martes, 28 de agosto de 2012

Bulmaro Pacheco Moreno - La agenda del PRI

Bulmaro Pacheco Moreno
Con el arribo de la pluralidad y el pluripartidismo, la militancia registrada en los partidos políticos se incrementó y se diversificó. En los noventa del siglo pasado se prohibió en la legislación electoral la afiliación colectiva, después se agregaron los derechos de los militantes a la legislación electoral, dando como resultado el que los litigios y los conflictos internos en los partidos ya no quedasen sólo hacia el interior de los mismos, después trascendieron hacia las instituciones electorales que -incluso- han decidido en ocasiones sobre juicios para la protección de los derechos político -electorales del ciudadano, “para hacer valer presuntas violaciones a sus derechos de votar y ser votado en las elecciones populares, de asociarse individual y libremente para tomar parte en forma pacífica en los asuntos políticos y de afiliarse libre e individualmente a los partidos políticos”.

Antes, se alegaba que los partidos eran autónomos e independientes en sus asuntos internos. La legislación electoral terminó con esa idea y ahora cualquier denuncia o inquietud de los militantes puede llegar hasta los tribunales, agotando desde luego, primero las instancias partidistas.




No le faltaba razón al poeta Octavio Paz cuando con mucha anticipación afirmaba que de darse la formación de otro partido político fuerte en México, éste necesariamente tendría que salir del PRI, el partido hegemónico por muchos años. En 1989 se forma el PRD, con dirigentes en su mayoría ex priístas, y a partir de ahí se genera la formación de otros partidos hasta completar casi 30 a partir de la reforma política de 1977. Muchos han desaparecido al no cumplir con el porcentaje de votos exigido por la ley, así como por sus propios conflictos y deformaciones.

Con el tiempo apareció una nueva mentalidad que no le dio tanta importancia a la disciplina partidista ni a los principios, y aprovechando el esquema de la competencia y el reclutamiento de militantes que algunos se disputaban, los partidos todos, se vieron asaltados por aventureros que se afiliaban para obtener ganancias en el corto plazo, compraban candidaturas o las ofrecían al mejor postor, contribuyendo con eso al desprestigio de la figura partidista. Apareció el fenómeno llamado “transfuguismo”, y los traspasos que en principio muchos atribuyeron-desde luego- a las libertades y a la pluralidad.

El desencanto se registró porque las desbandadas ocurrían siempre en tiempos de la selección de candidatos, y jamás por la discusión de alguna idea o proyecto en función de la oferta programática de los partidos.

Lo que al principio se manejara como “ejercicio de libertades” degeneró en burdo negocio particular, subasta política “o me das o me voy” y de reciclamiento de lealtades “No importa a quien le sirvas siempre y cuando tu beneficio esté por encima de todo”, que afectó al PRI en sus bases y en su eficacia electoral. Nunca se atacó de fondo el problema. Con los años la crisis se agravó por las fracturas internas que el fenómeno evidenciaba; las fugas fueron casi siempre del PRI a otros partidos. No en balde la formación política recibida en el PRI y en las izquierdas fue siempre más completa.

En algunos municipios de Sonora, los priístas batalladores de siempre han decidido iniciar el procedimiento estatutario de expulsión de sus filas de aquellos personajes que -en unos casos probado con suficiencia- y en otros bajo fuerte sospecha se les acusa de traicionar al PRI en las pasadas elecciones. Menciono el concepto “traición” en su expresión gramatical - “falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”- y no como un concepto estigma que con facilidad en ocasiones se utiliza para juzgar y endilgar actitudes políticas que muchas veces dependen sólo de la diferencia de opiniones o de criterios entre quienes forman parte de una organización política; en otras ocasiones el término se utiliza para señalar casos concretos de quienes sin rubor alguno proceden de esa manera sin medir consecuencias.

Pienso que han dado un paso muy importante para dejar atrás la simulación, la auto complacencia y combatir de raíz las deformaciones políticas que abonan en las fracturas y las divisiones internas de los partidos.

Más bien que mal se han animado a entrarle de frente a un problema que terminó por hartarlos por los excesos y los problemas que con su comportamiento político algunos militantes le han provocado al partido.

No es justo que un partido político sea tomado cada tres años como rehén de ambiciones particulares o de grupo, o que esté constantemente a merced de los caprichos y amenazas de quienes nada le representan y mucho menos le aportan. Buenos para dividir, malos para sumar.

Lo verdaderamente importante del caso es el señalamiento que pone en serio predicamento a los señalados a la hora y en el momento en que en el futuro quisieran buscar nuevas oportunidades de participación política en sus regiones, donde realmente los conocen y desde donde salen las voces y los argumentos para solicitar su sanción.

El problema más que jurídico es político y exhibe miserias y omisiones de militantes que el PRI casi nunca aborda, y casi siempre lo deja al libre juego de las fuerzas políticas esperando que el problema se resuelva solo.

En otras palabras, diríamos que el golpe está dado y quienes han sido denunciados habrán de batallar más por la percepción que de ellos se tiene en sus pueblos que en tratar de arreglarse con sus contactos externos.

No se trata de utilizar con recurrencia el verbo “traicionar” a la medida de cada quien o de acuerdo al interés del momento, sino fundamentar lo que se dice con responsabilidad plena, y probar con suficiencia de lo que se acusa a quienes han sido señalados, conscientes de que cambiar de partido, al igual que de casa o de ideas, forma parte de las libertades que garantiza el texto constitucional. El problema es interno y es de cada partido.

Porque no es lo mismo el ejercicio de las libertades consagradas en la constitución en materia de derechos políticos, que el tratar de someter a los partidos políticos a los intereses de grupos o personas que los utilizan para presionar en cada ciclo político de selección de candidaturas.

Los estatutos del PRI son muy claros: El Art. 227 distingue 11 causas de expulsión de militantes y señala, entre otras: Que el militante pudiera; “Atentar de manera grave, contra la unidad ideológica, programática y organizativa del partido”, “Promueva y apoye actos de proselitismo de candidatos de otros partidos”, “Solidarizarse con la acción política de partidos o asociaciones políticas antagónicas al partido”, “Proceder con indisciplina grave en relación con las determinaciones de las asambleas y demás órganos del partido.” Ahí están las más importantes.

Porque no es lo mismo aquella persona que haciendo uso de sus derechos renuncia a un partido para postularse candidato en otro distinto, que aquél que presume de militancia y que estando en un partido trabaja para otras causas, otros candidatos y otras banderas. El ejercicio del derecho está en optar por la organización que más le convenga, ahí no está el problema. Lo que los priístas del sur señalan es el doble juego de quienes creen que nadie nota los vaivenes de su comportamiento, la falta de solidaridad con las fórmulas y estar a cada rato exigiendo posiciones para el interés del grupo a cambio de nada, simplemente como un ejercicio de presión política.

En el tema de los cambios súbitos del comportamiento político en los militantes de los partidos, hay algunas variantes que conviene explorar para que el propósito del análisis sea completo y no quede a medias. ¿Por qué se va un militante y renuncia a su partido de origen? Son varias las causas.

Durante muchos años estuvimos acostumbrados a que quien no era postulado para un cargo, de inmediato se iba a otro partido a buscar la oportunidad que no se le daba en el suyo. Desde ahí trabajaba y en ocasiones le ganaba al partido de donde provenía contribuyendo con eso a jalar un mayor número de militantes debilitando a la otra fuerza política.

En mucho, así se ha escrito la historia de los partidos políticos en México en los últimos años y es muy sano que a nivel local el asunto se discuta y se plantee de fondo para exhibir a quienes así han procedido, porque su militancia la reducen a tratar de sacar raja cada tres años. No es justo.

La escisión ha llegado ya a todos los niveles; desde candidatos a la Presidencia de la República, hasta los más modestos en los ayuntamientos. Por ejemplo; los dos únicos candidatos de las izquierdas a la Presidencia de la República en los últimos 24 años, han tenido su origen en el PRI, igual varios gobernadores en activo como Oaxaca, Sinaloa o Puebla.

La agenda de fin de año del PRI se presenta amplia y nutrida por el número de asuntos que deberá abordar previa y posteriormente a la toma de posesión del Presidente Enrique Peña Nieto. Y entre los asuntos más importantes que deberán ventilarse están: El de la nueva relación entre el Presidente y su partido, una revisión profunda de su estructura territorial constantemente asediada vía compra por el PAN y el PRD, la oferta programática del PRI ante la nueva oportunidad que los electores le han dado, y sus mecanismos disciplinarios, más en la práctica que en su diseño, por los nuevos conflictos que ha enfrentado a la hora de seleccionar a sus candidatos—hasta ahora—el problema de mayor seriedad y que mayor número de riesgos le ha significado a los partidos políticos en México.

Definiciones políticas, cambio de actitudes, revisión a fondo de su operación completa y un partido más moderno que esté adaptado a las necesidades y reformas que México requiere.

Llegó la hora de aplicar lo que alguna ocasión afirmara el clásico: “Los partidos son para la nación y no la nación para los partidos”. Una reforma que ponga a los partidos al servicio de México y no a México a disposición de los partidos. Un partido que se nutra de la unidad y las aportaciones de sus militantes, y no uno que esté como rehén de personas, intereses de grupo con el fin exclusivo del beneficio particular. Ya hemos visto lo que pasa cuando esto último sucede. Actuar en consecuencia y ponerle remedio a esas situaciones siempre será sano y se reflejará más en el fortalecimiento que en la debilidad de los partidos.

Leído en: http://www.tribuna.info/index.php?option=com_content&view=article&id=183789%3ACOLUMNA&catid=73%3Aopinion&Itemid=127

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