jueves, 1 de noviembre de 2012

Oscar Balderas - 2007: La noche en que perdió a su familia

NOTA DEL EDITOR: A partir de este martes presentamos una serie de historias basadas en las recomendaciones que emitió la CNDH por violaciones cometidas en el gobierno de Felipe Calderón. Los nombres reales de los afectados fueron cambiados por su seguridad.
***
La carretera que lleva a La Joya, Sinaloa, es oscura, no se puede ver más allá de unos cinco metros y muy pocos autos iluminan con sus faros el camino hacia el poblado de apenas 180 familiares.
Hay baches, grava suelta y, a veces, animales atropellados por los conductores que avanzan casi a ciegas, pero la camioneta pickup que conduce Adrián, de 29 años de edad, se abre paso con soltura entre la oscuridad de las 22:00 horas del 1 de julio de 2007.




Hay silencio… hasta que una serie de detonaciones rompen la tranquilidad; suenan lejos, en la sierra, pero inexplicablemente para Adrián hay gritos adentro del auto, donde viaja su esposa Gabriela, su hermana Guadalupe, sus hijos Ernesto, Greta y Julieta, de 6, 3 y un año de edad; también Teodora, de 16 años, y su sobrino Joaquín, de 7.
Frena la camioneta y el campesino mira: los gritos acompañan a cuerpos que se mueven de dolor. Gabriela y Greta no se mueven.
La esposa e hija de Adrián han muerto, aunque él no sabe por qué o de dónde se originó tanta sangre. Sólo atina a marcar el alto a un vehículo para pedir ayuda y que se lleven a los heridos a un hospital.
Está confundido, pero logra ayudar a los sobrevivientes a subir al auto de las personas que lo ayudan. Da indicaciones de llevar a los heridos a un hospital en Badiguarato… hasta que un grupo armado interrumpe el rescate.
Son una decena de soldados, todos con aliento alcohólico y dos en franca embriaguez, quienes les explican que lo vieron conducir a alta velocidad y que deben revisar el interior del vehículo; Adrián intenta explicarles que no pueden perder tiempo, que alguien les disparó y van con prisa para que atiendan a sus familiares vivos.
Ante el asombro de Adrián, está detenido por “trasladar cadáveres”.
El campesino grita. Les dice que no son “cadáveres”, sino los restos de su esposa y su segunda hija, y que debe llegar al hospital para salvar a sus demás familiares, pero los soldados no ceden y sólo logra negociar que los heridos esperen a ser trasladados en una ambulancia de la Cruz Roja hasta la capital del estado.
Pero el tiempo perdido tiene consecuencias y su hermana, y el resto de sus hijos mueren por las heridas de bala antes de ver a un doctor; sólo él, Teodora y Joaquín sobreviven.
Días después, el joven se enteró que esos militares estaban acampando a la orilla de la carretera y que, en la borrachera, dispararon hacia la oscuridad e impactaron en su camioneta. Por eso, trataban de ganar tiempo para pensar cómo salir del problema.
Mientras un grupo los tenía detenidos, otro comando de militares buscó y encontró la pickup roja de Adrián y puso en la caja del auto varios costales de marihuana. En el extremo de la desesperación, los militares disparan hasta matar a uno de sus compañeros y acomodaron el cuerpo en la zona para incriminarlo.
La trampa estaba lista: los miembros de la Zona Militar de la Tercera Región de Sinaloa dirían que marcaron el alto a la camioneta de Adrián, que él respondió a tiros y mató a un soldado, por lo que el grupo respondió con una ráfaga y, luego, hallaron la droga.
Finalmente, Adrián logra llegar a un hospital, donde pasa horas entre médicos y militares que lo tienen detenido. Antes de ser procesado, da su versión a visitadores de la comisión estatal de Derechos Humanos, quienes después de las pesquisas concluyen que él no es narcotraficante, no disparó a nadie y la marihuana no era suya.
Quedó libre, sin cargos y con una disculpa. A cambio de esa noche en que perdió a su familia, la Sedena le comunicó que 14 militares cumplen penas de entre 16 y 40 años en una prisión federal y le envío varios cheques para indemnizar la mutilación de su familia.
Ninguno, cuenta su hermana Edith, vale como las joyas de su vida… perdidas camino a La Joya.
Este relato se desprende de la recomendación 40/2007 dirigida al Secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, la cual sí fue aceptada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.