Hace unos cinco años, al constatar la novatez del equipo del presidente Calderón, un dirigente empresarial decía: “¡El gabinete no es una escuelita, que se vayan a aprender a otra parte!”
Como su antecesor —director malogrado de un gabinete que jugó el juego de Juan Pirulero—, Felipe Calderón falló en una responsabilidad mayúscula: la integración de su equipo. Su gabinete no tuvo la solidez, el talento ni los saberes requeridos para conducir los cambios que urgen al país. No tuvieron, siquiera, un sentido de urgencia.
Salvo raras excepciones, caracterizaron al primer nivel de la administración: la escasa o nula trayectoria en el ramo a su cargo, la carencia de experiencia administrativa en el sector público, un desempeño inercial y, sobre todo, pobres resultados.
¿Qué sabía Juan Molinar de la seguridad social o, después, del sector de comunicaciones y transportes?; ¿qué había en la trayectoria de Javier Lozano que lo llevara a la titularidad de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social? Algunos miembros del gabinete experimentaron “saltos mortales”, fue el caso de Jordi Herrera (Energía), Bruno Ferrari (Economía) o Gerardo Ruiz Mateos (Oficina de la Presidencia), recompensado por sus servicios durante la campaña presidencial: fue responsable de pasar la charola.
El estilo personal de gobernar de Calderón se caracterizó por el ir y venir de funcionarios: el caso extremo, Alejandro Poiré, siete posiciones en sólo cinco años: a partir de una dirección general hasta terminar como secretario de Gobernación.
El manejo voluble, caprichoso del personal político alcanzó su extremo en la PGR, cuyos saldos son lastimosos (todavía no sabemos en qué va a terminar esa comedia de equivocaciones que resultó el asalto a un vehículo diplomático en Tres Marías por policías federales), en sólo seis años transitaron tres procuradores con perfiles ajenos a la responsabilidad y la más reciente, Marisela Morales, contrata y despide de manera arbitraria e inoportuna. ¿Cómo evaluar las capacidades y alcances de estos funcionarios? ¿Cómo dar resultados si saltan a una nueva responsabilidad cuando apenas se encontraban inmersos en la curva de aprendizaje de la anterior?
Peña tiene que sacudirse de compromisos onerosos y convocar, más allá de militancias, paisanaje o cercanía personal, a los mexicanos más talentosos y experimentados de todo el espectro político-ideológico y con ellos definir las líneas estratégicas, los programas y proyectos y encabezar un esfuerzo que haga posible perfilar el país del siglo 21.
Si el presidente electo se equivoca en la integración de su gabinete, si privilegia la proximidad y la lealtad sobre la trayectoria y la experiencia probada, habrá dado un mal paso. En el pasado reciente, el grupo mexiquense se comportó como una cofradía; en la anterior legislatura de la Cámara de Diputados, los hombres de Peña se apropiaron de los principales espacios de poder: la mesa directiva, la presidencia de comisiones clave (Presupuesto, Justicia, Hacienda…). Pero ni Atlacomulco ni Toluca alcanzan para gobernar al país.
Obama
Y en Estados Unidos el electorado le extendió el mandato por cuatro años más al presidente Obama, con un Congreso que seguirá dividido: el Senado para los demócratas, la Cámara de Representantes para los republicanos.
El resultado es producto de la compleja articulación de diversos ingredientes, entre éstos: el desempeño de los votantes a partir de su condición socioeconómica, cultural, étnica y generacional, muy claramente, los hispanos votaron por Obama; el liderazgo del presidente en momentos difíciles (su desempeño ante el huracán Sandy); las fracturas en el campo republicano, significativamente la del gobernador de Nueva Jersey.
Obama tiene por delante retos mayúsculos: reconducir la economía a una senda de crecimiento, bajar el desempleo y el déficit público. Si los primeros cuatro años fueron un ensayo, ahora deberá mostrar de qué está hecho. “Lo mejor está por venir”, ha dicho, que así sea, porque de la recuperación económica en EU dependen muchas cosas en México, entre otras, el incremento en las exportaciones y la ocupación de muchos trabajadores migratorios.
Por otra parte, la nueva administración en México tiene que revisar a fondo la compleja agenda bilateral y hacerlo poniendo por encima de todo nuestro interés nacional.
@alfonsozarate
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