jueves, 5 de septiembre de 2013

Alfonso Zárate - Primer informe, en entorno de riesgos

El presidente Enrique Peña Nieto tuvo que pronunciar su mensaje con motivo del Primer Informe de Gobierno no ante el pleno del Congreso de la Unión (Fox sólo alcanzó a llegar al vestíbulo) ni en Palacio Nacional, como lo acostumbró Felipe Calderón, sino ante una pequeña fracción de "la sociedad que cuenta", en una carpa en terrenos de la residencia oficial de Los Pinos. Si los símbolos siguen teniendo alguna relevancia, por lo menos en la esfera política, la imagen del 2 de septiembre es la de un gobierno replegado a la casa presidencial por la protesta social en las calles.


Al margen de ello, que pudiera leerse como señal de prudencia, los contenidos del discurso perfilan problemas de mayor alcance. Tal pareciera que el momento de rendir cuentas llegó demasiado pronto y no hubo forma de ocultar los déficit.




En los días de campaña, el entonces candidato urgió a establecer un "Estado eficaz". Ya en el inicio de su administración, distintas acciones apuntaban a un desempeño enérgico y contundente; significativamente, el Pacto por México, el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo y algunas iniciativas de reforma en zonas clave del entramado político, jurídico e institucional. Lo previsible era que a un golpe siguieran otros más, para recuperar los hilos del poder que por 12 años dejaron sueltos los gobiernos panistas en beneficio de los feudos. No ha ocurrido así.
Las reformas constitucionales en educación y telecomunicaciones generaron la expectativa de transformaciones de gran calado. Todo parecía marchar sobre ruedas. Algunos analistas extranjeros empezaron a hablar del "Mexico's momento". Pero, de pronto, algo ocurrió: el tránsito del dicho al hecho se tornó azaroso; las resistencias lograron poner freno al espíritu reformista; se impuso la inercia. Dificultades en la operación política y bajo rendimiento en algunas carteras del gabinete completaron el cuadro en los primeros nueve meses de gestión. De ahí que el balance que rinde la administración en los temas más sensibles para la sociedad resulte amargo.
En materia de seguridad, uno de los mayores desafíos a la gobernabilidad, el gobierno de Peña Nieto replicó el operativo conjunto de Calderón en Michoacán. La "nueva estrategia" sigue siendo un enigma. Y por más que el procurador Murillo Karam hable de "desenraizar" a la delincuencia -en vez de "descabezarla"-, en los hechos no parece haber diferencia. Inercia que resulta grave, dolorosa, ante el desbordamiento de los delitos que más lastiman a la sociedad: extorsión, asalto a mano armada, robo a casa-habitación y secuestro.
Por lo que hace a la economía, lo que prevalece es el estancamiento que porta malas noticias para las familias: desempleo, precariedad, pobreza, abandono.
Los grandes empresarios mexicanos mantienen cuantiosos capitales a buen resguardo en el extranjero. Doble discurso o simple precaución, mientras ofrecen "enormes inversiones" para mover a México, no pueden ocultar su desconfianza en la capacidad de gestión del nuevo grupo gobernante. Por su parte, los inversionistas internacionales se preguntan si un gobierno que no puede manejar con eficacia la protesta social y el amago de los violentos, podrá aterrizar las reformas estructurales y garantizar sus inversiones.
A nueve meses del inicio de esta administración, la pesada burocracia que heredó del panismo se mantiene intacta, e, incluso, está creciendo. Los gobernadores que devinieron reyezuelos durante la primera alternancia, siguen haciendo de las suyas y no asumen cabalmente sus responsabilidades.
En un escenario complejo, de incertidumbre económica y terrible continuidad en materia de inseguridad, los resultados no responden a lo que anticipaban las decisiones del arranque.
A pesar de ello, o precisamente por ello, el mensaje del presidente brilló por una ausencia: no hubo una sola línea de autocrítica. Sólo retórica en movimiento y augurios de prosperidad de aprobarse las "reformas estructurales".
A nadie escapa, por supuesto, la dificultad del reto: recuperar el rumbo tras dos sexenios de ineptitud y descontrol en la cabina de mando. Pero lo cierto es que los neo-priistas de la "eficacia" y la "experiencia probada", nos quedan a deber.
Quizá es muy pronto para exigir resultados, grandes transformaciones y vuelcos dramáticos en la situación política, social y productiva del país. Sin embargo, la verdad es que no hay mucho que celebrar.


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