo educadamente, confuso. Voy punto por punto.









La reforma electoral otorga mayores recursos a los partidos políticos. Ya tienen muchos, pero quieren más. Por eso el tope para la recaudación de dinero privado pasó de 34 a 110 millones de pesos.

Es decir, se incrementó en un 226 por ciento. Pero aproximadamente el 70 por ciento de esos nuevos recursos provendrán de las aportaciones que deberán hacer -voluntariamente a fuerzas- los militantes y funcionarios públicos a las arcas de sus respectivos institutos políticos.

Pregunta elemental, en espera de respuesta: ¿en qué beneficia esto a la gente común y corriente?

La nueva reforma electoral crea el Instituto Nacional Electoral que suplirá al Instituto Federal Electoral. La propuesta original, apadrinada por el PAN y el PRD, era que el nuevo organismo se hiciera cargo de las elecciones federales y locales.

Se dijo entonces que esta nueva figura abarataría los costos de los procesos electorales, que son muy altos. Pero la oposición de gobernadores, consejeros estatales y tribunales electorales locales obligó a replantear el objetivo.

Ahora tendremos 32 institutos electorales locales, 32 tribunales locales, el INE y el Tribunal Federal Electoral.

Sobra señalar que la burocracia se incrementará, que habrá una -potencial- duplicidad de funciones y que todo eso demandará mayores recursos.

Así que, pregunta elemental, en espera de respuesta: ¿en que beneficia a la gente común y corriente el incremento del presupuesto electoral, que ya era demasiado alto?

El nuevo Instituto Nacional Electoral tendrá varias atribuciones: nombrará a los consejeros de los órganos electorales locales, podrá destituirlos, pero además podrá atraer -si lo considera pertinente- una, varias funciones, o la totalidad del proceso electoral.

Esta capacidad discrecional, que dependerá de que ocho de los once consejeros del INE así lo decidan, se convertirá en un factor que generará incertidumbre y, consecuentemente, conflictos.

Porque, como lo ha advertido un ex presidente del Instituto Federal Electoral, bien se puede dar el caso que un partido exija la atracción del proceso electoral local por el INE, pero otro(s) cuestione(n) dicha propuesta.

A partir de ese momento, el INE estará condenado a sufrir la suerte del cohetero: si atrae la elección, quedará mal con unos, pero si no, quedará mal con otros.

Pregunta elemental, en espera de respuesta: ¿en qué beneficia a la gente común y corriente que las elecciones locales deriven en conflictos de pronóstico reservado?

Otra de las joyas de la reforma electoral se refiere a las causales de nulidad de una elección. Anteriormente eran tres: la no instalación del 25 por ciento de las casillas, irregularidades en el 25 por ciento de la casillas o que el candidato ganador fuese inelegible, porque su toma de posesión violaría la ley por el hecho de haber delinquido.

Ahora, se establece la nulidad de elecciones cuando un candidato rebase por más de 5 por ciento el tope de gasto de campaña, que reciba o utilice recursos ilícitos o compre cobertura informativa o tiempos en radio y televisión.

La nulidad procederá cuando la violación sea determinante para el resultado y se establece que esto ocurrirá cuando la diferencia entre el primero y segundo lugares sea menor a 5 por ciento de la votación.

Esto equivale, a la luz de la experiencia histórica, en la que los perdedores recurrentemente desconocen la victoria del adversario, a una abierta invitación a impugnar los procesos electorales de manera sistemática.

Pregunta elemental, en espera de respuesta: ¿en qué beneficia a la gente común y corriente que las elecciones presidenciales deriven en conflictos poselectorales permanentes?

Concluyo con una reflexión elemental: la reforma electoral es una preocupación única y exclusiva de una clase política rezongona e insaciable. Pero además, a la manera de los cangrejos, constituye un riesgoso retroceso.


@sanchezsusarrey


Leído en http://buscador.terra.com.mx/Default.aspx?source=Search&ca=n&query=jaime+s%e1nchez+susarrey&order=

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