Rosario Ibarra |
“...Jamás una idea abstracta /tomará una forma tan precisa/ como la que el dolor/ arranca de un cerebro”—Rubén Darío
Siempre, desde los terribles días en que nuestros hijos, esposos, hermanos, en fin, familiares todos, fueron secuestrados por los malos gobiernos para torturarlos a su antojo, el dolor terrible que nos producía tamaña injusticia se aposentaba en nuestras mentes y nos hacáa víctimas de un enorme e inenarrable dolor que no se acaba, que se ha aposentado en nuestras almas y en nuestras mentes, porque la terrible ausencia de todos ellos no ha concluido y porque hemos visto cómo a través de los años, todos los gobiernos han violado las leyes impunemente y nuestros esfuerzos por recuperar a nuestros seres queridos han sido en vano.
Y el dolor y la desesperanza se acrecientan cuando vemos que muchos de los delitos cometidos por quienes tienen desde el gobierno la obligación de velar por el respeto a las leyes, son, en no pocas ocasiones, quienes las violan. Es muy dolorosa la desesperanza; produce en nuestras almas una enorme tristeza y la pena de sentir que nuestra larga lucha no ha logrado acabar con las enormes injusticias que se siguen cometiendo. Y el dolor más punzante, el que más nos lastima, es no saber lo que sufrieron nuestros seres queridos y sobre todo ¡no haberlos recuperado!
El fuero de guerra prevalece y la Ley de Víctimas continúa sin aprobarse, la injusticia se ve por todas partes. Muchas de las desapariciones han ocurrido cuando las personas se han presentado a hacer denuncias contra policías o militares en ministerios públicos.
Rosario Ibarra
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