Sergio Sarmiento |
La petición no era fácil para el joven presidente que surcaba aguas desconocidas. Apenas el 8 de septiembre de 1976 el presidente se había comprometido con los altos mandos militares a no legalizar ese partido, que representaba para los generales el mayor enemigo de la guerra civil. Suárez, sin embargo, le dijo a Carrillo que estaría dispuesto a impulsar la legalización si el Partido Comunista aceptaba al rey Juan Carlos como cabeza de una monarquía parlamentaria. Carrillo se comprometió a hacerlo.
El problema es que Carrillo se negó a firmar un documento con el compromiso porque dijo que no podía hacerlo sin la aprobación del comité central del partido, el cual se encontraba en su mayor parte en el exilio. “Tendrá usted que conformarse con mi palabra” dijo Carrillo.
El presidente del gobierno empezó a preparar la medida. Un alto comandante militar se presentó en su despacho y le preguntó airado si era verdad que pensaba legalizar al Partido Comunista. Suárez asintió. El militar le espetó que si acaso no sabía que los españoles habían peleado una guerra civil contra los abusos de los comunistas. Suárez respondió que ese tono era equivalente a una insubordinación y le pidió la renuncia. El militar salió furioso del despacho y durante 15 minutos el presidente permaneció solo en el interior preguntándose si renunciaría o promovería un golpe de estado. Al final lo que hizo fue renunciar.
Carrillo también cumplió su palabra. Ofreció una conferencia de prensa en que aplaudió la decisión del gobierno. A su lado se encontraba, significativamente, la bandera española rojigualda, el símbolo de la monarquía, en lugar de la republicana, con su franja inferior morada, de la que se acompañaban habitualmente los comunistas. Ésta era la señal de que Carrillo estaba dispuestos a cumplir su parte del acuerdo.
Carrillo fue parte de una generación de extraordinarios líderes políticos en la España de la transición. Manuel Fraga de la derechista Alianza Popular, Felipe González del Partido Socialista Obrero Español, el presidente Suárez y él lograron los consensos que permitieron a España dejar atrás los rencores de la guerra civil y los fantasmas de la dictadura franquista para construir una sólida democracia parlamentaria y una economía moderna de mercado.
Estos dirigentes estuvieron dispuestos a apoyar las políticas adecuadas para el país independientemente de sus intereses personales. El propio Carrillo perdió la imagen de radical que lo precedía y los sufragios de la izquierda, que en 1982 favorecieron abrumadoramente al socialista González. Renunció entonces a la secretaria general del Partido Comunista y fue expulsado en 1985 por mantener posiciones que sus correligionarios consideraban demasiado moderadas.
Carrillo murió este 19 de septiembre a los 97 años de edad. Algunos lo recuerdan por los excesos de los comunistas durante la guerra civil y en especial por los fusilamientos de miles de presos, cuya responsabilidad siempre negó, en Paracuellos; otros, por sus posiciones moderadas en los años ochenta, que ayudaron a la edificación del llamado eurocomunismo. Yo lo recuerdo como un hombre de palabra, que independientemente de su ideología ayudó a España a convertirse en una democracia moderna.
LA LOCA
Murió este 16 de septiembre en Monterrey “la loca del muelle de San Blas”. Rebeca Méndez Jiménez, quien vendía dulces en Puerto Vallarta, le contó a Fher de Maná la historia de un amor que la había abandonado años atrás. Fher se inspiró en ella para escribir “En el muelle de San Blas”, uno de sus mayores éxitos. “Sola en el olvido… sola con su amor el mar, en el muelle de San Blas.”
Twitter: @sergiosarmient4
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/el-comunista
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