Mucha gente me ha preguntado cómo va a terminar la movilización de los maestros de la CNTE en el Distrito Federal. Yo cada vez lo dudo menos: creo que tendrá que usarse la fuerza pública. ¿O acaso usted piensa que los señores de la Coordinadora se van a regresar a sus estados porque los convencieron en una mesa de negociación política?
Aprendamos del pasado. Recordemos que en 2006, estos mismos maestros tomaron la ciudad de Oaxaca y la mantuvieron bajo su asedio durante más de seis meses. No se pudo negociar nada con ellos. Al final, el gobierno del presidente Fox tuvo que tomar la decisión que se rehusó a llevar a cabo durante varios meses: un operativo de las fuerzas del Estado —Policía Federal Preventiva, Ejército y Marina— para restablecer el orden en aquella ciudad.
Algo parecido ocurrió en la toma de la UNAM en 1999-2000. Durante prácticamente un año, los huelguistas impidieron el acceso al campus universitario. Hasta que una mañana de domingo, elementos de la Policía Federal Preventiva, bien entrenados, lograron recuperar la UNAM con un operativo eficaz, prácticamente sin violencia.
Tanto en la UNAM (2000) como en Oaxaca (2006), el gobierno primero dejó actuar a los manifestantes con libertad absoluta, no obstante la grave afectación a terceros (la comunidad universitaria y los ciudadanos de la capital oaxaqueña). La estrategia gubernamental fue la de desgastar a los protestantes tanto política como financieramente. Cuando los dos movimientos presentaron signos de debilitamiento, la fuerza pública finalmente intervino.
Parece ser la misma estrategia que están siguiendo los gobiernos de Peña Nieto (federal), Mancera (DF) y Cué(Oaxaca) en el caso de los maestros de la CNTE en la capital. Están dejando que hagan lo que se les pega la gana para ganar tiempo, desgastar al movimiento, ganar adeptos en la opinión pública a favor de la intervención de las fuerzas del Estado y organizar un buen operativo policiaco.
Volvamos a la historia de la toma de Oaxaca en 2006 por parte de los maestros de la Sección 22 de la CNTE. Fueron siete meses en que la capital oaxaqueña estuvo a merced de los manifestantes. No creo que los chilangosaguantemos tanto tiempo con una urbe trastocada como en las últimas dos semanas. En este sentido, supongo que la intervención de la fuerza pública tendrá que ser pronto.
Porque también está el riesgo de que, en la medida en que los maestros se queden aquí mucho tiempo, haya pérdidas humanas que lamentar. Recordemos que en 2006, en Oaxaca, el movimiento magisterial, que era la columna central de la llamada APPO, le subió el tono al conflicto para sobrevivir más tiempo. El gobernador oaxaqueño, Ulises Ruiz, por su parte, se sintió muy amenazado, ya que una de las demandas del movimiento es que renunciara a su cargo. Esta combinación hizo que explotara la violencia. Por un lado, la APPO armada con palos, piedras y bombas molotov. Por el otro, defensores de Ulises Ruiz disparando pistolas. Esto desembocó en una terrible escena que dejó cuatro muertos. Uno de ellos resultó ser un camarógrafo estadunidense, lo cual generó, además, un problema diplomático con Estados Unidos.
El gobierno foxista, muy presionado, quizá muy a su pesar, ya no pudo postergar la decisión de rescatar Oaxaca por medio de la fuerza pública. Vino el operativo, bien organizado, que a la postre permitió recuperar la capital oaxaqueña.
Estos días se ha informado que el gobierno de Oaxaca dejará de pagarles su sueldo a los maestros que se encuentran protestando en el DF. Ya era hora. Esto podría ser una buena noticia si los docentes, presionados por cobrar su quincena, se regresan a su estado. Ojala sea el caso. Porque, si con todo y esta medida se quedan aquí, el Congreso aprueba la ley que quedó pendiente de la reforma educativa como ha prometido el gobierno y los legisladores, y se hace evidente que las mesas de negociación no sirven para nada, pues no va a quedar de otra más que utilizar la fuerza pública para liberar la capital del yugo de los maestros de la CNTE. Pero, para que este operativo suceda y sea exitoso, en primer lugar el gobierno tiene que tener el estómago para ordenarlo, en segundo lugar la opinión pública debe estar convencida de que se agotó la opción negociadora y no queda otra más que la intervención de las fuerzas del Estado y, en tercer lugar, la policía debe intervenir de acuerdo con estándares internacionales de desmovilización social respetando los derechos humanos de los manifestantes.
Twitter: @leozuckermann
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