jueves, 19 de septiembre de 2013

Miguel Carbonell - ¿Demasiados frentes abiertos para el Presidente?

Han sido muchas las personas y medios de comunicación que han alabado la vocación reformadora del gobierno de Enrique Peña Nieto. La prensa internacional ha subrayado incluso lo sorpresivo que resulta que un presidente emanado de las filas del PRI se haya atrevido a plantear cambios en áreas que antes era una suerte de tabú para ese partido, como las cuestiones energéticas, por citar el ejemplo más obvio.

Han abundado aplausos y reconocimientos a Peña Nieto por el hecho de no posponer el planteamiento de asuntos que todos sabemos son importantes y nos van a ayudar a delinear el país del mañana.




Nadie niega que el Presidente ha conseguido abrir a la discusión una serie de temas que nos pueden hacer avanzar hacia transformaciones de fondo, muchas de las cuales resultan indispensables e incluso urgentes para México. Eso hay que celebrarlo y apoyarlo sin mezquindades, ya que es evidente que nos habíamos venido rezagando en cuestiones en las que países parecidos al nuestro (como Brasil, por mencionar solamente el caso más estudiado) han ido tomando decisiones de gran envergadura en los años recientes.

Hasta ahí todo bien. El Presidente dijo en campaña que iba a proponer cambios y lo que hemos visto en el primer año de su gobierno es que ha ido planteando (con la ayuda del Pacto por México) las iniciativas. Pero hay una contracara: por una u otra razón lo que no hemos visto es la aprobación de muchas de las reformas propuestas, ni de las leyes que permitan aterrizarlas a la realidad.

Los ejemplos abundan; desde que Peña Nieto era presidente electo planteó las iniciativas —hechas suyas por los legisladores del PRI y del PVEM— en materia de transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción. Dichas iniciativas suponían un considerable fortalecimiento del IFAI y la creación de un órgano nacional autónomo, encargado de la lucha contra la corrupción. A casi un año de que fueron presentadas dichas iniciativas todavía no se aprueban en el Congreso.

Tratándose de temas tan relevantes y cuya solución es obvia, ¿cómo es posible que aún no se hayan hecho los dictámenes y se hayan pasado a los plenos camarales?, ¿necesitan dos años más los legisladores para “estudiar” dichas propuestas?

Otro caso: la Reforma Constitucional en telecomunicaciones, tan aplaudida por la sociedad civil y tan indispensable para darle a los mexicanos mejores condiciones de competencia en televisión, radio e internet, hace meses fue publicada y no se sabe nada de las leyes reglamentarias que serán las que permitan hacerla viable.

La única reforma expedida ya en su totalidad (incluyendo las modificaciones constitucionales y las leyes reglamentarias) es la educativa, y eso se debe en buena medida a la presión de tener a decenas de miles de maestros tomando plazas y bloqueando calles en varias ciudades.
Adicionalmente, varias iniciativas se sumaron a las pendientes y son de alto voltaje político: la financiera, la energética y lafiscal, a las que pronto se sumará una nueva iniciativa de reforma político-electoral.

En este contexto vale la pena preguntarse si el Presidente no ha abierto demasiados frentes y si la energía política le alcanzará a él y a su gabinete para sacar adelante una agenda de cambio estructural tan ambiciosa. Y cabe preguntarse también por la responsabilidad de los legisladores para abordar el análisis, discusión y eventual aprobación de las iniciativas que ya tienen en sus manos.

¿Podrá Peña Nieto hacer que sus iniciativas sean aprobadas? ¿Estarán a la altura los legisladores para entrar de frente en esos temas y dejar de perder tiempo en sus pequeñas y obtusas pugnas diarias?, ¿Será capaz la sociedad civil de exigir que cumplan lo prometido en campaña y nos den las reformas que urgen si queremos un México moderno y con posibilidades de crecer?

Nadie sabe con certeza qué va a resultar de todo eso, pero no debemos dudar sobre una cosa evidente: nosotros tenemos la gran responsabilidad de recordarles todos los días a nuestros políticos que el país necesita reformas estructurales y que las queremos ver aprobadas pronto, no dentro de dos generaciones. Hay que recordarles que fueron electos para cumplir, no para “nadar de muertito”. No dejemos que se les olvide.

OPINIÓN INVITADA
Miguel Carbonell


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