jueves, 27 de septiembre de 2012

Ricardo Alemán - Trabajadores, el botín político

Ricardo Alemán
Repentinamente, como si fuera victima de una epidemia, la clase política en pleno se dice amorosa, preocupada y comprometida con los trabajadores mexicanos, motor del desarrollo y el bienestar.

Y claro, el repentino amor tiene una causa y un efecto. Resulta que en “la casa del pueblo” –es decir, en el recinto parlamentario de San Lázaro– se discute, analiza y debate la reforma laboral que pronto será votada.

Pero más allá de declaraciones grandilocuentes, de falsos amores y engañosas preocupaciones por los trabajadores mexicanos, lo cierto es que a nadie, a ninguno de los partidos políticos, de sus líderes y legisladores, les importan los obreros, empleados y asalariados.





¿Y por qué creemos que la escandalera que tirios y troyanos han montado en torno a las bondades y/o perversidades de la reforma laboral, no son más que una grosera impostura de buena parte de los partidos, los políticos y sus legisladores?

Por una razón elemental. Porque si al PRI, al PAN, al PRD y a la chiquillería les importaran realmente los trabajadores –su salario digno, poder adquisitivo suficiente, prestaciones de ley y su crecimiento familiar– todos esos partidos habrían diseñado y pactado una reforma de primer mundo y de última generación, desde hace tres, seis, nueve, 12 o más años.

Pero si a los partidos, a los políticos y legisladores no les importan los trabajadores y sus condiciones de trabajo, ¿entonces por qué la pelea de “perros y gatos”, que han protagonizado en las semanas recientes todos o casi todos los integrantes de la clase política mexicana, en torno a la ley laboral?

Otra vez la respuesta es de estricto sentido común. Porque lo que está en juego hoy en el Congreso, no es si tal o cual artículo de la Ley del Trabajo beneficia o no a los trabajadores, a los empresarios o a las mafias sindicales. No, la pelea que presenciamos es una disputa política entre las llamadas izquierdas que han fracasado en los últimos 25 años, y el PRI de Enrique Peña Nieto, que no sólo los derrotó, sino que al volver al poder los ridiculizó y convirtió en emblema del mayor fracaso cultural y político del último medio siglo.

En otras palabras, que cuando las llamadas izquierdas hacen todo para revenar las reformas que presentó el presidente Felipe Calderón al Congreso, y que serán aprobadas por el PRI –cuando hacen todo, incluso el ridículo de exhibirse como una izquierda desleal, hipócrita y chantajista– en realidad le están apostando al fracaso del gobierno de Peña Nieto, igual que hace seis años le apostaron al fracaso del gobierno de Felipe Calderón. Y claro, no entienden que en ese fracaso va su propio fracaso.

¿Y por qué las llamadas izquierdas le apuestan al fracaso de Peñas Nieto?. Porque en el nuevo pacto de reacomodo del poder –acordado entre el PRI y el PAN– las izquierdas fueron excluidas, no fueron tomadas en cuenta y, claro, no consiguieron las prebendas que pretendían, en tanto segunda fuerza política y electoral.

Y es que, en el fondo de la disputa por el nuevo reparto del poder –una vez concluido el proceso electoral en el que el PRI aplastó a esas izquierdas– lo cierto es que los partidos del fallido Frente Democrático Nacional –PRD, PT y MC– intentaron hacer valer sus 15 millones de votos, su segunda posición como fuerza político electoral y, por supuesto, intentaron arrinconar al PRI de Enrique Peña Nieto.

Por eso, la tersura inicial del discurso del PRD, que una vez calificada la elección presidencial se presentó como partido responsable, negociador, dialogante, dispuesto a alcanzar acuerdos. Sin embargo, resulta que la derecha en el poder, sobre todo su cabeza visible, Felipe Calderón, les ganó la partida al lanzar un anzuelo imposible de rechazar por el PRI; el anzuelo de dos reformas fundamentales para el arranque exitoso del gobierno de Enrique Peña Nieto.

Esas reformas reeditaron el acuerdo político PAN-PRI –que se confirmará cuando las dos reformas sean aprobadas– y marcaron la señal de arranque para iniciar la guerra de las izquierdas contra el gobierno de Enrique Peña Nieto, al que ahora tratarán de dinamitar.

Por lo pronto, los estrategas del PRD, PT y MC han iniciado una campaña intensiva para desacreditar la reforma laboral con argumentos que resultan de risa; que la reforma sería inconstitucional, que convertirá en esclavos a los trabajadores, que se trató de una reforma que significa una bomba sembrada por Calderón a Peña Nieto, sin faltar las acciones extremas, como impedir el acceso de diputados a San Lázaro.

Todos esos obstáculos serán superados por la reforma, porque Peña Nieto no arrancará su gobierno con una derrota. Al tiempo.

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/trabajadores-el-botin-politico

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