Guadalupe Loaeza |
Ayer, en el Auditorio, escuché con toda atención tu último informe de gobierno. Me gustó. Me dio esperanzas. Me hiciste sentir orgullosa por mi ciudad por progresista, con perspectiva de género; una ciudad respetada en todo el mundo; una ciudad que busca la equidad como filosofía política, pero sobre todo, una ciudad que vive en comunidad. No hay duda que en estos seis años, se han logrado muchas cosas buenas para la ciudad pero especialmente para los capitalinos: los jóvenes, las madres solteras y las personas de la tercera edad, quienes reciben una pensión mensual de más 900 pesos. Ignoraba que existían 382 comedores populares gracias a los cuales se benefician 480 mil adultos mayores. Igualmente recalcaste, la cifra de 480 mil derechohabientes de la Pensión Alimenticia para Adultos Mayores; un millón 211 mil 795 personas con Seguro de Desempleo; 29 mil escuelas con alarma sísmica, y la reducción de más de 7 millones de toneladas de gases invernadero, entre otros avances. Dos veces hiciste mención respecto al crecimiento del Metrobús, con el 350%; nos hablaste con mucho optimismo de la línea 12 del Metro y del programa Ecobici.
Pusiste mucho hincapié en relación al avance de la Ley del programa de derechos humanos que establece 2 mil líneas de acción, lo cual te valió el reconocimiento internacional. Te referiste a la creación de empleos en la capital, “como la entidad que creó más plazas en seis años de gestión”. Conforme avanzabas en tu discurso, te veías de más en más complacido con los resultados. En cuanto al crecimiento económico, destacaste la atracción de 21 mil millones de dólares en infraestructura vial. Nos recordaste a todos los presentes que hace seis años, la mayor preocupación en la capital era la inseguridad, la cual, ahora se ha reducido en 11% el índice de delitos de alto impacto. Asimismo, mencionaste que la clave contra la violencia en el Distrito Federal era “la equidad social, el reconocimiento de libertades, la tecnología y esfuerzos de proximidad y renovación de las policías”. En ese momento, mi querido Marcelo, me acordé de los bomberos. Sí, de los 10 bomberos que siguen en huelga de hambre, y que llevan 19 días y menos seis kilos, esperando que los recibas.
Fíjate, Marcelo, que uno de ellos está muy grave. Se llama Porfirio Cortés Alvarado. Ya tiene los ojos amarillos. Él es diabético. Si no come lo más pronto posible, puede caer en un estado de choque y morir.
Marcelo, en esta ciudad, donde has hecho que se respeten los derechos humanos a cabalidad, no podemos abandonar a nuestros bomberos. Bomberos que fueron suspendidos por el solo hecho de denunciar en qué estado tan lamentable se encontraba su equipo y que ahora piden que los reinstalen. Son bomberos mexicanos que han arriesgado su vida, por más de 20 años, por otros mexicanos a punto de perder la vida a causa de incendios o terremotos. Fíjate que uno de ellos que se llama Manuel Escamilla Padilla, tenía 19 años cuando rescató a decenas de sobrevivientes, precisamente, en el temblor de 1985. Ayer que hablé por teléfono con uno de ellos, que se encontraba en el monumento de la Revolución, puesto que ya los corrieron del Zócalo, donde habían mantenido su huelga de hambre bajo una tienda de campaña hasta el 13 de septiembre pasado, día en que un grupo de granaderos los sacaron con “exceso de fuerza”, me contó que ese día había sido el primero de su desempeño como bombero. ¿Te das cuenta que lleva 27 años jugándose, constantemente, la vida? También Marco Antonio Fuentes Leija participó en los rescates del temblor de 85. El tenía 23 años. Pues bien, ayer, ambos recibieron la visita de dos ciudadanos que habían salvado del terremoto. Les llevaron agua y bolsas de suero inyectable.
Marcelo, en esta ciudad, donde todos los ciudadanos tenemos derecho de expresar libremente nuestro malestar, donde se han construido tres hospitales, se ha reducido la obesidad infantil en 10 por ciento y se ha ampliado el esquema preventivo de salud, no podemos abandonar a 10 bomberos dispuestos a seguir con su huelga de hambre hasta las últimas consecuencias, por un conflicto laboral el cual temo que se haya politizado. Tengo entendido que su director, Raúl Esquivel, y el secretario del Sindicato, Ismael Figueroa, acostumbran arreglarse en lo oscurito, sin respetar, de ningún modo, las especificaciones de seguridad. Permíteme decirte, que ellos no están pidiendo incremento salarial, lo único que piden es que se les reubique en sus puestos.
¿Qué hacemos, Marcelo, con los bomberos mexicanos que nada más ganan 9 mil pesos mensuales y cuya jubilación es de 2,984 pesos? ¿Qué hacemos para que se renueve su equipo, el cual no ha sido cambiado en cinco años? ¿Qué hacemos para que la Embajada de Estados Unidos intervenga con la primera dama, Michelle Obama, quien me prometió, desde hace cerca de dos años, ayudarlos y mandar el equipo casi nuevo que desechan los bomberos estadounidenses? ¿Qué hacemos para que los bomberos mexicanos rescaten su dignidad y sean respetados por la sociedad, teniendo en cuenta que siempre recurrimos a ellos cuando hay un incendio o un accidente grave en nuestra casa?
Marcelo, no te puedes ir a emprender esa “difícil tarea pública”, para que puedas participar como candidato presidencial para 2018, como tuviste a bien de anunciárnoslo públicamente ayer, sin ayudar a los bomberos mexicanos, porque como tú mismo dijiste: “(...) la izquierda ha construido en estos ya 15 años, la ciudad sin duda más avanzada del país”. Y yo agregaría, la ciudad que más lucha por la igualdad y con más sentido de comunidad.
Me despido confiada de que sabrás darle la mejor solución a las demandas de nuestros compañeros los bomberos mexicanos.
Con todo mi afecto y admiración, GL.
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/y-los-bomberos1
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