***
La Universidad Autónoma de la Ciudad de México es uno de los ejemplos más recientes de que las instituciones no se construyen por la voluntad de un gobernante.
Es un ejemplo de la ilusión del "decretismo", ese vicio de la política mexicana que lleva a pensar que por el mero hecho de decretar una ley ésta se convierte en realidad. Pero no, la vigencia de las leyes y las instituciones que las hacen valer se construyen a base de capacidades.
Nadie puede objetar el propósito social de igualar las oportunidades a través de la educación, de ampliar la matrícula deeducación superior y de encontrar una salida para los rechazados de otras instituciones.
Pero no basta con tener objetivos generales loables. Para que una institución de educación superior prospere hacen falta recursos financieros, capital humano y proyecto. De estos tres pilares el único que se cumplió es el de los recursos. Si la información es precisa, esta Universidad recibió este año 850 millones de pesos.
Pero una gran dotación de recursos no es suficiente para cumplir los objetivos trazados. Su propia rectora calificó en algún momento a la UACM como un "fraude educativo", como una institución en la que la mayoría de los alumnos (18,000) no alcanzan los estándares para cursar una carrera o postgrado universitarios y porque la planta de profesores (1,800) no se ha convertido en un claustro capaz de dar una educación remedial a alumnos con esas carencias.
¿Por qué un fraude educativo? Porque en aras de la equidad a los maestros no se les exige el compromiso académico que requiere una universidad y porque del lado de los alumnos no se imponen filtros a la admisión y permanencia. Porque otorgar un título universitario no equivale a otorgar preparación profesional. Porque sin estos dos ingredientes la educación no tiene valor de mercado. Porque sortear la matrícula puede crear la ilusión de equidad que después la realidad se encargará de desmentir.
Hoy esa universidad cuya autonomía está claramente comprometida por una pugna político-partidista está siendo víctima de su apresurada creación y de un diseño que no previó el reto de dar educación superior a alumnos que, muchas veces por razones ajenas a ellos mismos, no tenían ni los conocimientos ni las herramientas para recibirla.
La rectora tenía razón en el diagnóstico que en 2010 hiciera de la universidad que aceptó encabezar: una universidad que no cumple con su propósito, estudiantes con bajísimo desempeño académico y una tasa de eficiencia terminal preocupante.
Propuso una serie de cambios para comenzar a enderezar la institución. La respuesta de parte de la comunidad universitaria fue de carácter político, no académico. Se dijo que quería destruir el nuevo modelo de educación y pidió su remoción.
La necesidad de ampliar las oportunidades educativas después del bachillerato está vigente y hay que enfrentarla. La necesidad de dar salida a los egresados del bachillerato que no alcanzan a matricularse en el sistema de educación superior es atendible. Facilitar opciones para el mejoramiento de la educación/capacitación de la población que no puede dedicarse de tiempo completo a los estudios es meritorio. Lo que no puede hacerse es crear la ilusión de una formación profesional que no lo es.
Hoy la UACM que fue creada como proyecto político-partidista, vive un conflicto político-partidista que las autoridades del DF se han negado a atender.
La solución será político-partidista en lugar de académica. No tendría por qué ser de otra forma. La suerte de 18,000 estudiantes y 1,800 profesores está en vilo. Quizá siempre lo estuvo.
***
Las opiniones de los colaboradores y los usuarios de ADNPolítico.com no representan el punto de vista de este sitio ni el de Grupo Expansión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.