Rafael Loret de Mola |
Traje "a Medida"
El presidente electo, Enrique Peña Nieto, quien, pese a sus reuniones con Felipe Calderón –ya van dos-, y las felicitaciones al calce, mantiene su distancia porque sería el colmo coaligarse, a estas alturas, con una administración deficitario y que perdió la historia –con seguridad será recordado el actual como “el sexenio de la violencia”-; al mismo tiempo, cuando los días pasan más lentamente en espera de la ansiada investidura presidencial –dos meses y medio largos, luego de otros tantos entre la jornada comicial y la calificación de los “siete sabios”-, el futuro mandatario insiste en que el “viejo PRI” no volverá. Y tiene razón: jamás se ha ido. Basta dar un breve paneo sobre los coordinadores de las bancadas de este partido en las Cámaras de Diputados y Senadores, sobre todo ésta, para cerciorarlo a plenitud.
El PAN en el gobierno, desconocedor de las formas y los controles, no hizo aplicación democrática alguna –ni siquiera se atrevió a revisar la historia oficial plagada de antológicos errores destinados a justificar a la guardia pretoriana priísta-, y optó por marginarse y dejar en manos de otros –por ejemplo las Fuerzas Armadas si bien con la coordinación, para algunos jefatura, del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, con autoridad de facto hasta sobre el alto mando castrense-, los grandes resolutivos nacionales, hoy se precia de terminar su gestión dejando al país blindado si bien el término nos podría remitir a los tanques de guerra y no a unja suerte de muralla para atemperar los efectos críticos externos como el virus de la depresión que comienza a soplar fuerte desde Europa.
No son pocos los observadores, sobre todo foráneos porque los mexicanos estamos en otro canal –esto es, influenciados por notas de todos colores, desde las más alarmantes, que van pasando sin remedio en ausencia de análisis serios y discursos convincentes, hasta las dibujadas con rosa vivo en las que el futuro será promisorio apenas comience el vuelo real en alas de gaviota-, cada día más cerca de la manipulación y, por desgracia, más lejos de la madurez cívica que, hasta hace doce años, parecía estar inmersa en una carrera de fórmula uno. Ahora, ni cacharro tenemos a la vista a menos, claro, que nos creamos cuanto nos dicen quienes vencieron y quieren aplicar las antiguas fórmulas como si los doce años tras la primera alternancia sólo fuera una especie de tregua navideña con los bandos adversarios cenando y baliando juntos. Época de cosacos y hasta de vikingos, del norte todos para mayores señales, y de allende el océano Atlántico de donde vinieron con sus armaduras y cabalgaduras los cientos de soldados de Cortés capaces de generar traiciones entre los nativos para imponerse. Mundo terrible aquel que ahora los grandes corporativos bancarios quisieran recrear.
Entonces, ¿qué es el viejo PRI?¿El “oficial” adherido al gobierno como brazo ejecutor?¿O el sucedáneo, cuyos representantes mayores han sido Fox, Calderón y, en Jalisco, Emilio González, los dos últimos conocidos por sus adicciones incurables y su evidente dependencia de los cuadros inferiores?¿No asaba lo mismo con Victoriano Huerta antes de que naciera, siquiera, el Partido Nacional Revolucionario?
Una de las pocas veces que me he asomado a un acto partidista del PAN –lo he hecho también con todas las opciones políticas con el escudo del periodismo que no todos respetan igual-, en abril de 2006 en la tierra de Ignacio Allende, me encontré con las mismas manías que antes, allá por la década de los setentas del siglo pasado –¡cuánto ha transcurrido desde entonces y qué poca diferencia notamos!-, eran parte de los protocolos inamovibles: banda de guerra juvenil al frente, papelitos de colores, gran templete para resaltar a los principales sobre todo si son de pequeña altura, locutor desgañitado, proclamas sobre ofertas que nunca se cumplirán y vallas de acarreados desde todos los abandonados poblachos cercanos. Así, con miles de lastimosos depauperados, se puede hablar sin la menor incomodidad. Una herencia, dijéramos, inevitable.
¿Es el viejo PRI el que aquilata y desarrolla las selecciones internas del PRD, el partido grande de la izquierda?¿El de las rebatiñas entre aspirantes de las distintas “tribus” listos a hincar el diente, como si se tratase de caníbales, a la primera oportunidad sobresaliendo su propio interés encima de los del colectivo? No se olvide que las principales dirigencias de este partido, salvo notables excepciones –sobre todo de quienes han sido desechados o están maniatados-, surgieron de ese “viejo PRI” que ahora todos quieren definir sin alcanzar una acepción correcta.
¿Será el “viejo PRI” el de Manuel Bartlett Díaz, hoy en la bancada del Partido del Trabajo en el Senado gracias a su izquierdismo tardío –esto es después de reprimir, como nadie en la historia moderna de México, a los de esta causa-, y que concluyó, en ejercicio de la Secretaría de Gobernación cuando el vulnerable Miguel de la Madrid, ya extinto, toleraba el crecimiento de las mafias y cofradías de baja calaña moral –de allí surgió el “coordinador” de los senadores, Emilio Gamboa-, que México requería de un “presidente fuerte” para garantizar su futuro, esto es con facultades extraordinarias para poder imponerse a los otros poderes de la Unión y mantener una especie de dictadura sólo limitada por la gestión sexenal? Ahora, Bartlett forma parte de la consejería de Andrés Manuel, junto a Manuel Camacho y Ricardo Monreal, caduco o casi Porfirio Muñoz Ledo, quien por algo se llama Porfirio, para exaltar así la capacidad del antiguo organismo otrora invencible capaz de armar hasta a sus oposiciones. Pero eso ocurre ahora, no en el pasado. ¿A cuál “viejo PRI” nos referimos entonces?
Peña Nieto ha comenzado a ser solemne y pretende ser directo cuando señala sus apotegmas y niega el retorno del “viejo PRI”, como si se hubiera ido. ¿Acaso no forman parte del mismo personajes como el mencionado Gamboa, señalado por los abusados del pederasta de Cancún once veces, o Manlio Fabio Beltrones, el mismo que guarda el misterio acerca del “verdadero” Mario Aburto y las autorías intelectuales sobre el crimen de Lomas Taurinas?¿Será ésta la razón por la cual construyó su poder como verdadero contrapeso al presidencial, en plan de desafío y tras una extraña actitud durante la campaña de Peña Nieto, alejado de reflectores luego de haberse negado, con muchos vericuetos verbales, a luchar por una precandidatura, derrotado de antemano?¿Sabe más o menos de cuanto se cree que sabe?
El caso es que el “viejo PRI” está condenado semánticamente. Será el referente clásico para señalar el cambio de rumbo, como tituló a su librajo el extinto Miguel de la Madrid sin dar prueba alguna de ello en casi dos mil fojas, y la estrategia de incorporar hasta a los ex presidentes de otras filiaciones, como Fox, o las ex presidentas del PRD, como Rosario Robles Berlanga –la primera mujer que formnó el triunvirato femenino con la señora Marta y Elba Esther Gordillo en los terribles tiempos del foxismo y por puro rencor contra López Obrador-. ¿Acaso ello no ocurría en el “viejo PRI” en donde la mano presidencial asomaba hasta detrás de faldas, entretelones y cortinas de humo?
Debate
Viejo PRI. Artimañas como la compra-venta de votos, el control de las instituciones electorales que se dicen autónomas, el maridaje con medios de comunicación señalados por la publicación de encuestas amañadas y una normatividad cómoda que permite tales vicios sin coerciones graves. ¿De eso se trata cuando se habla del pasado? Pues, en lo personal, aunque nada de ello resta un ápice de legitimidad al presidente electo –porque todos jugaron con las mismas reglas de juego y se beneficiaron, en mayor o menor grado de ellas-, percibo que las acusaciones no son vagas ni pertenecen al pasado. Las siento demasiado cerca y estridentes aun cuando las protestas –que no son un lastre de la democracia sino la anima y justifica-, vayan pasando ante los hechos consumados.
De cualquier manera sería muy positivo que, cuando menos, nos hicieran creer que el PRI ya no será el partido del Estado ni el brazo ejecutor del presidente en funciones, sino un partido cuya autonomía comience en el punto exacto en donde termine la lacayunería respecto al titular del Ejecutivo federal. No hablo de la disciplina, indispensable en cualquier instituto político que requiere una cabeza y una dirección definida. ¿O acaso López Obrador no ejerce esta teoría a plenitud, más que ningún otro mexicano, al grado de postular que cuantos no son sus incondicionales deben estar “vendidos” al establishment –con Televisa como pináculo y el priísmo de Peña Nieto en condición de plataforma-, y por ende ni siquiera son dignos de ser considerados mexicanos?
De una manera u otra, la corresponsabilidad es indiscutible. Lo mismo va para el simple ciudadano que igualmente conoce, a plenitud, de formas y desenlaces. ¿O vamos a negar que una gran mayoría daba por hecho que el TRIFE no cambiaría la tendencia electoral anunciada por el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, a las diez y quinde minutos de la noche de la jornada comicial? Con él conversé brevemente al respecto tras una explicación –antes del dict6amen del TRIFE- que no dejaba duda alguna acerca de cuál sería la tendencia y el marcador, como fue. Y de esta certidumbre surgen hoy innumerables sospechas. ¿Vamos a dejar las cosas como están?¿Otra vez y mil veces para alimentar la subversión civil que oscurece nuestra endeble democracia?¿A quién conviene, de verdad, las vulnerabilidad de México y su gobierno? Cuanto seamos capaces de contestar a esta interrogante podremos entonces descubrir en donde se encuentra el “viejo PRI”.
La Anécdota
Solía Alfonso Martínez Domínguez, uno de los ideólogos relevantes del sistema y ex gobernador de Nuevo León ya fallecido, resumir ante sus contertulios:
--No le den vueltas: el PRI es un traje cortado a la medida de los mexicanos. Y sólo hay una cosa peor: ¡la oposición!
La sentencia vuelve a cobrar vigor a un paso de la segunda alternancia.
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
DICEN QUE ESCOBITA NUEVA SIEMPRE BARRE BIEN. Y PEÑA NIETO ESTÁ HACIENDO LO SUYO, INCLUSO DANDO UNA IMAGEN DE PLURALIDAD BAJO LA CONDICIÓN DE QUE TODOS LO ACEPTEN A ÉL, Y SU VICTORIA, DE MODO INCUESTIONABLE. ¿NO ERA ASÍ EL PRESIDENCIALISMO EN EL VIEJO PRI?
Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/delviejopri-1366203-columna.html
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