sábado, 10 de noviembre de 2012

Raymundo Riva Palacio - Ajedrez tricolor


 PRIMER TIEMPO: Y al final, salvó la cara. Su sonrisa el viernes mostraba un sol. Era el gesto tras una batalla que, hace unos cuantos días, parecía perdida. Esa sonrisa era una boca desencajada cuando por los medios de comunicación Manlio Fabio Beltrones, el coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, se enteró que su compadre Emilio Gamboa, su homólogo en el Senado, había entregado la plaza al PAN y al PRD al sumarse a una reforma laboral que contravenía lo aprobado por los diputados del PRI y los enfrentaba con el sector obrero del partido. Beltrones no estaba eufórico, pero el lenguaje de cuerpo era de victoria. Había logrado romper el bloque del PAN y el PRD en el Senado, y cuidar los intereses del partido. Por un lado, el de los sindicatos, al eliminar temas vitales de transparencia, que discutió directamente con el presidente electo Enrique Peña Nieto, para mostrarle los riesgos políticos en la cohesión del partido de mantener la minuta como la había enviado el Senado. Por el otro, el de los empresarios, que le ayudaron a poner presión al PAN para que modificara su postura original. Beltrones sumó al PAN y a Nueva Alianza, que había votado con el bloque de oposición, y mantuvo al Partido Verde, que desde un principio había mantenido la postura que dijera su nuevo jefe político, Peña Nieto. Beltrones tenía en la bolsa al PT, el partido que responde a los intereses de Andrés Manuel López Obrador, pero ya no hubo necesidad de utilizarlos y votaron con el PRD en contra de la reforma. 





Con la aplanadora que armó, Beltrones tuvo una mayoría aplastante de 233 votos por encima de quienes objetaban la reforma. Las fotografías del momento decían todo: euforia en el PRI, desazón en el PAN. Tuvieron que acatar los panistas los designios del presidente Felipe Calderón, donde la reforma laboral será su medalla de despedida. La pelea fue larga y hubo ganadores y perdedores efímeros donde terminaron lastimados. Pero que nadie se engañe: la política no es de ganar todo, sino de ceder para ganar. Esta reforma es un ejemplo.

 SEGUNDO TIEMPO: ¡En eeeesta esquinaaaaaa! ¡El perdedor! En las batallas políticas, hay quienes ganan un poquito menos que otros, y quienes pierden un poquito más que los demás. Con la segunda aprobación de la reforma laboral en la Cámara de Diputados, perdieron el coordinador de la bancada del PAN en el Senado, Ernesto Cordero, al votar los diputados azules contra la minuta que habían aprobado la semana pasada, y la perredistaAlejandra Barrales, secretaria técnica de la Comisión de Trabajo, que introdujo en la ley un artículo donde le daba la posibilidad a los trabajadores de elegir al sindicato que quisieran que los representara, que había causado furor entre los empresarios. Pero más perdió el coordinador del PRI, Emilio Gamboa, quien salió como el cohetero, quemado por todos lados. Ese paternalismo sobrado sobre a quienes veía como un bisoño, Cordero, y una chiquita, Barrales, le costó caro. Barrales trabajó con el panista Javier Lozano, ex secretario del Trabajo, el tema de la transparencia sindical y el artículo que beneficiaría a los trabajadores, para que empujaran a Cordero y al coordinador del PRD, Miguel Barbosa, a establecer la alianza que doblegó al PRI. Gamboa nunca les hizo caso de lo que estaban haciendo, y cuando finalmente descubrió que lo que le platicaban se estaba materializando en un bloque, intentó romperlo. Presionó a Cordero y a Barbosa para que el voto de la reforma laboral se retrasara, pero se lo impidieron. Gamboa quería robarles cuatro votos, suficientes para cambiar el destino del voto. Cuando no lo logró, como declaró en tono de victoria su decisión, se sumó al bloque opositor en los términos que le impusieron para que el PRI no se quedara solo. En realidad, lo que hizo fue capitular sin negociar. Cuando se dio cuenta, dijo a manera de defensa que Enrique Peña Nieto, al llegar a la Presidencia, enviaría una nueva reforma laboral. A las dos horas, el secretario de Trabajo designado para el nuevo gobierno, Alfonso Navarrete Prida, lo desmintió. Gamboa escondió la cara y cerró la boca. Para salir del clóset, declaró que Peña Nieto trabajaría con el próximo presidente de Estados Unidos, sea quien fuera. Vaya declaración. Obvia, poco inteligente e intrascendente. El daño sobre su figura, estaba consumado.

 TERCER TIEMPO: Una victoria bastante amarga. El gran ganador en el corto plazo de la aprobación de la reforma laboral es el presidente Felipe Calderón, que podrá contabilizar un importante avance en la materia en su narrativa final del sexenio, ávida de éxitos para neutralizar los fracasos. En el largo plazo, quien la capitalizará es el próximo presidente,Enrique Peña Nieto, porque si la reforma cumple con los objetivos que promete, estimulará el crecimiento y el empleo. Pero si esta reforma se cristalizará perfectamente para Calderón, Peña Nieto tuvo que pagar un costo colateral. En el Senado, los panistas derrotados en lo laboral, saldaron la factura con el PRI a costa del presidente electo, al vetar a Manuel Baráibar como próximo ministro de la Suprema Corte de Justicia. Baráibar era apoyado por el PRI porque era el nombre que envió Peña Nieto para que lo ungieran ministro. Baráibar traía dos precedentes que aprovecharon los panistas, apoyados por el PRD, para cerrarle la puerta: la exoneración de Raúl Salinas de Gortari del homicidio del ex secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, y la exoneración del ex obispo Onésimo Cepedapor un multimillonario fraude. Baráibar se defendió al argumentar que había actuado conforme a derecho, pero era irrelevante. La discusión sobre los nuevos ministros a la cabeza del Poder Judicial nunca fue judicial, sino política. Y en política el hilo se rompe por lo más delgado. Baráibar, respaldado plenamente por el PRI y el Verde en el Senado, donde hacen mayoría, ya se hacía sentado en la silla de Guillermo Ortiz Mayagoitia, pero la locomotora de la ira lo arrolló y dejó tirado en el camino. Ooouch. Estos políticos sí se llevan duro.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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