jueves, 25 de octubre de 2012

Oscar Balderas - Durazo: Fox fue mejor presidente electo que constitucional

Alfonso Durazo
Todo estaba listo para el primer viaje de Vicente Fox en el avión presidencial. La seguridad, limpieza, combustible y algo clave: el salmón y jamón serrano que tanto gustaban a los priistas del siglo XX estaban tachados del menú.
Alfonso Durazo, secretario particular del equipo de transición del año 2000, narra que por una orden dada desde Los Pinos y para ir con el tono de austeridad del "gobierno del cambio", las comidas de hasta cuatro tiempos fueron sustituidas, en ese momento, por tortas para todos los pasajeros, incluido el Presidente de la República.
Se sirvieron en platos económicos, envueltas en papel y sin cubiertos. Fox y su círculo cercano las tomaron con las manos y las comieron a mordidas. El menú de ese primer viaje contempló la milanesa como ingrediente principal.




Todo iba bien hasta que el presidente pidió algo de beber. El mesero le acercó una botella Vegas Sicilia, el vino imprescindible en los viajes aéreos del expresidente priista Ernesto Zedillo, y antes de abrirla, el panista preguntó el costo: 15,000 pesos valía aquella bebida española, le informaron.
El guanajuatense se rehusó a destaparla. Pidió un refresco, acabó su torta y ordenó que no se comprara ni una botella más de esa marca, y sentenció que a partir de ese momento, quien quisiera vino tinto bebería Santo Tomás, empresa de origen mexicana y con un costo cercano a los 200 pesos por botella.
“Esta anécdota representa muy bien a Vicente Fox: era un hombre comprometido con el cambio, que comenzó con una genuina visión desinteresada a favor de México… el problema es que resultó mejor candidato que presidente electo, y mejor presidente electo que constitucional”, asevera Durazo.
ADNPolítico.com publicó este lunes los estilos de transición de cada presidente electo a partir de la alternancia, y Durazo fue uno de los protagonistas del primero de ellos como mano derecha de Vicente Fox, hasta que rompió con él en 2004.
En entrevista, revela los errores del guanajuatense en esa etapa, que incluye el confiarle una tarea de alta importancia a un miembro del gabinete con un supuesto problema de alcoholismo.
Alfonso Durazo militó en el PRI y fue secretario particular de Luis Donaldo Colosio, pero a tres meses de la elección del 2 de julio de 2000, cuando ninguna encuesta auguraba el triunfo del guanajuatense sobre el priista Francisco Labastida, decidió unirse a la campaña panista.
Su amigo, el politólogo Jorge Castañeda, le consiguió una cita con Fox, cuando esté aún era candidato, en una suite del Hotel Marriot de Paseo de la Reforma y hubo química de inmediato; viajó con el panista por el país y en cada acto era presentado como el priista disidente que apostó por la oposición. Y le aplaudían.
Se ganó poco a poco la amistad del aspirante a ocupar Los Pinos, quien para entonces ya remontaba en las encuestas electorales. Como candidato, dice Durazo, era carismático, antipolítico, relajado y todo eso rindió frutos el día de la elección, vio en la sede nacional del PAN a un Vicente Fox haciendo historia.
El 11 de julio, el día de su cumpleaños, Durazo recibió una llamada del virtual presidente electo, quien lo llamó a sus oficinas en Paseo de la Reforma 267 y le planteó ser su secretario particular. Durazo dudó un poco, pero finalmente aceptó por admiración a la figura de Fox.
El problema vino cuando desde esa posición conoció otra faceta del hombre del “hoy, hoy, hoy”: el poder no le sentó tan bien a Fox como presidente electo y tomó malas decisiones que, finalmente, impactaron en su sexenio, asegura.
“El grave error de Fox es que su mejor momento fue como candidato. Después, las cosas empezaron a ir cuesta abajo”, opina Durazo.
El primer desacierto, señala, fue haberle compartido los temas políticos del equipo de transición a dos personas: a un estudioso como Santiago Creel y a un indispuesto Rodolfo Elizondo Torres, quien posteriormente se convirtió en secretario de Turismo.
“Francamente, considero que Santiago Creel es una persona que sabe escribir, sabe leer; Elizondo, en cambio, no puede recetar el abecedario sin tropiezos.
“Podría agregar, con cierto placer malsano, que tiene un problema… que si hablabas con él en la mañana estaba crudo, que si hablabas en la tarde andaba borracho. Ese fue un error”, cuenta Durazo.
Siguieron más errores, cuenta: no todos los coordinadores del equipo de transición se fueron al gobierno y, en cambio, se pagó a cazadores de talento para colocar gente en el gabinete a cambio de saldar deudas contraídas en la campaña.
“Vinieron aquellos headhunters que empezaron a traer gente para legitimar decisiones tomadas por Vicente Fox por algún compromiso político, por alguna reciprocidad con un patrocinador.
“Muchos tenían falta de experiencia política y otros no tenían ninguna relación con el presidente electo, así que buena parte de ellos no se sentían en confianza y empezaron a tomar los acuerdos sin imprimirle el interés del presidente electo”, cuenta el exsecretario particular de Fox.
Aquel hombre que había denunciado los oscuros manejos del PRI estaba como presidente electo, cometiendo los mismos “pecados”.
Durazo pasó varias semanas escribiendo el último discurso de Fox como presidente electo: el de toma protesta en el Congreso. Asegura que el guanajuatense no le cambió ni una coma. Lo leyó tal cual ante los diputados y entre lo más aplaudido, fue la parte de conformar un gobierno incluyente.
“Al siguiente día, después de haberle presentado a los mexicanos su carta de navegación del gobierno, que era por definición plural, el nuevo presidente declaró que su gobierno era de empresarios ¡ahí se acabó el efecto de ese gran discurso!”, cuestiona.
Durazo duró sólo medio sexenio a lado de Fox. El 13 de diciembre de 2003 tuvieron una discusión en el despacho presidencial – de la cual no revela más detalles – y esa misma noche se sentó en el estudio de su casa a escribir su renuncia, que tardó seis meses en presentar.
“El candidato Fox dijo cosas que los mexicanos queríamos escuchar, que sintetizaban el anhelo de cambio de los mexicanos, pero que no estaban íntimamente ligados con su convicción”, narra Durazo, ahora diputado federal por el partido Movimiento Ciudadano.
“Se fue perdiendo todo entre el candidato Fox, el presidente electo Fox y el presidente constitucional Fox… yo diría que la transición no le sentó bien”.



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