sábado, 8 de septiembre de 2012

Manuel Clouthier Carrillo . El reclamo


Manuel Clouthier Carrillo
Pretender un balance del sexenio de Felipe Calderón es un ejercicio necesario pero que por justicia debe hacerse integral, es decir, analizar los ámbitos político, económico, social, seguridad, el combate a la corrupción, etcétera.
Hoy analizaré solamente el tema que el propio Presidente dio mayor énfasis, al extremo de convertir su discurso sexenal casi en monotemático: “Su guerra contra el crimen organizado”.




Lo primero que hay que reconocerle al presidente Calderón en este tema, es que sí entendió que el crimen organizado y el narcotráfico ya no eran un problema de seguridad pública solamente, sino que se habían convertido en un problema de seguridad nacional.
Calderón vio con claridad que el crimen organizado había crecido exponencialmente a la caída del viejo régimen con la complacencia del gobierno de Vicente Fox, pero con la complicidad de muchos gobiernos estatales. Son los casos de Tamaulipas, Sinaloa, Nuevo León, entre otros; donde el narcotráfico creció y se apoderó del territorio durante los gobiernos de Tomás Yarrington, Juan Millán y Natividad González, respectivamente.
El gobierno de Vicente Fox desestimó este fenómeno, mismo que le advertí en una carta que publiqué el 1º de octubre de 2002, donde al dirigirme “a Maquío”, mi padre, le decía: “Se gestó un nuevo modelo de político: el narcopolítico, que ya no por complacencia, ineptitud o temor, sino por complicidad fomentó este cáncer social que todo lo corrompe”. Calderón advirtió del creciente poder del crimen organizado a la incipiente democracia mexicana y la sociedad, y decidió combatirlo bajo la premisa del fiscal Giovanni Falcone de Palermo, Italia cuando decía: “El Estado tiene la fuerza para derrotar a la mafia”.
Pronto el presidente Calderón se daría cuenta que las instituciones encargadas de la seguridad pública y de la seguridad nacional estaban severamente vulneradas por la acción corruptora del enemigo. Aun así decidió llevar a cabo algunas acciones de gobierno que exigía la amenaza, profundizando su colaboración con Estados Unidos a un grado nunca antes visto en la relación bilateral del combate a las drogas, y logro avances importantes. Desmanteló el Cártel de Tijuana y al grupo de los Beltrán Leyva, y debilito al Cártel del Golfo y a la organización criminal La Familia Michoacana.
Sin embargo, se cometieron muchos errores y excesos que la terquedad del Presidente no permitieron corregir oportunamente y que además permitió a otras bandas criminales fortalecerse y adaptarse a la nueva realidad.
Soy un convencido que no existe crimen organizado sin apoyo institucional. Y es increíble que en el sexenio de “la guerra contra el narcotráfico” no se haya combatido la corrupción que le da sustento institucional al crimen organizado. No se combatió la narcopolítica, sino que se cometió el error de politizar “la guerra”, buscando legitimarse él, pero deslegitimando la lucha.
Tampoco se emprendió una acción contra el lavado de dinero, actividad que le da soporte económico a los criminales. Y es que en México no se combate porque lava dinero no sólo el crimen organizado, sino también la clase política; entonces son los políticos los que no quieren que se combata.
En esta “guerra” era necesario recuperar territorialmente tres estados de la República: Sinaloa, Tamaulipas y Michoacán y no se hizo, ¿Por qué? No me lo explico. Ni Calderón siquiera emprendió una acción de recuperar el territorio de su estado natal, Michoacán.
Hoy esta “guerra” lleva más de 50 milmuertes y no se ha logrado avanzar en el saneamiento y profesionalización de las instituciones de seguridad pública y de seguridad nacional. Tampoco se ha trabajado en la institucionalización del sistema judicial del país, y lo que es peor, está inundado de una gran corrupción, incluso a los más altos niveles del Poder Judicial y de la procuración de justicia.
Ésta es la realidad del país ahora que concluye el sexenio de Felipe Calderón y el paso del PAN por el gobierno federal. Los órganos encargados de la seguridad y la justicia se caracterizan por la ineptitud, corrupción, abuso de poder y la impunidad, y con esto en mente repito lo que dije el viernes 29 de septiembre de 2006 a Carmen Aristegui en su programa en CNN, hace ya casi seis años:
“La capacidad corruptora del narcotráfico está infiltrando tanto al Estado que no tengo la menor duda que es uno de los mayores riesgos que tiene el país, y lo grito precisamente porque quien llegue a ser presidente el próximo sexenio tiene que considerar esto, no puede ser, y lo reclamo como sinaloense, que nos echemos otros seis años sin que Sinaloa sea tocado”.
Es evidente que Calderón no atendió mi reclamo y ahora los sinaloenses seguiremos esperando a ver si Peña lo escucha y lo atiende.

@ClouthierManuel
Empresario


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