Una de las pasiones previas al Mundial consiste en llenar álbumes de estampas. Por desgracia, a veces los héroes lucen mejor en las imágenes coleccionables que en la cancha. Cada cuatro años suele haber un festival de las decepciones; la reiterada magia de las ligas no siempre ocurre en el paraíso breve del Mundial. Ronaldo no fue lo que se esperaba de él en 1998 ni Ronaldinho lo que había anunciado para 2006.
Los signos previos a Brasil 2014 fueron ominosos. Hubo terribles augurios sobre el estado físico de los futbolistas. El desgastante nivel de las ligas europeas dejó fuera a Falcao y Ribéry. Otros, como Cristiano Ronaldo y Buffon, viajaron al trópico con los músculos vendados y bolsas de hielo en las articulaciones. La Copa del Mundo es un hospital que confirma que el deporte de alto rendimiento es malo para la salud.
Los astros llegan pateados y deben sobreponerse a la presión de millones de entusiastas que han coleccionado sus estampas. Muy pocos juegan al mismo nivel que en los anuncios de Nike o Adidas.
Por fortuna, Brasil 2014 ha comenzado con un despliegue de figuras en estado de gracia. Neymar asumió la dirección de su equipo, metió dos goles y sorteó contrarios con vertiginosas trayectorias de eslalon. Van Persie reeditó la leyenda del “Holandés Volador” con un imponente remate de palomita y Robben desquició a la defensa española con la inventiva de quien le gana terreno al mar. En la canícula de Manaos, Pirlo hizo circular la pelota como un balde de agua en la selva y lanzó un tiro bien temperado que terminó en el largero. Drogba entró al campo cuando Costa de Marfil zozobraba ante Japón y demostró el peso del liderazgo tribal.
Benzema anotó dos goles y provocó otro, confirmando el desafío circense de la defensa: cuatro domadores no pueden con una fiera. En la tierra mítica de Maracaná, Messi aceleró con el balón ajustado al botín, destroncó jugadores que chocaron entre sí como soldados de plomo y lanzó un tiro rasante, tan colocado que pegó en la parte buena del poste para irse a las redes. Nadie más anota un gol como ése.
Pero no hay vencedores sin derrotados. Para Casillas, el campeonato tiene el amargo sabor de las medicinas que ya caducaron y ni siquiera curan los dolores de cabeza del pasado.
Lo decisivo en este Mundial sin empates es que los genios salieron de la botella en la primera jornada.
Hay cosas que no deben ocurrir con demasiada rapidez. Si pides comida china y llega en cinco minutos, es obvio que no se preparó con cuidado. Por suerte, los prodigios no son como la comida china: nunca llegan demasiado pronto.
Los signos previos a Brasil 2014 fueron ominosos. Hubo terribles augurios sobre el estado físico de los futbolistas. El desgastante nivel de las ligas europeas dejó fuera a Falcao y Ribéry. Otros, como Cristiano Ronaldo y Buffon, viajaron al trópico con los músculos vendados y bolsas de hielo en las articulaciones. La Copa del Mundo es un hospital que confirma que el deporte de alto rendimiento es malo para la salud.
Los astros llegan pateados y deben sobreponerse a la presión de millones de entusiastas que han coleccionado sus estampas. Muy pocos juegan al mismo nivel que en los anuncios de Nike o Adidas.
Por fortuna, Brasil 2014 ha comenzado con un despliegue de figuras en estado de gracia. Neymar asumió la dirección de su equipo, metió dos goles y sorteó contrarios con vertiginosas trayectorias de eslalon. Van Persie reeditó la leyenda del “Holandés Volador” con un imponente remate de palomita y Robben desquició a la defensa española con la inventiva de quien le gana terreno al mar. En la canícula de Manaos, Pirlo hizo circular la pelota como un balde de agua en la selva y lanzó un tiro bien temperado que terminó en el largero. Drogba entró al campo cuando Costa de Marfil zozobraba ante Japón y demostró el peso del liderazgo tribal.
Benzema anotó dos goles y provocó otro, confirmando el desafío circense de la defensa: cuatro domadores no pueden con una fiera. En la tierra mítica de Maracaná, Messi aceleró con el balón ajustado al botín, destroncó jugadores que chocaron entre sí como soldados de plomo y lanzó un tiro rasante, tan colocado que pegó en la parte buena del poste para irse a las redes. Nadie más anota un gol como ése.
Pero no hay vencedores sin derrotados. Para Casillas, el campeonato tiene el amargo sabor de las medicinas que ya caducaron y ni siquiera curan los dolores de cabeza del pasado.
Lo decisivo en este Mundial sin empates es que los genios salieron de la botella en la primera jornada.
Hay cosas que no deben ocurrir con demasiada rapidez. Si pides comida china y llega en cinco minutos, es obvio que no se preparó con cuidado. Por suerte, los prodigios no son como la comida china: nunca llegan demasiado pronto.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/llegan-las-figuras-9815.HTML
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