José Woldenberg |
1) Déficit de comprensión de nuestro pasado inmediato. México vivió a fines del siglo pasado una auténtica transición democrática. Pasamos de un sistema de partido hegemónico a otro plural y equilibrado, de elecciones sin competencia a elecciones altamente competidas, de un mundo de la representación habitado en lo fundamental por una sola fuerza política a otro multicolor y plagado de pesos y contrapesos, de una Presidencia omnipotente a otra acotada por otros poderes constitucionales (para no hablar de los fácticos), de un Congreso subordinado a otro con vida propia marcado por la diversidad, de libertades limitadas a libertades ejercidas, de una Corte ausente en materia política a una Corte central en el litigio entre poderes constitucionales. Y sin embargo, no existe una apropiación orgullosa de ese cambio. Unos, porque desde el oficialismo del pasado no podían reconocer el cambio sustantivo. Para ellos México siempre había sido una democracia... que solo se perfeccionaba. Y otros, desde la oposición, porque decían que reconocer los cambios graduales era "hacerle el juego al gobierno".
2) Déficit de entendimiento de lo que es la democracia. Como sistema de gobierno la democracia permite la convivencia y la competencia regulada de la diversidad política y los cambios de gobierno de manera participativa, institucional, pacífica. No es poca cosa, pero para ello son necesarios instrumentos: partidos, políticos, parlamentos. El año pasado, Latinobarómetro nos informó que en preguntas claves México ocupaba los últimos lugares de comprensión entre 18 países de la zona. "La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno" recibió un respaldo del 40 por ciento de los encuestados, 18 puntos porcentuales por debajo de la media en América Latina. "Sin Congreso no puede haber democracia" fue respaldado por el 53 por ciento y "sin partidos no puede haber democracia" solo por el 50, por debajo también del promedio de la región.
3) Déficit de gobernabilidad. El logro más decantado del cambio democratizador es que el mundo de la representación no solo es plural, sino que expresa un pluralismo equilibrado. En el Congreso ningún partido -en singular- puede hacer su voluntad. Todas las fuerzas están obligadas a dialogar y a pactar si desean hacer avanzar sus iniciativas. Y ello hace más tortuosa y difícil la toma de decisiones. No faltan las voces, desde la academia, el periodismo y la política, que desearían exorcizar esa realidad, convirtiendo a mayorías relativas de votos en mayorías absolutas de escaños. Son las voces de la añoranza por la "eficacia" unipartidista. Por el contrario, esa situación solo se puede trascender productivamente a través de alianzas capaces de conformar mayorías, y abre el debate sobre si el presidencialismo, tal como lo conocemos, es el mejor régimen de gobierno para conjugar representación y eficiencia.
4) Déficit de cohesión social. La CEPAL ha insistido que en los países de América Latina es, hoy por hoy, imposible construir un "nosotros" incluyente. Nuestras sociedades semejan un archipiélago de clases, grupos, pandillas, tensionadas y polarizadas. México no es uno, sino muchos, marcado por oceánicas desigualdades. Ello produce islas incomunicadas desde las que se despliegan demandas y reivindicaciones sectoriales, parciales, incapaces de proponer un horizonte para todos. Los empresarios subrayan los requerimientos para facilitar los negocios, desde los sindicatos es difícil rebasar el horizonte gremial, e incluso desde la ola organizativa de nuevo tipo que inundó venturosamente a la sociedad mexicana, no resulta sencillo trascender los campos singulares de cada organización: derechos humanos, ecología, feministas, gays, colocan en el espacio público nuevas agendas particulares -importantes- sin visión de conjunto.
5) Déficit en el crecimiento económico. En los últimos 30 años la economía no ha crecido con suficiencia. Es una desgracia en sí misma, pero sus derivaciones son aún peores: empleo formal insuficiente, incremento de la informalidad y el empleo precario, migraciones masivas hacia Estados Unidos (que hoy parecen haber menguado), jóvenes que no encuentran ni empleo ni oportunidad de educación (el desperdicio del bono demográfico), en fin, un panorama que frustra aspiraciones y condena a millones a vivir en la zozobra.
6) Déficit de horizonte. No será con la añoranza de un pasado ido ni con la utopía de un día cero de la historia como se pueda construir un futuro incluyente. Es desde el pluralismo instalado en nuestras instituciones y en la sociedad que se debe edificar un proyecto capaz de anudar gobernabilidad democrática, cohesión social y crecimiento económico. Pilares de lo que eventualmente puede llegar a ser un programa para todos.
Leído en: http://noticias.terra.com.mx/mexico/jose-woldenberg-los-deficits,ab7e80e885b99310VgnVCM20000099cceb0aRCRD.html
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