El Senado, como cámara revisora, modificó la minuta de la reforma laboral enviada por la Cámara de Diputados, regresándosela.
Ocho artículos, imponiendo condiciones de democracia sindical, que fueron retirados por los diputados, de la iniciativa de Calderón, se reintrodujeron. Los votos de los senadores panistas, sumados al PRD, PT y MC, derrotaron al PRI, contrario a dicha democratización sindical. La Cámara de Diputados decidirá si aprueba esos ocho artículos o congela la reforma.
Importante sin duda, que el PAN senatorial votara contra el PRI unido a la izquierda, esbozo de oposición al PRI ante la ominosa posibilidad de repetirse la alianza aplastante del PRIAN, a la derecha, que ha desgobernado los últimos sexenios.
Valioso voto por la democracia sindical, que no debe ocultar que PAN y PRI aprobaron en la misma sesión la parte más dañina, la verdadera reforma laboral, reforma estructural neoliberal, grave retroceso violatorio de nuestro derecho laboral.
Es la aplicación del punto noveno del Consenso de Washington: la desregulación del mercado laboral, la desaparición de las normas de protección social y los derechos de los trabajadores. Receta de Carstens, director del Banco de México: “se necesita la flexibilidad de contratación, la flexibilidad para poder despedir a los trabajadores sin que sea costoso”. Es aceptar recomendaciones por Ángel Gurría, director de la OCDE, a Peña Nieto: “Es necesario reducir los costos de contratación y despido mediante contratos de medio plazo y simplificación de litigios laborales”. La que analiza la OIT: “Reforma laboral en América Latina: 15 años después” concluyendo “que lo único que lograron fue la precarización del empleo, el crecimiento de la economía informal y una mayor desprotección social”. Apenas, sindicatos españoles convocaron a huelga general y su dirigente Fernández concluyó: “ya era necesario desde el pasado 13 de julio, cuando el gobierno aprobó la reforma laboral, causa de la baja de salarios y la precarización de las condiciones de trabajo”. Esta es la reforma que Felipe Calderón, como iniciativa preferente, envió al Congreso, pactada con Peña Nieto, acatando ambos el dictado de los organismos internacionales. Reforma patronal impuesta a las organizaciones obreras que la repudiaron unánimemente en el Senado. Únicamente las patronales y sus abogados la defendieron, sin haber demostrado nunca su estribillo de que generaría empleos, lo que contradice la experiencia descrita.
Sí, se aprobó en el Senado la democratización sindical, pero también esta reforma laboral tendrá consecuencias desastrosas: el despido sin costo, la contratación sin derechos, empleos precarios, el abatimiento del salario al mínimo que arrojará a miles más a la informalidad, la desprotección social, a la pobreza que ya sacrifica a más de la mitad de nuestra población. Competitividad a cargo de la miseria trabajadora. Valiosa en sí la democratización, funcionó sin embargo, como cortina de humo, los medios la reportaron, ninguno destacó la simultánea aprobación de esa concesión a los patronos de instrumentos inicuos de explotación.
“¿Qué haremos, nos escucharán?”, exclamaron los líderes obreros contrarios a la reforma, en el Senado, se les comentó que con los votos del PRI y PAN la aprobarían, como fue.
Pero coincidimos, la batalla contra la aplicación de esa reforma debe darse. Miremos a Europa, Grecia, Portugal, España, arden; las movilizaciones ponen en jaque a sus gobiernos, el FMI atempera sus exigencias. La profundización de la pobreza en México con despidos gratis y salarios miserables tendrá sus efectos. La Cámara de Diputados definirá si es más importante detener la democratización sindical que aprobar la reforma estructural neoliberal. Lo veremos pronto.
Manuel Bartlett
mbartlett_diaz@hotmail.com
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