Los poderes fácticos suelen imponerse a los políticos. Hace seis años, en la Universidad de León, Guanajuato –bastión de la derecha-, deslicé hacia el auditorio una interrogante acerca de quién debería hacer antesala: si Slim en la oficina del mandatario Calderón o éste en el blindado despacho de Don Carlos en las instalaciones de INBURSA sobre el Paseo de Las Palmas. No hubo dudas: salvo excepciones, la inmensa mayoría se inclinó por lo segundo privilegiando al gran capitalista mexicano en fase de ascenso hasta el lugar de honor entre los mayores multimillonarios del planeta. Y, desde luego, dadas las condiciones prevalecientes –entonces y ahora-, no andaban fuera de la realidad.
El capital gobierna y acaso determinó la continuidad en el gobierno de los Estados Unidos por la urgencia de establecer leyes fiscales acordes con los “nuevos tiempos”, esto es según los intereses de los poderosos patrocinadores de la campaña demócrata en la que, por cierto, no se imponen límites monetarios como en México porque no hay quien se atreva a poner coto a los “padrinos” con enorme influencia dentro del Capitolio y de la Casa Blanca. Digamos que el establishment estadounidense ha llegado a un punto tal que es imposible disimular, como en México, las alianzas soterradas; al contrario, conviene exhibirlas, como igual sucede con los artistas de moda, para registrar la fuerza intrínseca de los apoyos y su procedencia. Es la manera de demostrar la procedencia legal de los fondos destinados al proselitismo. Por cierto, en el caso que analizamos, Mitt Romney, el republicano mormón derrotado, invirtió un poco más que el presidente Obama aun cuando los ricos de su Iglesia no alcanzaron a medir la potencialidad mediática de los desastres naturales; el huracán “Sandy” –lo mismo que los atentados contra el sistema ferroviario en Madrid en mayo de 2004, víspera de los comicios generales que noquearon al Partido Popular-, resultó ser el elemento coyuntural que sacó al huésped perentorio de la Casa Blanca -¿por qué no llamarle negra por cuanto allí se trama y a la vista del color de sus ocupantes?-, del riesgoso empate técnico que parecía inclinarse por su adversario por unos cuantos votos. Al final, Obama superó a Romney por ciento veintiséis votos electorales sumados ya los de los lentos escrutadores de Florida quienes siempre dan la nota sobre la “eficacia” de los procedimientos.
Nadie ignora cuánto debe coaligarse un aspirante a la presidencia de los Estados Unidos. Es sabido, y está documentado, la cercanía de la mafia, sobre todo la de origen irlandés a la que pertenecía Joseph el padre, con los Kennedy aun cuando Hoover, el homosexual fundador del FBI, acosara al clan con subterfugios e informaciones confidenciales de alta magnitud. Pese a ello, John llegó a la presidencia y “Bob” se quedó en el camino, ambos asesinados a mansalva y sin que las indagatorias hayan podido resolver los misterios sobre las autorías intelectuales; han sido más efectivos los cineastas, como Oliver Stone, metiendo sus narices en ciertos documentos marcados como “Top Secret” a base de hacer fluir los dólares de los productores. ¿No es ésta una tremenda paradoja? Lo que se oculta en la cúpula se vuelve del dominio público gracias a la industria del cine, cuyas derramas económicas le vuelven también intocable; además, parece demasiado superfluo responder a los argumentos de los libretos y se opta por ignorarlos con aire de suficiencia sobre los públicos manipulables.
Es tradición, asimismo, que los depositarios del poder presidencial, sea en los Estados Unidos o en otras regiones del planeta, sean señalados por pertenecer a organizaciones secretas cuyas normas incluso trastocan a las establecidas por la Carta Magna y las leyes derivadas de ella. Tal es el caso, por ejemplo, de George Bush junior, quien ha sido señalado por sus servicios a la secta denominada “Skull and Bones”, algo así como “Calavera y Huesos”, cuyo siniestro nombre va acompañada de rutinas de iniciación francamente descocadas; por ejemplo, los iniciados deben arrojarse al fango y luego introducirse a una tumba simbólica para allí tomar y comer sus alimentos durante varias horas; además de la ejecución de actos sexuales extraños y de redactar una especie de carta compromiso para pagar con la muerte cualquier traición personal. Obvio es decir que la tal organización secreta va dejando de serlo por el nivel político de quienes la integran.
Recientemente, como muestra, se ha confirmado que el ex presidente del gobierno español, José María Aznar, perteneciente al derechista Partido Popular que perdió las elecciones de 2004 tras los atentados en la Estación de Atocha en Madrid –por él adjudicados, sin base alguna, a los etarras a cuatro días de los comicios generales que, al descubrirse la falacia, perdieron él y su candidato, Mariano Rajoy, ganador hasta la tercera ocasión que se postuló, precisamente en 2011-, fue cooptado por Bush junior como integrante del macabro “Skull and Bones”, en los entretelones de la invasión estadounidense a Irak supuestamente justificada por la existencia de bombas químicas, de tremendo poder de devastación, jamás encontradas en los arsenales de Saddam Hussein ni en las montañas de Obama bin Laden en Afganistán y Pakistán. No se olvide que el apoyo del gobierno español justificó, en cierta manera, el rechazo del Consejo de Seguridad, encabezado por México en 2003, a las provocaciones belicistas de los Bush, padre e hijo, y desde luego a la desorbitada idea de la invasión a mansalva. Ni siquiera Francia, mucho menos Rusia, secundó la moción. El triunvirato lo formaron Estados Unidos, España... y el Reino Unido aun cuando, hasta hoy, no puede precisarse si el entonces primer ministro británico, Tony Blair, había sido iniciado en el culto luciferino.
A cambio de ello, se señala a Aznar como el líder de la organización SAB en España desde donde cuenta con espacios para seguir armando entramados de lo más delicados... incluso para lograr, al fin, la victoria del Partido Popular aprovechando el desquiciamiento económico del gobierno socialista en manos del masón Rodríguez Zapatero a quien, por cierto, se le acusa públicamente del desastre pero sin proceder contra él judicialmente. (Algo similar a lo que ocurrió entre el Benemérito Juárez y Maximiliano, el gran espurio de nuestra historia, masones ambos, asegurándose que el austriaco Habsburgo no murió fusilado en el Cerro de las Campanas sino fue beneficiado por un indulto de última hora bajo la condición de no volver a aparecer jamás; y dicen que se refugió en Centroamérica hasta donde algunos historiadores han pretendido seguir algunas pistas de su improbable vida tras su caída en México).
Los vericuetos de las leyendas que se convierten, rara vez, en historia, son múltiples y engañosos. Lo que es imposible de negar es la influencia tremenda de las sociedades secretas, o de las hermandades, dentro de los misterios prevalecientes hasta nuestros días.
Debate
Hace unas semanas, el presbítero español, Manuel Guerra Gómez, especializado en el tema, publicó una controvertida obra que está siendo presentada en distintos foros: “Masonería, Religión y Política” –Editorial Sekotia, 2012-, en la que cuenta la fortaleza de los masones en los tiempos actuales cuando siguen dirigiendo al mundo y penetrando en las estructuras gubernamentales de varios países. Tal es la preocupación central del sacerdote cuya carrera es interesantísima hasta la consecución de un doctorado en Filología, precisamente la ciencia que estudia las lenguas y las traduce, además de compenetrarse en las culturas y tradiciones de épocas distantes y de la propia. Desde luego, le viene perfecto lo atesorado.
El caso es que el padre Guerra, entrevistado para el canal de Televisión Intereconomía de España, no dudó en revelar que los dos presidentes del gobierno español últimos, esto es el “socialista” José Luis Rodríguez Zapatero, y el conservador –más bien franquista-, Mariano Rajoy Brey, de origen gallego como el que fue llamado “caudillo” a quien se está prendiendo vindicar lo mismo que quienes insisten en traer a México los restos de Don Porfirio como material de culto cívico, pertenecieron a logias masónicas con altos grados y, por ende, no pueden proceder el uno contra el otro salvo en los recurrentes discursos políticos. Rajoy no ha dejado de quejarse del legado de Rodríguez Zapatero pero no ha instrumentado una auditoría formal para formalizar acusaciones penales que le pondrían tras las rejas dada las condiciones legadas a la nación en franco hundimiento.
El padre Guerra fue a más cuando informó que el viaje de Rajoy a México –el segundo realizado luego d su rutinaria visita a Marruecos con el que España sostiene una política bilateral de grandes compromisos, sobre todo en el terreno energético-, no fue casual sino surgió de un imperativo fundamental: visitar a los masones de nuestro país porque son fuente de no pocos controles universales. Esto es; en México la influencia de las logias se ha convertido en multinacional, a decir del padre Guerra, y son ellas las que imponen los cursos políticos desde los tiempos de Juárez en el siglo XIX. Si tal es cierto, deberíamos volver a la controversia que inició en 1994: se dijo entonces que Luis Donaldo Colosio no era masón... pero Zedillo, sí. Y que a esto se debió, en buena medida, el relevo sobre la sangre política derramada en Lomas Taurinas.
Confirmar la especie anterior sería tanto como modificar las versiones oficiales, obviamente sesgadas por órdenes dl sucedáneo Zedillo. Lo que son las cosas: cuando acudí ante la Comisión de Investigación y Seguimiento de la Cámara baja, citado ex professo, dije sin recovecos:
--Mientras se encuentre en el poder el principal beneficiario del crimen –es decir, Zedillo- será imposible resolver el enjambre.
Pero Zedillo terminó su mandato hace doce años... y ahora vuelve a la palestra cobijado por la segunda alternancia.
La Anécdota
Sólo para sonreír un poco. Mi abuelo materno, el doctor Maximiliano Vadillo Aoosta, fue masón del grado 33 de la Logia del Sureste. (Por cierto mi bisabuelo paterno, Don Julio Loret de Mola es conocido como el introductor de la Masonería a Yucatán). Pese a estas dos corrientes, no pertenezco a la hermandad aunque he revelado mi propósito de tener alguna cercanía. Pues bien, mi abuelo Max me heredó su herido masónico.
Y un buen día, me coloqué el símbolo en el anular para proceder a entrevistarme con el “legendario” Fernando Gutiérrez Barrios cuando éste acababa de renunciar a la secretaría de Gobernación aunque su oficina, en la cale de Río Tíber, seguía funcionando como tal, incluyendo a sus colaboradores de mayor rango. Durante todo el encuentro no dejó de mirar el anillo y, al fin, cuando nos despedimos, tocó mi muñeca al estilo masónico como si formalizáramos así una especie de compromiso. A la salida, desde luego, no dejé de reírme de la travesura.
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoocom
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