sábado, 31 de mayo de 2014

René Delgado - Cuentos, augurios y acción

Entre augurios de signo contrario rebota el porvenir de las reformas estructurales.

 El gobierno lanza la preventa del paraíso, pero no falta quien asegure que la obra se finca en predios del infierno. El gobierno pide tiempo y no falta quien recuerde que, más de una vez, el tiempo ha derivado en un futuro vencido. El gobierno promete la salvación y la gente reclama por qué tanto naufragio. El gobierno sufre el síntoma de la incomprensión, y los de enfrente del síndrome de la desesperación.

 Lo cierto es que las reformas marchan con paso desigual y no sin tropiezos. Avanza la de telecomunicaciones, pero sin reglamento. La político-electoral ya fue reglamentada, pero inquieta que el mazacote legislativo parido resulte en retroceso. La hacendaria guarda con celo su secreto, pero la economía revela con escándalo su imposibilidad. La de competencia económica tiene un primer buen efecto directo y colateral. La educativa pone al descubierto la mar del desastre donde flota sin definir si naufraga o si navega. La energética salta a la cancha... entre patadas.







 Entre que sí y entre que no, la realidad -el necio ingrediente que siempre enturbia los buenos deseos- amenaza con descarrilar no sólo el porvenir de las reformas, sino con desvertebrar el país. El entusiasmo por salir de los obsesivos días circulares -tomando del escritor Gustavo Sainz el título de su novela- tropieza con el desencanto de sentir que del punto de partida no pasamos y, si pasamos, regresamos a él sin darnos cuenta.

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Ciertamente, todo cambio supone resistencia y, de no haberla, la sola asimilación y la instrumentación del mismo toman tiempo. Sin embargo, ese plazo lo restringe una circunstancia.
Desde 1988 a la fecha, tanta reforma se ha intentado que, como la ropa, de tanto usarse el recurso se ha gastado, sobre todo, a la luz de su mediocre resultado. En ese cuarto de siglo, no ha habido un solo mandatario humilde, capaz de dimensionar con justicia el tamaño y el alcance del ajuste ensayado. Todos han impreso a su proyecto un carácter estructural y el sucesor lo ha calificado de mero parche porque el suyo será, ese sí, el histórico y el verdadero.


 De Carlos Salinas a Felipe Calderón, el comercio, el campo, la educación, la hacienda, el régimen electoral, el petróleo, la electricidad, la pobreza, la seguridad, la corrupción... han sido el laboratorio donde se ensayaron cambios y cambios para que, sin menospreciar algunos avances, todo siga igual.

 El común denominador de los cuatro mandatarios que, en ese lapso, han ocupado, la residencia de Los Pinos es ajustar la ley a su intención -frecuentemente, a su capricho- sin considerar la tierra y el clima donde habría de enraizar el supuesto cambio. Y todos, sin excepción, han apelado al tiempo y la paciencia como condición para disfrutar el beneficio prometido. Ninguno ha temido al juicio de la historia porque, al final, el jurado de ese tribunal es amigo suyo.

 Así, la seguridad pública, la consolidación de la democracia, el benéfico derrame de las divisas del petróleo, la calidad educativa, la pureza del régimen electoral, el libre comercio internacional con impacto nacional, el pago justo y simplificado de los impuestos, la creación de empleos, el abatimiento de la pobreza, el combate a la corrupción, la reducción de la desigualdad, el crecimiento de la economía, la redistribución del ingreso han sido temas de entretenimiento del cuenta-cuentos sexenal, en turno.

 Las leyes se han reformado una y otra vez. pero el régimen del compadrazgo, de la transa y del capitalismo de cuates se mantiene incólume. El implacable ímpetu modernizador de la élite política tiene por límite esa irrenunciable tradición.

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Un cuarto de siglo después y al término del primer cuarto del sexenio -sí, el calendario marca hoy esa fecha-, las reformas estructurales planteadas por el presidente Enrique Peña Nieto, a través del Pacto por México, rebotan entre augurios buenos y malos pero, sobre todo, languidecen frente a una realidad económica y social adversa y una práctica política que vulnera el entusiasmo con que fueron, originalmente, acogidas.

 Entre el sentimiento de incomprensión que embarga al gobierno y el de desesperación que desboca a más de un sector social, la interrogante es cómo sostener el entusiasmo, cómo evitar el desencanto, y cómo reponer el horizonte nacional. En su sencillez, la respuesta implica su complejidad: reconstruyendo ladrillo por ladrillo la credibilidad, no con grandes trabes de utopía. Abonando el campo donde la ley se debe enraizar, en vez de abonando la ley sin campo donde sembrarla.

 Si el gobierno no considera que las socorridas reformas estructurales vienen siendo el cuento del gato con los pies de trapo y los ojos al revés... y quiere contarlo del mismo modo otra vez, ni sentido tiene preguntar por qué no se concede el beneficio de la duda a su posibilidad.

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Imprimirles credibilidad y posibilidad a las reformas exige actuar con mucha mayor firmeza y entereza, ahí, donde las anteriores fracasaron: en la realidad donde, con o sin reformas, campea la corrupción y la complicidad, la pusilanimidad con la que, cada sexenio, hornea su camada de millonarios, públicos y privados, y pervierte el proyecto en simple instrumento de enriquecimiento de unos cuantos.

 Si, en temporada de reformas, se advierte cómo recientísimos casos de corrupción son tratados con benevolencia y gracia, por qué dudar que el viejo cuento se repita. Si, en temporada de reformas, el rediseño del régimen electoral subsana, con la recentralización, el subdesarrollo y el implante de los partidos, por qué no se va a pensar en un nuevo y exclusivo reparto del poder. Si, en temporada de reformas, se legisla de prisa sobre las rodillas y de rodillas, por qué creer en el reequilibrio del poder. Si, en temporada de reformas, la complicidad de los partidos encubre a sus corruptos, por qué hablar de virtudes donde reina el vicio.

 Si, en verdad, el presidente Enrique Peña pretende trascender, la circunstancia reclama reivindicar las reformas en el campo de la acción de gobierno y de justicia hoy... no mañana. Ver para creer.

sobreaviso12@gmail.com


Leído en http://www.plazadearmas.com.mx/noticias/columnas/2014/05/31/sobreaviso_2264_1009.HTML



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