Ciro Gómez Leyva |
Hace exactamente dos años, al calor de una fuga de 85 reos de la cárcel local de Reynosa, le pregunté al subsecretario del Sistema Penitenciario de la Secretaría de Seguridad Pública, Patricio Patiño, si existía aún la posibilidad de que, al terminar el sexenio, todos los presos federales estuvieran en cárceles federales. Fue optimista, dijo que de eso se trataba.
Entonces, como hoy, las autoridades locales se lavaban las manos ante las recurrentes crisis carcelarias con el argumento de que quienes las provocaban eran los reos federales, verdaderos ídolos de los raterillos y maleantes de poca monta de la región.
En aquel septiembre de 2010, funcionaban ocho cárceles federales que albergaban a 10 mil 480 internos. Patiño nos dijo que serían 10 a fin de año (con las de Guasave y Huimanguillo), y 12 al acabar 2011 (con las de Monclova y Papantla).
Pero lo impactante era el compromiso de tener listos ocho penales más antes del 30 de noviembre de 2012.
El martes se entregó el primero de esos ocho penales restantes, en Hermosillo. Patiño me aseguró ayer que la próxima semana se entregará el de Guanajuato, en 15 días el de Durango y en noviembre los de Chiapas y Oaxaca. Restarían tres (Puente de Ixtla, Morelos; Ramos Arizpe, Coahuila, y Buenavista Tomatlán, Michoacán) que, según el subsecretario, tienen un avance de 85 por ciento y quedarán listos en el primer bimestre del próximo año.
—¿Todos los presos federales estarán en cárceles federales el 30 de noviembre
—Afortunadamente, sí —insiste Patiño a estas alturas.
Sería una hazaña. Sobre todo si se redondea con el dato de que no ha habido una fuga en los penales federales en los seis años de la guerra de Calderón.
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