sábado, 8 de septiembre de 2012

Jaime Sánchez Susarrey - No hay vacuna

Jaime Sánchez Susarrey
Si en esta ocasión no hubo fraude cibernético ni a la antigüita ni desaparición de millones de votos, en 2006 tampoco, porque entonces, como ahora, no había resquicios para que tal cosa ocurriera

López Obrador ha mentido recurrentemente. Mintió en 2006 cuando afirmó haber ganado la elección por 500 mil votos. Mintió cuando denunció, el 3 de julio, la desaparición de 3 millones de votos. Y antes, durante la campaña electoral, mintió al afirmar que llevaba una ventaja de 10 puntos sobre Felipe Calderón.

Ahora, como era previsible, ha desconocido de nuevo el fallo del Trife. La historia se repite, pero de manera grotesca. Los indicios que ha presentado para denunciar la compra del voto constituyen una farsa: 2 mil 700 tarjetas de Soriana, camisetas, envases, portaplumas y, por supuesto, dos patos, dos guajolotes, cuatro pollos y un chivo.




Lo sorprendente, sin embargo, no es que López se haya vuelto una parodia de sí mismo, porque ya lo había hecho cuando se proclamó presidente legítimo y tomó posesión en una ceremonia de pacotilla.

Lo sorprendente es que este personaje, que en cualquier país hubiera sido el hazmerreír nacional y se hubiera hundido para siempre, repuntó y obtuvo casi 16 millones de votos.

Lo sorprendente es que entre esos millones de electores se encontraran jóvenes universitarios. Muchos de ellos eran adolescentes en 2006, pero ya tenían uso de razón y pudieron ver y constatar la pantomima de AMLO.

Pero no sólo eso. López se rodeó de personajes impresentables en cualquier circunstancia: Manuel Bartlett y Martín Esparza, líder del sindicato electricista, a quien le prometió resucitar la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.

La pregunta, en consecuencia, se formula por sí sola. Cómo y por qué esos jóvenes decidieron votar por un personaje como AMLO. Qué fue lo que vieron en alguien que había mandado, una y otra vez, al diablo las instituciones.

Por qué fueron incapaces de registrar y entender que un voto por López era un voto por el viejo PRI, el corporativismo más corrupto y gansteril (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación) y, por supuesto, la ineficiencia y el abuso del sindicato de trabajadores de Luz y Fuerza del Centro.

Pero las contradicciones no terminan allí. Al final del proceso electoral, los jóvenes del movimiento #YoSoy132 -que según algunos intelectuales, encarnaban la "primavera mexicana"- marcharon de la mano con los profesores del CNTE y los líderes sindicales de Luz y Fuerza del Centro.

Y no sólo eso. En su peregrinar enarbolaron consignas tan revolucionarias e ingeniosas como: "¡Aburto, dónde estás, México te necesita!".

Esos mismos jóvenes están ahora convencidos de que Peña Nieto compró 5 millones de votos, que los funcionarios del IFE son unos trácalas y que los magistrados del Trife, Monreal dixit, son unos farsantes con toga y birrete al servicio de la mafia en el poder.

La historia se ha repetido: a un año de los comicios de 2006 casi el 40 por ciento de la población creía que se había cometido un fraude. Hoy, el porcentaje que cree que la elección fue comprada es similar.

El comportamiento y la mentalidad de estos ciudadanos -unos jóvenes y otros no tanto- es irracional. Se tragan una rueda de molino como si fuera una galleta. Para empezar, la denuncia de que las elecciones ya no se roban sino se compran, es el reconocimiento simple y llano de que en 2006 no hubo fraude alguno.

¿Por qué? Porque la estructura del IFE y la legislación que pone la organización y el conteo de votos en manos de los ciudadanos es exactamente la misma de hace 6, 12 y 15 años.

Así que si en esta ocasión no hubo fraude cibernético ni fraude a la antigüita ni desaparición de millones de votos, en la de 2006 tampoco los pudo haber porque entonces, como ahora, no había resquicios para que tal cosa ocurriera.

Pero semejante razonamiento es demasiado complejo e intrincado para estos ciudadanos. Como complejo e intrincado les resulta advertir que el Movimiento Progresista afirma que se compraron 5 millones de votos en la elección presidencial, ¡pero ni uno solo en la de legisladores!

Y más complejo e intrincado les resulta entender que sus casi 16 millones de votos apuntalaron el liderazgo mesiánico de López, y por lo mismo, complicarán y dificultarán el proceso de renovación de "la izquierda mexicana".

En otras palabras, lo que le extendieron al "rayito de esperanza" fue un cheque en blanco para volver a competir en 2018 y mantener a raya a personajes como Ebrard y Mancera.

La irracionalidad de los ciudadanos no es un fenómeno nuevo. Chávez llegó al poder en elecciones libres y Hitler también. Joseph A. Schumpeter explicó este comportamiento de la siguiente manera: un consumidor actúa racionalmente y pondera sus decisiones porque le afectan directamente: un auto barato y eficiente es mejor que otro caro y obsoleto. Así de simple.

Pero en política la conexión entre la decisión y los efectos de la misma no es tan directa. De ahí que el margen para un comportamiento irracional sea mucho mayor.

El otro elemento irracional es de orden cognitivo. A la fecha, hay mucha gente que piensa que la llegada del Apolo 11 a la luna es un gran fraude, porque se simuló y filmó en un estudio de televisión. ¿La prueba? Que la bandera de Estados Unidos ondeaba después del alunizaje.

Es el mismo mecanismo mental que permite asegurar que dos guajolotes y tres chivos son la evidencia de la compra de 5 millones de votos o que sostiene que Paul McCartney murió en un accidente automovilístico en 1966 y un suplantador nos engaña desde entonces a... casi todos.

Por desgracia, no hay vacuna. Ni la lógica ni la fuerza de los hechos sirven para combatir semejante virus. Por eso el "rayito de esperanza" denunciará en 2018 la existencia de ondas marcianas para imponer al candidato de la mafia y seguramente habrá quien le crea y se sume a sus protestas.

Leído en: http://noticias.terra.com.mx/mexico/politica/jaime-sanchez-susarrey-no-hay-vacuna,31f6a539226a9310VgnVCM4000009bcceb0aRCRD.html

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