Carlos Ramírez |
Cuando decidieron dar un giro estratégico a su definición de guerrilla tradicional a grupo promotor de la democratización, el EZLN y el subcomandante Marcos cometieron el error de centralizar todo en la figura mediática del dirigente con pasamontañas. A la vuelta de los años, el esfuerzo se extravió en los personalismos.
Paradójicamente, Andrés Manuel López Obrador ya comenzó a andar por los mismos senderos del individualismo sociológico de Marcos: El tabasqueño logró consolidarse como un líder social capaz de aglutinar a masas descontentas pero demostró ser incapaz de mantener la unidad democrática de la pluralidad de la pantanosa coalición centro-izquierda. Ahora se fijó una meta hercúlea: Ganar la presidencia de la república en el 2018 sólo por su figura de redentor pero sin el PRD y sus aliados.
Pero más allá de las rencillas individuales de López Obrador contra dirigentes del PRD e inclusive por encima del virus del caudillismo redentorista, la separación del tabasqueño y sus masas de la estructura del PRD y el grupo progresista con el PT y MC, lo central es que el PRD entró en una de sus peores crisis desde su fundación en 1989 y que esa crisis no se capeará con los buenos modales de algunos y las puyas de otros.
De arranque, el espectro ideológico de centro-izquierda se alejó de la posibilidad de ganar la presidencia de la república en el 2018 porque aún no se consolida ni descuenta la separación y ya existen cuando menos dos precandidatos presidenciales para el 2018: Obviamente López Obrador y obviamente Marcelo Ebrard. Pero en lugar de buscar un sólido frente político-programático, de lo que se trata es de descalificar al contrario. Lo grave no es que López Obrador haya recogido sus canicas y se haya marchado a otra parte o que el PRD pueda mantener la lealtad del hueso del 80% de sus cuadros en cargos públicos, sino que no exista un espacio reaglutinador de la oposición de centro-izquierda.
Pero mientras se asimila el golpe político de la separación de López Obrador, el espectro político de centro-izquierda tendrá que abrir un gran debate político sobre las fortalezas y debilidades de esa oposición pero hacerlo a partir de aquella especie de maldición que lanzó a la izquierda el secretario de Gobernación en 1978, Jesús Reyes Heroles, al recibir los documentos de solicitud de registro legal del Partido Comunista Mexicano: La derechización del régimen es responsabilidad de la izquierda.
De ahí que la separación de López Obrador del PRD haya sido el mejor escenario para el PRI de aquí al 2024: Un PAN sumido en la confusión y lucha de tribus y un PRD sin líder de masas, un regalo caído del cielo.
Si el centro-izquierda no quiere terminar como Marcos y el EZLN, entonces el PRD debe abrir un gran debate político alrededor de cinco temas fundamentales:
1.- La definición del diagnóstico de México en los dos últimos periodos históricos: El largo dominio revolucionario-priísta 1910-2000 y el cortísimo periodo de alternancia al PAN. Este diagnóstico permitirá que el PRD siga siendo un sector vergonzante del proyecto priísta.
2.- La definición de una nueva estrategia de organización interna que no se agote en las simpatías o la militancia por cargos sino que regresa a la izquierda a la conducción de masas y a la reorganización de la clase trabajadora. Más que una nueva clase política, el PRD es una mezcla de feudos de poder: Ex priístas, comunistas, populistas, oportunistas y cualquier cosa que se les parezca.
3.- El establecimiento de una nueva línea ideológica que abandone los mitos de la Revolución mexicana y que reinterprete la realidad histórica de México en función de las necesidades de sus mayorías. El PRD ya no puede seguir siendo neocardenista. La coalición centro-izquierda ha carecido de un verdadero proyecto de nación porque se confió en presentarse como la verdadera defensora del proyecto de la Revolución mexicana. Cuauhtémoc Cárdenas quiso reproducir en el PRD el PRM de su padre, López Obrador lo llevó por el lombardismo frentista y luego liderazgos pequeños extraviaron las ideas de izquierda. Al PRD le ha hecho falta un pensamiento ideológico.
4.- La construcción de una hegemonía progresista a partir de la reconfiguración de sus grupos y corrientes en nuevas definiciones políticas e ideológicas. No estaría mal, dicen algunos neoperredistas, que el partido releyera a Gramsci para construir un nuevo bloque histórico ante el debilitamiento, por el lado cultural, del bloque histórico priísta; tradicionalmente la izquierda mantenía el dominio de la superestructura cultural e ideológica: Educación, cultura religiosa, medios de comunicación e intelectuales.
5.- Introducir una organización interna que termine con las eternas divisiones celulares de grupos y grupúsculos y logre la cohesión de grupos y no la dispersión del pastel. La existencia de corrientes internas de opinión --vulgarmente conocidas como tribus-- han sido productos de la debilidad de la dirección y del reparto del pastel del poder, no de la defensa de un proyecto político e ideológico de nación sino como una forma de mantener la precaria unidad interna.
Más que pensar en el 2018, el centro-izquierda debe resolver antes sus contradicciones internas, sus rencillas, sus voluntarismos caudillistas, si no quieren terminar como Marcos: Una referencia en los libros de récords de la izquierda mexicana. El riesgo de no hacerlo estaría en el derrumbamiento electoral del PRD-PT-MC y Morena en el 2015 y el absurdo de grandes líderes caudillistas pero menores espacios de poder real.
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Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/amlo-individualismo-sociologico
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