viernes, 13 de junio de 2014

Juan Villoro - Brasil y la soberanía de Neymar

Brasil 2014 es el Mundial más discutido de la historia, algo lógico para una nación que bautizó a su principal estadio, popularmente conocido como Maracaná, con el nombre de un periodista: Màrio Filho, fundador del Jornal dos Sports.

Otro eminente comentarista, João Saldanha, conocido como “Juan sin miedo”, fue incidental entrenador del Botafogo y se hizo cargo del puesto más agobiante del País: la Selección verdeamarela.

En Brasil, la polémica realmente es cosa de vida o muerte (no en balde Saldanha llevaba consigo un revólver de oro macizo). “Juan sin miedo” armó la Selección que ganaría  la Copa del Mundo en México ‘70.
 
 
 
 
 
 
 
 

Calificó a la máxima justa del futbol mundial con un récord perfecto de seis victorias, pero triunfar no basta en un País en el que la magia es una rutina. Miembro del Partido Comunista y acostumbrado a adjetivar sus discrepancias, Saldanha nunca desperdició un pleito.

Después de criticar al jefe del Estado tuvo que volver a la prensa. Desde ahí elogió al mejor Brasil de todos los tiempos, que contribuyó a forjar.

La historia de Saldanha es típica de un entorno donde no basta chutar al ángulo para pacificar los ánimos. Desde 2013 las calles están llenas de manifestantes que protestan contra el Mundial más caro y corrupto de toda la historia. Esto provoca huelgas y tensiones, pero también revela a una sociedad crítica, que prefiere el bienestar a la práctica de su deporte favorito.

Dentro y fuera de la cancha los brasileños gritan tanto como “Felipao”, el entrenador que se desgañita junto a la oreja del cuarto árbitro.

En el partido inaugural, Neymar mostró la insólita condición del crack. Cuando su equipo sudaba en desventaja, mantuvo la calma de quien escupe granizo en plena selva. Sus dos goles rescataron a Brasil. A los 22 años es la figura que su Selección necesitaba y que no ha aparecido en el Barcelona.

Hay jugadores que existen unos segundos por partido. Fred pertenece a esa fugaz categoría. Aprovechando que el árbitro era japonés, su lance decisivo fue una no-jugada de budismo zen: cayó en el área y el silbante Nishimura inventó un penalti.

Hasta ese momento, el dominio brasileño tenía la trágica condición de un esfuerzo sin recompensa. El tercer gol, magnífico punterazo de tres dedos a cargo de Oscar, llegó precedido de una falta que no vio Nishimura y dio aire al equipo de Scolari.

El primer partido de los Mundiales suele ser una aburrida guerra de nervios. Brasil 2014 empezó con mejor temperatura. A pesar de sus uniformes de mantelería, Croacia reveló que no le pone la mesa a ningún equipo y obligó a Neymar a mostrar su jerarquía.

Brasil ganó, pero esto no frena las discusiones. Durante 31 días las palabras serán el deporte más extremo.
 
 
 

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