Rafael Loret de Mola |
Desde que la nación cayó en el sectarismo de Estado, sobre todo entre partidos que sólo acuerdan cuando los chantajes mutuos les convienen o cuando las ambiciones se desbordan –sobre todo la persecución inaudita de los triunfos electorales sin el menor atisbo de ética institucional; de allí las extrañas y contradictorias alianzas entre el PAN y el PRD en 2010 y 2011-, la parálisis legislativa, acaso efecto de la negligencia del Ejecutivo o, algo peor, de la soberbia del titular de este poder entre los tres que forman la Unión, ha sido frecuente e incesante, sobre todo por la tendencia mantenida a no ceder ante las iniciativas y opciones que provengan de los contrarios; es la negativa contumaz a aceptar alguna virtud o siquiera una buena idea en cuantos no son afines; y esto, sencillamente, tiende hacia la demagogia y la aristocracia, por cuanto privilegia a una pequeña elite –incluso de intelectuales desesperados por las candilejas en su ancianidad y con ello esconder la inevitable decrepitud-, apartándose de los intereses del colectivo.
Por ejemplo, ¿quién puede asegurarle a Andrés Manuel López Obrador o al grupo “#Yo soy 132” –que tan positivamente inició sus andares antes de sufrir un sinfín de infiltraciones malsanas-, que la mayoría de los mexicanos coincide con ellos en su demanda de desconocer al futuro gobierno de la República siguiendo la línea de 2006 cuando el desaseo sí marcó unos comicios a favor de una derecha que sólo pudo acreditar medio punto porcentual de ventaja con toda la parafernalia presidencial? Por ello recuerdo, una vez más, que en el caso actual, el PRI –aunque tenga coincidencias con el PAN indudables como es el caso de la malhadada iniciativa de reforma laboral-, no es aún el partido gobernante y, por ende, es necio insistir en que contaba con los controles necesarios para modificar la voluntad, nada menos, de cinco millones de electores. No se puede perder la perspectiva con tanta ligereza.
En la misma línea anotamos un hecho incontrovertible: las manifestaciones de trabajadores, quienes se niegan a perder sus conquistas en la mesa sin intervenir siquiera en las negociaciones de la cúpula, son sencillamente desoídas. Más allá del sindicalismo blanco –o “charro”-, el hecho es que durante el sexenio de la violencia, el de Calderón se entiende, nunca fueron atendidos los líderes que pretendieron salirse del carril o lo hicieron, como en el caso de Martín Esparza, de la paraestatal muerta Luz y Fuerza del Centro, quien pasó en unas horas de ser contertulio privilegiado del secretario del Trabajo –por esos días, el hoy senador Javier Lozano-, a perseguido e indeseable político; y algo similar sucedió con la “maestra” Elba Esther Gordillo, la misma que alzó, en pleno madruguete, la mano de Calderón parea declararlo vencedor de unos comicios todavía no calificados y tremendamente discutibles: ahora hay quienes avizoran su final, en este mismo mes de octubre, más por cansancio del personaje que por pérdida de los controles. ¿O será otra de las condiciones inapelables de la negociación política para una transición digamos amable?
¿Cómo se ejerce entonces la soberanía popular cuando se hace evidente la distancia entre quienes reclaman derechos y cuantos alegan que no pueden dárselos porque la elite gobernante no lo considera oportuno o prudente? Peor todavía: ¿qué hacer cuando las instituciones que representan a ese pueblo soberano tienden hacia el sectarismo, afincándose en el mismo, y dejan al garete a sus representados? De allí el peligroso juego de los legisladores plurinominales que no hacen siquiera campaña, o la hacen discretamente, y ganan una posición similar, en presencia y derechos, a los que obtienen curules y escaños de mayoría. Peor todavía: hay casos de que quienes pierden por consenso en las votaciones, como fue el caso del siniestro señor Manuel Bartlett –heredero de lo peor del priísmo a quien ni siquiera se ha expulsado de su partido original ni siquiera ahora cuando es coordinador de la bancada del Partido del Trabajo en sendas traiciones de principios-, de todas maneras entran a la Cámara, la Alta o la Baja, por el cauce del señalamiento partidista. Son, entonces, alfiles de las dirigencias y no postulantes del pueblo que NO los eligió salvo por interpretaciones marginales y dispositivos matemáticos para dotar a las “minorías” de elementos vencidos.
Recuérdese que tal figura –desde los diputados de partido de López Mateos en los años sesenta hasta los plurinominales de hoy-, surgió de la necesidad de construir un Congreso con tintes plurales cuando el PRI tenía por obligación ganarlo todo para mantener su hegemonía hasta que fue imposible sostener tal esquema y las reformas subsecuentes llegaron al absurdo de señalar como grupo mayoritario, entre los diputados, al partido que obtuviera el 35 por ciento de los votos.
Semanas después de aquella reforma torpe, en 1991, conversé con Carlos Castillo Peraza, el gran ideólogo del panismo que acabó por separarse del mismo cuando se sintió Octavio Paz y murió en el intento, y le pregunté:
--Bueno, ¿y si dos partidos obtienen el mismo porcentaje, lo que es posible sumando hasta cien, habrá dos mayorías?
Castillo guardó silencio unos instantes y respondió:
--Desde luego no somos todavía tan perfeccionistas; no llegaremos a ese punto.
Pero era factible y, por ende, necesario tomar en consideración esta posibilidad para esquivar las confrontaciones deplorables. Pese a ello, y es lo que quería hacerme entender Castillo, las negociaciones, en todo caso, eran bastante más poderosas y trascendentes que las matemáticas políticas. De este punto, saltar hacia el abismo del sectarismo fue un solo impulso; y seguimos atorados en el mismo punto sin que algún legislador proponga lo conducente para salir del atolladero de los usos facciosos del poder. ¿Es ésta la democracia deseable cuando tantos nos sentimos sin representación real porque los partidos nos van quedado demasiado chicos, atrapados por líderes venales y convenencieros siempre dispuestos a asegurar el porvenir... de los suyos, esto es de ellos y sus familias, naturalmente.
La madeja de la demagogia ponzoñosa nos ha atrapado. Ojalá que no sea definitivamente.
Debate
Los trabajadores comienzan a elevar el tono ante los sordos oídos de las clases gobernantes. ¿Recuerdan los amables lectores que, hace unas semanas, sugerí los símiles entre cuanto sucedió en 1968, cuando comenzaron las revueltas universitarias en París y se extendieron a todo el mundo, y a México en concreto, y los acontecimientos recientes, en España y nuestro país tan castigado por las miserias intelectuales de una derecha insensible ante banderas y modelos sociales, no socialistas sino simplemente vistas como garantías de estabilidad en conglomerados con grandes distancias de clase?
Pues bien, el otoño que comienza, como aquel de hace cuarenta y cuatro años, amenaza con convertirse en extensión de los horrores y dolores jamás resueltos. La crisis recesiva española –sea con administraciones d izquierda o de derecha como la actual-, ha dado como “frutos”, podridos claro, seis millones de desempleados, el 24 por ciento de la población activa, entre 47 millones que son de españoles. Y, por supuesto, las calles se han llenado de protestas en una hora peligrosa para la unidad de aquel país por los brotes de secesión, sobre todo en Cataluña en donde se confunde vanguardismo con soberbia beligerante –la peor de todas-, y como reacción los guardias civiles han arremetido con violencia contra los manifestantes. Hace una semana, pudimos recoger la opinión de algunos de los afectados:
--Estas cargas de la policía –resumió el dueño de un bar cercano al Museo del Prado-, no las había visto ni en los tiempos de Franco... ni en la Venezuela de Chávez en donde viví varios años.
¿Dónde queda, por tanto, la idea de una democracia sana si la respuesta es la represión cuando gran parte de la población no coincide con los lineamientos gubernamentales?¿Acaso en las naciones de Europa cuenta más la voluntad de Ángela Merker que la de millones de personas que votaron por Mariano Rajoy en busca de alternativas?¿Y en México sólo vale el consenso del Banco Interamericano de Desarrollo y las tendencias de la Casa Blanca, contra el propósito vindicador anunciado, pero no ejecutado, por una derecha temerosa e inoperante? Las mismas dosis como respuestas de uno y otro lado del inmenso “mar océano”. ¿Estamos o no cerca de los desequilibrios de 1968? Y con el PRI en el vestíbulo de la Presidencia.
No sé si podremos esperar, a partir de diciembre y con Enrique peña Nieto portando la banda tricolor, un optimista cambio de perspectiva. Lo dudamos en cuanto a le espera el tsunami de la crisis europea, sobre todo la española, sin que nuestro gobierno, el de ahora y el de mañana, se hayan preparado para ello.
La Anécdota
Para muchos, no sólo sus colaboradores cercanos, el periplo de Peña Nieto por Sudamérica fue un éxito; y también es correcto esperar que ocurran los comicios en los Estados Unidos para visitar la Casa Blanca, sea o no vencedor Barack Obama –aunque todo indica que así será-. De esta manera se evitan desgastes innecesarios.
Ahora falta medir y acercarse a las interrelaciones con España en donde ya se anunció que las inversiones hispanas en Iberoamérica podrían ser determinantes para salvaguardar de una catástrofe a la economía de aquel país... como ya sucedió en 2008 cuando se llevaron –sobre todo los bancos con capital español- todos nuestros dólares; y comenzó, para nosotros, un nuevo calvario muy a pesar de las reservas internacionales situadas ahora por encima de los 160 mil millones de dólares, intocables para fines de infraestructura y de emergencia. Los caminos de la especulación siguen siendo inescrutables para los simples humanos; sólo los sabios economistas saben a donde voltear.
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
ES NECESARIO TENER VISIÓN DE ESTADISTA PARA EJERCER COMO JEFE INSTITUCIONAL DE UNA NACIÓN. Y PARA ELLO ES MENESTER CONTAR CON MEMORIA HISTÓRICA, NO ARCHIVARLA. YA ES HORA, TRAS VARIOS SEXENIOS, DE CONTAR CON UN GOBIERNO QUE DECIDA... AUNQUE SEA VULNERABLE.
Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/democraciaaexamencercanalaanarquialosviajesurgentes-1383543-columna.html
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