viernes, 18 de julio de 2014

Eduardo Ruiz Healy - Los niños, tema de moda

Se necesita que ocurra algo muy grave para que la mayoría de nosotros recordemos la mala situación en que se encuentran millones de niños en México y alrededor del mundo.

El incendio de la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, el 5 de junio de 2009, en el que murieron 49 niños y 76 resultaron heridos, todos ellos de entre cinco meses y cinco años de edad, nos hizo ver la mala situación de miles de guarderías en el país. Nos mostró que las autoridades federales, estatales y municipales no se molestaban en supervisar los lugares en donde millones de bebés y niños pasan varias horas al día mientras sus padres buscan ganarse la vida.









Desde hace algunas semanas se habla y discute mucho sobre los 57 mil niños, la mayoría de ellos oriundos de Guatemala, Honduras y El Salvador, que desde octubre del año pasado fueron interceptados por la migra de Estados Unidos cuando intentaban ingresar ilegalmente a ese país desde el nuestro. De repente todo mundo, especialmente los distinguidos integrantes de la clase política de México y los citados países centroamericanos, manifiesta sorpresa e indignación por lo que ocurre. ¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Cómo llegaron estos menores a México y cómo atravesaron el territorio nacional para llegar hasta Estados Unidos? Preguntas que denotan un grado superlativo de cinismo o una absoluta ignorancia sobre lo que desde hace años viene ocurriendo y que muchos hemos denunciado públicamente.


Esta semana nuevamente es motivo de escándalo la situación que hasta el martes prevaleció en la casa hogar La Gran Familia de Zamora, Michoacán, en donde según nos dicen las autoridades federales y estatales 458 niños y 138 adultos vivían en condiciones infrahumanas y de casi esclavitud. De ser cierto lo que supuestamente sucedía en ese lugar, queda nuevamente evidenciada la poca responsabilidad y eficiencia de las autoridades federales, estatales y municipales responsables de supervisar el buen manejo de este tipo de establecimientos. Al ver lo que parece un nuevo caso de negligencia gubernamental me pregunto si algo ha cambiado después de la tragedia de la guardería ABC.

La triste realidad es que de los niños que no son nuestros nos acordamos poco y menos si pertenecen a las clases más pobres de cualquier país del mundo.

Con cierta frecuencia le recuerdo a quienes me ven por TV o escuchan por radio que, de acuerdo al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), “22 mil niños mueren cada día debido a la pobreza. Mueren en silencio en algunos de los pueblos más pobres del mundo, lejos del escrutinio y la conciencia del mundo. Ser manso y débil en la vida hace que estas multitudes que mueren aún más invisibles en la muerte”. Esta cifra significa que 916 mueren cada hora, 15 cada minuto. Durante los 90 minutos que dura mi programa mueren mil 375. En un año son 8 millones 30 mil y ni quien se moleste en anotarlo. No son noticia. Su muerte, a pesar de representar un drama para sus padres y familiares, no es de manera dramática y noticiosa. Se mueren y punto.

Aceptemos que nos falta compasión. Si la tuviéramos, no nos preocuparíamos por los niños cada vez que ocurre una tragedia o una crisis (ABC, La Gran Familia o 54 mil niños ilegales en Estados Unidos, por ejemplo). No nos preocuparíamos solamente cuando fuera la noticia del día, el tema de moda. Nuestra preocupación sería cotidiana y también nuestra acción para mejorar sus condiciones de vida.


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