sábado, 21 de junio de 2014

Beatriz Pagés - Niños migrantes, ¿a quién le importan?

La reforma energética, el chantaje de los senadores que se sientan y se paran de la mesa de negociaciones, los escándalos por corrupción, los crímenes de la delincuencia organizada, las leyes secundarias inacabadas, el discurso, la columna, el comentario frívolo y oportunista, inundan la ocho columnas de los principales diarios del país y los tessers de los noticieros.

La crisis humanitaria detonada de octubre de 2013 a mayo de 2014, por la detención de 47 mil niños en la frontera con Estados Unidos, procedentes lo mismo de México que de Centroamérica, no aparece en la agenda, ni en las declaraciones, ni en la preocupación de los principales funcionarios públicos del país.
 
Para algunos analistas, el aumento sin precedente de ese flujo de menores se debe al rumor esparcido por las regiones más pobres del hemisferio sobre la inminente aprobación de la reforma migratoria de Barack Obama por parte del Congreso.
 
Michelle, esposa del presidente de Estados Unidos, declaró recientemente que a un país se le conoce por como trata a los inmigrantes, y si ese juicio se aplica al vecino del norte, también se debe aplicar para el caso mexicano.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Hoy, cuando México busca, en plena transición, dar un giro a la mala imagen que tiene en el exterior, no puede permitir que una parte de su territorio haga las veces de un “camino hacia el infierno” donde miles de niños de entre 5 y 17 años recorren a solas de 2 mil a 3 mil 200 kilómetros para llegar a la frontera con Estados Unidos.
 
Un “camino hacia el infierno” por ser víctimas en ese tránsito, sin que nadie haga nada, de la industria del tráfico humano que se ha desarrollado desde Honduras hasta Chiapas y Tamaulipas, pasando, obviamente, por Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
 
Niños y adolescentes vulnerables a la explotación laboral, al comercio sexual, convertidos en esclavos, alimentados con sobras, encerrados en jaulas por coyotes o polleros, extorsionados por criminales especializados en comercio de personas.
 
A partir del hallazgo de 193 cadáveres en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, en 2011, es cuando el país se entera de la existencia de una extensa red de comercio humano dominado por los cárteles de la zona, y cuyo principal blanco de comercio humano son los inmigrantes centroamericanos que huyen de sus países de origen montados en el lomo del Tren de la Muerte o La Bestia.
 
Desde entonces a la fecha no se ha evidenciado un cambio, la decisión clara y contundente de acabar con la red de corrupción que involucra lo mismo al criminal que a la policía migratoria y a una serie de pueblos y comunidades que viven de practicar la infamia humana.
 
Se advierte la indiferencia, la ausencia de voluntad política y de un liderazgo que asuma la decisión de sentar en la mesa lo mismo a Estados Unidos que a México y a los países integrantes del mal llamado “triángulo centroamericano” —Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua— para resolver de fondo los orígenes de la expulsión.
 
Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos cada día es más alta la cifra de niños solos que intentan llegar a Estados Unidos. Si en siete meses el índice ha llegado a 47 mil, se espera que a finales de 2014 sean detenidos 90 mil menores.
 
Los críticos de Barack Obama señalan que este fenómeno ha puesto en evidencia el fracaso de la política migratoria de su gobierno. Sobre todo, porque las autoridades aseguran estar rebasados por ese sunami humano al que responden confinando a los niños migrantes en jaulas y en albergues improvisados donde los menores llegan a estar encerrados durante más de un mes.
 
México, de acuerdo con la UNICEF es país de origen, tránsito y destino de migrantes. Razón de más para que asuma el liderazgo en la solución de una crisis humanitaria donde hoy la niñez aparece como víctima principal de la pobreza, la violencia y el abandono institucional.
 
 
 
 
 
 

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