viernes, 13 de junio de 2014

Purificación Carpinteyro - Como nunca...

Hoy no sé para quién escribo: para aquel que en anticipación al primer encuentro de la Selección Mexicana de futbol revisa el diario con fruición para apagar su nerviosismo con alguna actividad productiva; o para aquel que, después de un festejo por la victoria sobre Camerún (que es mi deseo) se dará a la tarea de revisar si existe algo que llame su atención que no esté relacionado con la Copa del Mundo en Brasil.

Y es que durante los próximos 30 días -o hasta que eliminen a la Selección Nacional-, nadie hablará de otra cosa que de futbol. A sabiendas de que esa sería mi realidad inmediata, y reconociéndome ignorante en la materia, decidí aprovechar la magia democratizadora de la información que me proporciona el Internet y ni tarde ni perezosa invertí un poco de tiempo para contextualizarme, esperando que con mis lecturas pudiera capacitarme para quitarle el balón al contrario, hasta llevarlo al lado de la cancha de las discusiones y debates que trascenderán los tiempos del mundial y que tienen que concluirse sin demora.









Esta vez, más que nunca, me di cuenta del valor de esa fantástica herramienta que es la Internet, a través de la que tenemos acceso a cantidades abrumadoras de información. Así, en las páginas oficiales de los organizadores de la Copa del Mundo, pude conocer las sedes en las que se jugarán los partidos de las distintas selecciones en las diversas fechas, y demás información relevante. Pero también a través de las redes sociales y portales informativos me enteré a detalle del descontento de la población por el gasto excesivo en infraestructura que tendrá mínima, si no es que nula, rentabilidad; la súper imposición del gobierno de la FIFA sobre el gobierno legítimo del Brasil mientras que dure la Copa, y hasta la derogación temporal de legislación para complacer a patrocinadores (video YouTube http://m.huffpost.com/uk/entry/5471605).

Pese a toda esa información a la que he tenido acceso, aún me siento incapaz de emitir un juicio sensato respecto a la decisión del gobierno brasileño de efectuar tal o cual inversión. Sin embargo, de una cosa estoy segura: si no fuese por la Internet, el descontento y las marchas en Brasil serían apenas algunas notas en los diarios leídas por unos cuantos, y seguramente la enorme mayoría de la población sólo vería a los hinchas de los distintos equipos en los estadios, bailando el "chiquitibum".

No pretendo entrar en una disertación respecto a qué país aventaja a cuál en términos de accesibilidad de esta fantástica bola de cristal a la que tenemos acceso a través de computadoras, tablets, teléfonos celulares con planes que permiten acceso a servicio de datos o pantallas digitales; pero sí quisiera crear consciencia de que somos muy pocos los mexicanos que tenemos la fortuna de contar con acceso a Internet, que sabemos de su valor y de cómo y para qué usarlo.

Supongo que habrá quienes sientan curiosidad respecto a quiénes son los principales competidores en los mercados de telecomunicaciones brasileños, y que muchos se sorprenderán al saber que los dos principales también operan en México: por un lado las empresas Claro y Embratel, subsidiarias de América Móvil de Carlos Slim; y, por el otro, Telefónica Vivo con presencia relevante en Sao Paulo, en telefonía fija, y con telefonía celular en todo el país.

Lo cierto es que Brasil, un enorme país -casi un continente-, ha sido receptor de cuantiosos recursos para inversión en infraestructura de telecomunicaciones que, de haberse aplicado en territorio mexicano (por lo menos en lo que respecta a los recursos de América Móvil), tendrían a nuestro país en una posición diferente a la 33, de entre las 34 naciones de la OCDE, en número de suscripciones de banda ancha fija; y a la 34, de entre 34, en telefonía móvil.

Pero lo pasado sólo sirve de experiencia: en el presente, la reforma constitucional que recién cumplió el año ya está dando resultados y, en el futuro, sus efectos se multiplicarán si el espíritu se respeta en las leyes secundarias. Así que levantemos el ánimo, juguemos por México y ganemos para siempre.


pcarpinteyro@gmail.com


Leído en Reforma

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