Juan Villoro |
En 2010 el realizador Jordi Arenas me propuso hacer un programa sobre arqueología mientras conversábamos en el estacionamiento de Canal 22. El escenario se prestaba para el tema: un lugar de tránsito -versión posmoderna del juego de pelota prehispánico-, donde el movimiento es fugaz, y encontrar un sitio, providencial.
La idea era narrar los descubrimientos de los aventureros que desmontaron la selva a machetazos en pos de ídolos de piedra. La agitada vida de esos románticos de la maleza merecía ser contada.
En homenaje al cronista Ángel Fernández, que sabía que los goles ocurren para ser vistos por segunda vez, Jordi llamó a este procedimiento "La gloria de la repetición".
Cuando el INAH y Canal 22 aceptaron respaldar la serie, propusieron algo más arriesgado y ambicioso: hacer una crónica de nuevos hallazgos, mostrar la forma en que el pasado se actualiza. Fue el inicio de Piedras que hablan, serie de trece programas que Canal 22 ha comenzado a transmitir los martes, a las 9 de la noche.
La contundente presencia de las pirámides sugiere que desde hace mucho sabemos todo sobre ellas. Sin embargo, sólo conocemos una parte del mosaico prehispánico. Las interpretaciones cambian y las técnicas de investigación mejoran. El mundo antiguo no está quieto. No se trata de un sitio conocido y clausurado, sino una región activa. Bajo la ciudadela de Teotihuacán se explora un túnel que puede llevar a una cripta decisiva; en Palenque se acaba de encontrar la tumba de un gobernante y la escritura del Templo de las Inscripciones se ha descifrado como un libro en piedra; en Bonampak, los legendarios murales han sido restaurados y nuevos personajes han salido a la luz.
¿Cómo entra el pasado en la modernidad? Es equívoco suponer que siempre ha estado ahí; requiere de interlocutores para llegar a nosotros: alguien descifra, alguien ordena los datos.
Entendimos que la serie debía explorar las ruinas, pero sobre todo la mirada de los arqueólogos. Hay diversas maneras de leer ciudades remotas; en ocasiones, se privilegia la reconstrucción; en otras, la conservación. El trato con el patrimonio se ha modificado con los años. El impulso inicial de "completar" edificios antiguos con materiales ajenos a ellos (como el cemento, ahora vilipendiado) fue paulatinamente relevado por una preservación más pura, que recupera el hecho histórico y la condición en que fue hallado. La zona de Teotihuacán, auténtico museo de la intervención arqueológica, permite estudiar los distintos criterios con los que el pasado ha salido a flote.
La televisión vive agobiada por la prisa y no entiende de borradores. En dos meses recorrimos 28 sitios arqueológicos y entrevistamos a más de 30 arqueólogos. El resultado fue un viaje sin red protectora para reconstruir el pasado en tiempo real.
La noticia de la muerte de Carlos Fuentes nos sorprendió minutos antes de descender con sogas a un cenote de Chichén-Itzá. Esa inmersión en el inframundo maya fue un telúrico homenaje al autor de Los días enmascarados, que vivió para adentrarse en los secretos profundos que determinan los sucesos de nuestra superficie.
Muchos otros escritores se han interesado en los mensajes prehispánicos, entre ellos Carlos de Sigüenza y Góngora, Sor Juana Inés de la Cruz, Salvador Novo, Carlos Pellicer, Fernando Benítez, Efraín Huerta, Octavio Paz, José Emilio Pacheco y Efraín Bartolomé. En 2004, Víctor Manuel Mendiola publicó una espléndida antología de poemas que resuenan como un eufónico eco de las piedras: El corazón prestado.
Por Luis Cardoza y Aragón, sabemos que "la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre". Nuestra búsqueda de certezas comenzó con los poetas y desembocó en el diálogo con los arqueólogos que reordenan las piedras como sílabas del tiempo.
La principal lección del viaje fue lo mucho que nos faltó por recorrer. En México, 28 sitios no son nada. En el norte fuimos al laberinto de adobe de Paquimé, pero el sueño chichimeca quedó menos representado que la exuberancia maya. En una ocasión, un ruso exaltado me dijo que si le dedicara cinco minutos a cada objeto del Museo Hermitage, saldría de ahí al cumplir 90 años. El mundo prehispánico se mide en temporalidades más amplias. La rueda del cosmos tendría que girar sobre sí misma para que se agotaran sus enigmas.
"Lo que pasó, está pasando todavía", escribe Octavio Paz. Todo tiempo es actual. Las piedras hablan desde otra época, pero son contemporáneas: en el asombroso presente, los arqueólogos las leen de corrido.
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