jueves, 5 de septiembre de 2013

Adela Navarro Bello - La carpa presidencial

En sus promocionales electrónicos, a Enrique Peña Nieto, el Presidente de la República, se le ve solo. Igual que como sucedió cuando fue candidato del PRI a ocupante de la Silla del Águila. Antes se le observó caminar por los callejones de Guanajuato o el bordo de Tijuana, sin gente a su paso. Hoy día uno de los anuncios más transmitidos es aquel donde sube la escalera de Palacio Nacional que hace de marco al mural de Diego Rivera. El Presidente camina solo, no tiene interlocutor, se dirige a la cámara que lo graba. 

Para informar de su Primer Informe de Gobierno, el Presidente Peña echó mano de lo que mejor sabe vender: su imagen. Anuncios en prensa escrita con una mezcla de fotografías donde él es quien destaca. El saludando a la bandera, él recibiendo a un presidente de otra nación, él caminando entre soldados, él visitando un poblado, él encabezando una conferencia, él, él, él y nadie más que él. No más texto, no más presentación ni píe de foto alguno, sólo él y la leyenda de Primer Informe de Gobierno. 





El culto a la personalidad fue el eje principal en la promoción de lo realizado estos primeros nueve meses de gobierno. Después Peña destacó –otra vez– la temática en cinco vectores que definen las acciones de su administración –las que emprenderá a partir de reformas legislativas–: México en paz, México incluyente, México con educación de calidad, México próspero y México con responsabilidad global. 

Posición que en cualquiera de los cinco temas tiene sus asegunes. Que la realidad del Presidente Peña no es necesariamente la realidad que viven muchos mexicanos. La mayor parte del discurso presidencial estuvo plagado de cifras alegres, de números manipulados, de acciones sin detalle, sin justificación ni cimiento. A nueve meses de iniciado este gobierno ni se siente uno más seguro, ni menos presionado por la situación económica, ni más avante en el desarrollo, cuanto menos educado como sofocado por el pobre crecimiento económico y la devaluación de nuestra moneda; no hay más empleos, ni el dinero alcanza para comprar más y de mejor calidad. 

Pero de los cinco temas de la administración peñista, particular atención despierta el del  México incluyente, donde no incluyó a los miles de maestros, a los miles de manifestantes por denuncias diversas que han tomado las calles de indistintos estados de la República Mexicana pero particularmente –por la exposición mediática- avenidas y vialidades de la Ciudad de México. Los miles que se oponen a sus ideas, que tienen las propias y las defienden de la única manera que les han dejado: tomando la calle ante la cerrazón de sus representantes en las cámaras legislativas, de lo sordez de sus gobiernos y de la ceguera de la presidencia de la República. Ellos todos, los miles, no fueron incluidos. 

Enrique Peña Nieto no puede decir que no ve, o que no oye a los maestros o a los de la izquierda que han hecho de la manifestación urbana su batalla primera, pues debido a los mexicanos inconformes, el Presidente tuvo que esconderse en uno de los patios de casa; montar una carpa y ahí, encerrado, rodeado de los suyos y de los intereses que le persiguen, informar lo que quiere y nada más. Sin interpelaciones, sin protestas, ni gritos. Puro aplauso. 

La carpa presidencial es distinta por mucho a las carpas que cubren el Zócalo de la Ciudad de México para dar alojo a los manifestantes. La carpa presidencial fue de doble altura, con sonido especial, pantallas gigantes, aire acondicionado, pasto mullido en el fondo, gradería para sentarlos a todos con orden, y un ambiente festivo obligatorio que reunió a gobernadores, gabinete, legisladores, representantes de partidos, líderes empresariales a tono con el discurso presidencial, activistas sociales acorde a la línea del ejecutivo federal, familiares, amigos, porristas. 

Para su Primer Informe de Gobierno el Presidente Peña se ocultó del México real. Se escondió de los inconformes, se refundió en una carpa gigante; ello no es símbolo del México incluyente, la carpa presidencial es resultado de un acorralamiento del Presidente por parte de las fuerzas manifestantes. Peña no informó desde la Cámara porque no es su obligación y de haber sido convidado no habría podido llegar debido al bloqueo de calles. Peña no leyó su mensaje en Palacio Nacional porque el Zócalo, la plancha democrática de México, está ocupada con carpas de menor calidad pero con intenciones de mayor precisión. Peña canceló su acto en Campo Marte porque seguro estaba su equipo de seguridad que los de a pie, los inconformes, no le dejarían pasar. Por eso se recluyó en el patio de la casa presidencial y montó su carpa de lujo. 

La carpa presidencial significa el alejamiento del Presidente de la República sobre los gobernados. Miles de maestros fueron bloqueados en carreteras del Estado de México para que no arribaran al Distrito Federal. Desgajaron cerros, retuvieron autobuses, obstaculizaron las vialidades para impedir la manifestación fuese mayor. Y de repente los maestros no estaban solos. También salieron a demostrar su inconformidad jóvenes olvidados, vestigios de un movimiento contra la comunicación y la imposición presidencial, anarquistas, amas de casa, obreros, empleados, de izquierda, de la escuela, de las aulas y la docencia. 

Miles de mexicanos que enfrentaron a las fuerzas armadas. Que fueron reprimidos, perseguidos, encarcelados. Los manifestantes en una democracia son parte integral, buscan ser considerados y escuchados, hoy algunos cuantos fueron encarcelados. Los manifestantes no viven en carpas de lujo, no tienen para pagarlas ni tienen quien se las regale. Los manifestantes se acompañan unos a otros contra el sistema que los oprime, que los reprime. Tomar las calles aledañas al poder legislativo, en un país de libre tránsito para sus ciudadanos, es lo menos y lo único que les queda a los manifestantes. 

Por eso el Presidente Peña no los incluyó en su México incluyente. Como tampoco los consideran los diputados mucho menos los senadores, como son ignorados en sus estados y acorralados por la fuerza del estado, que sí se enfrenta a la ciudadanía inconforme pero no a la criminalidad organizada. 

Entre la carpa presidencial y las carpas del Zócalo, hay un México de diferencia, aquel en el que vivimos todos y padecemos los embates de la inseguridad, la crisis económica, el desempleo, la falta de oportunidad, justicia y tranquilidad, y el México de Enrique Peña Nieto, donde le aplauden la ausencia de resultados en la comodidad del segurísimo patio trasero con aire acondicionado.

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