Bulmaro Pacheco Moreno |
A pesar de los avances y la creación de instituciones para procesar el conflicto post electoral que por muchos años era el dolor de cabeza político más frecuente del sistema, volvió a repetirse el fenómeno. En la elección del 2012 el problema resurge a pesar de la gran ventaja del ganador sin llegar a la crisis de seis años atrás, sin las movilizaciones ni las presiones de esos años, pero enviando el mensaje de inconformidad con los resultados del proceso electoral a pesar de la decisión del árbitro principal.
Ahora, alegando dudas sobre la credibilidad del proceso electoral. Antes, porque no teníamos los mecanismos ni las leyes ni las instituciones para resolver la controversia política interna y las soluciones o venían de la violencia, los exilios o las armas, o se desataban las batallas para medir fuerzas y ver quiénes eran los vencedores. Ahora, porque alegan vicios en el desarrollo del proceso. Antes, porque el enorme poder presidencial alcanzaba para todo, incluso para disciplinar inconformes y sofocar conflictos.
Con el tiempo, ese poder se fue debilitando, aparecieron las instituciones y el riesgo del conflicto disminuyó sensiblemente. ¿Que pasó ahora? ¿Por qué esa tendencia a la regresión poniendo en duda a cada rato la validez de los fallos y las decisiones institucionales? ¿De qué nos ha servido entonces el presumir tanto las enormes inversiones y los enormes gastos en los procesos, los partidos y las instituciones democráticas?
Se trata sin duda de un problema de cultura política. Nuestra historia así lo indica. Cuando Francisco I. Madero tomó las riendas del país en noviembre de 1911, de inmediato se empezó a organizar la conjura para derrocarlo.
Félix Díaz, sobrino de don Porfirio, diputado entonces, frustrado porque no alcanzó la gubernatura de Oaxaca en septiembre de 1912, se rebeló contra el gobierno de Madero bajo la promesa de “imponer la paz por medio de la justicia”. Llamó “al renacimiento de una era de paz y concordia, porque no es posible por más tiempo llevar en silencio tantos males como los que la administración, producto del movimiento revolucionario de 1910 ha causado y continúa causando a la República, acusó al gobierno especialmente de el más cruel abuso de autoridad que el describía como amenaza a la propiedad, al honor y la vida”. “Prometo solo paz, por la que lucharé y trabajaré [...] Todos los beneficios materiales y el ejercicio de la libertad vendrán por sí mismos como el fruto natural de la paz, del orden en la economía, y una justicia imparcial para todos”. El cuartelazo de Díaz fracasó pero mandó la señal. Madero al recibir el parte de la rebelión afirmó: “Mejor y mejor, de esta manera terminaremos con lo último del Porfirismo”. El resto ya es historia, el Porfirista Victoriano Huerta fue ascendido, y cinco meses después dirigió personalmente los asesinatos de Madero y Pino Suárez. La transmisión del poder se volvió conflictiva, violenta y desató la famosa guerra de facciones en el movimiento revolucionario.
El presidente Venustiano Carranza debería haber terminado su sexenio en noviembre de 1920. “En vísperas de la sucesión, Carranza no respetó las reglas del juego y demostró, sin el previo consentimiento interno, una postura demasiado independiente en cuanto a su imposición”. “La divergencia surgió por el deseo prematuro de Carranza de imponer una sucesión civilista en la administración ejecutiva, pero su candidato no solo fue un desconocido sino que era totalmente ajeno a las fuerzas armadas”. “Trajo como resultado una grave escisión dentro de la conducción política que le costó la vida”. Carranza fue asesinado en mayo de 1920, seis meses antes de terminar su período, siendo sustituido por el gobernador de Sonora Adolfo De la Huerta, quien a su vez le entregó el poder al electo Gral. Álvaro Obregón Salido que llegó al poder con una enorme fuerza.
Álvaro Obregón se inclinó para su propia sucesión por el secretario de Gobernación Plutarco Elías Calles. Adolfo de la Huerta como secretario de Hacienda no estuvo de acuerdo, y con una parte importante del ejército provocó la rebelión que derivó en violencia y movilización en una parte considerable de la República. Al final, es asesinado Francisco Villa y De la Huerta salió al exilio -del que regresó en 1937-, sin embargo, el que sí se anotó como candidato en contra de Plutarco Elías Calles fue Ángel Flores, General, gobernador de Sinaloa. A decir de Georgette Valenzuela: “el candidato de la reacción por su idealismo, por su apego a la ley, por su popularidad en el noroeste del país, por su posición agraria y por su fama de incorruptible”.
Ángel Flores, a decir de la misma autora fue el opositor que más votos tuvo desde que el sistema político convocara a elección presidencial hasta 1940. Plutarco Elías Calles obtuvo 1’340,634 contra 252,599 de Flores. (Por ejemplo: en 1929 José Vasconcelos obtuvo 110,979 votos contra Pascual Ortiz Rubio; Antonio I. Villarreal 29,395 contra Lázaro Cárdenas; Juan Andrew Almazán en 1940; 151,101 contra Manuel Ávila Camacho y (en 1946) Ezequiel Padilla 443,357; contra Miguel Alemán). Al final, el General Flores se retiró a la vida privada, “Solo y pobre murió en un hotel de Culiacán el 31 de marzo de 1926.” finaliza la autora.
La corriente obregonista logró reformar la Constitución para abrirle la puerta a la reelección presidencial y ampliar los períodos de 4 a 6 años. Se abrió la herida revolucionaria de 1910 y murieron los aspirantes Serrano y Gómez, estalló el conflicto con la Iglesia católica y Obregón fue reelecto a principios de julio de 1928 para el sexenio que teóricamente finalizaría en 1934. Pero Obregón fue asesinado el 17 de julio y la transmisión del poder entró en crisis. En seis años México tuvo tres presidentes y un “jefe máximo”.
En 1929 se funda el PNR como un intento de estabilizar la transmisión del poder. Con el presidente Lázaro Cárdenas no hubo conflictos al iniciar su gobierno. Los problemas surgieron después por la influencia del ex presidente Plutarco Elías Calles sobre personajes clave de su gobierno.
La primera escisión de consideración en el sistema político se dio cuando en diciembre de 1935 se forma la comisión organizadora del nuevo “Partido Constitucional Revolucionario”. “Nos separamos del PNR con el propósito de ejercitar (sic), los derechos que nos concede el artículo noveno de la Constitución General de la República”; firmaban Melchor Ortega, Alfonso Llorente y otros prominentes callistas. Una madrugada de abril de 1936 salieron al exilio el expresidente de la República y algunos de sus seguidores firmantes también de la convocatoria. Al mismo tiempo, Cárdenas destituyó a la totalidad del gabinete y a 5 gobernadores identificados con Calles.
En la transmisión del poder, con el tiempo influyeron también otras escisiones y desprendimientos que gradualmente el partido en el poder fue experimentando. La segunda escisión (1940) con Juan Andrew Almazán, empujó el cambio de PRM a PRI; la tercera (1946) con Ezequiel Padilla; la cuarta (1952) con Miguel Henríquez Guzmán que lideró a la llamada Federación de Partidos del Pueblo Mexicano que diera lugar -como concesión a una fracción del sector militar liderada por Jacinto Treviño- a la fundación del PARM. La quinta ruptura, la más importante de todas, se da en el gobierno de Miguel De la Madrid en 1988 con Cuauhtémoc Cárdenas, que derivó en la fundación del Partido de la Revolución Democrática en 1989.
Con las candidaturas del PAN de Luis H. Alvarez en 1958, José González Torres en 1964, Efraín González Morfín en 1970 y Pablo Emilio Madero en 1982, no se presentó problema alguno.
En 1970 la transmisión del poder había sido marcada por los hechos violentos de 1968 y el sistema político cambió su orientación.
En 1976 el PAN no tuvo candidato a la presidencia, la transmisión del poder fue traumática por la devaluación del peso y los rumores de golpe de Estado. En 1982, la expropiación de la banca polarizó gravemente a México y fracturó la relación del gobierno con el sector privado.
La reforma política de 1977 disminuyó el conflicto y encauzó la participación electoral de partidos y organizaciones clandestinas. Se reforzó la representación proporcional. Los conflictos post electorales se concentraban ya en estados y municipios de alta competencia como Chihuahua, Yucatán, Baja California y Guanajuato.
En 1988 fue la llamada caída del sistema, mezclada con la mayor inflación experimentada por la economía mexicana; en 1994 el levantamiento guerrillero en Chiapas y el asesinato de Colosio y Ruiz Massieu. La transmisión del poder fue dramática, aderezada por una gravísima crisis económica por el llamado “error de diciembre”.
En el 2000 hubo un respiro por la apertura del régimen en reconocer el triunfo opositor el mismo día cerrando así la posibilidad de conflicto, y la válvula de escape para las oposiciones que significaba el triunfo del PAN y Fox. Tanto el PRI como las izquierdas entraron en crisis y se replegaron. No tardaron mucho en capitalizar los errores del gobierno de la alternancia y construir avances en lo electoral.
En el 2006, la historia registra la duradera rebelión de Andrés Manuel López Obrador y su auto promoción como presidente legítimo, haciendo un símil del gobierno “paralelo” impulsado por Manuel Clouthier en 1988.
En el 2012 la historia no se repite porque la distancia entre el primero y el segundo lugar rebasó los tres millones de votos. Pero hay resistencias.
No son conflictos al interior del PRI y tampoco porque el partido en el poder se resista a entregar el poder, mucho menos porque el presidente de la República en turno aspire a prolongar su mandato o porque los factores reales de poder estén poniendo sus condiciones cuando la opinión mayoritaria exige respetar la decisión del Tribunal Electoral.
No. La crisis está en las corrientes de izquierda que en 24 años de competencia política solo han tenido a dos personas como candidatos en cinco elecciones presidenciales y que se resisten al regreso del PRI, aunque hayan sido los votantes quienes así lo decidieran. En 1988 fue la "caída del sistema" y en 1994 se habló de inequidad, pidiendo Cárdenas por la crisis un gobierno de Salvación. En el 2006 se habló del presidente “legítimo” y ahora de crisis en las instituciones electorales y en los partidos políticos.
El problema actual refleja varios ingredientes, desde los históricos pasando por la cultura y el desarrollo político; como sentenció Plutarco Elías Calles en su último informe el 1 de septiembre de 1928: “Hacer un decidido y firme y definitivo intento para pasar de la categoría de pueblo y de gobiernos de caudillos, a las más alta y más respetada y más productiva y más pacífica y más civilizada condición de pueblo de instituciones y de leyes”. A 84 años de ese mensaje, Tal parece que a pesar de tanta reforma ahí está el estancamiento mayor y eso es lo que debe registrar con olfato y sensibilidad el próximo gobierno para las decisiones en proceso.
Mi correo: bulmarop@gmail.com
Leído en: http://www.casadelasideas.com/int_opinion.php?id=1514
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